↑ volver arriba aromas y olores - capítulo 2 - akxmin archive
Aromas y olores (Parte 2 de 3)

Entonces, como Farlan había dicho y yo tan absurdamente había negado, Eren terminó siendo algo más que simplemente “algo de una sola ocasión”. Comenzó con una simple cena en su casa, la cual se trataba de un hermoso departamento amplio de un ambiente con un decorado bastante minimalista. A Eren le encantaba cocinar, así que como había ocurrido la primera vez, le siguieron muchas más.

Cada una de ellas comenzaba como una cena normal entre amigos, hablando de cualquier cosa y a la vez de nada importante, conociéndonos, acostumbrándonos a la presencia del otro. Una copa de vino se convertía en dos y luego en tres, cuatro, cinco, hasta que terminábamos en su habitación.

Había aprendido que Eren era mucho más cuidadoso que esa primera ocasión en el cuarto de baño de Betas. Yo continuaba sin tomar mis supresores anticonceptivos y él en muy pocos casos follaba a sus Omegas sin condón; lo nuestro había sido como un desliz, porque mi aroma había sido demasiado para él y no había podido resistirse. Aún me sentía culpable por haber sido tan descuidado, pero él tenía un buen punto allí, porque no dejaba de ser un Alfa y yo no dejaba de ser un Omega. Al menos ya sabía que no tenía que volver a confiar en los supresores de aroma.

Pero en su habitación jamás había prisa. Nos tomábamos todo el tiempo necesario para explorarnos mutuamente, sin perdernos ningún detalle del otro. Eren no se resistía cuando le jalaba el cabello. A mí me encantaba que me apretujara las nalgas hasta hacerme chillar. A él le gustaba demasiado cuando me sentaba sobre él. A mí me volvía loco cuando tenía su cabeza entre mis muslos.

Sólo se había tratado de eso las primeras ocasiones. Sólo eso. Sólo un poco de sexo para calmar los deseos que habían quedado de la primera ocasión, nada más. Pero había empezado a recurrir cada vez menos a Farlan cuando mis celos comenzaron a empeorar y a ser más constantes luego de haber dejado los supresores tiempo atrás, encontrándome frente a la puerta de Eren con las piernas temblorosas y a punto de comenzar a frotarme contra las paredes. Ya no había mensajes de emergencia para Farlan, ahora Eren siempre estaba disponible para asistirme en cada celo.

Y comenzaba a molestarme depender tanto de Eren, y Farlan no era ningún idiota, por mucho que me costara dar mi brazo a torcer.

—Entonces —comenzó Farlan al mismo tiempo que hundía su mano en la enorme fuente de palomitas que se encontraba sobre sus muslos—. Supongo que tus celos no han vuelto a molestarte.

—¿Por qué dices eso? —pregunté con el ceño fruncido. Farlan se encogió de hombros, masticando el puñado de palomitas que se había llevado a la boca. Era una de nuestras típicas noches de mejores amigos, con una película de por medio, y casi siempre sucedían cuando Erwin estaba lejos de casa debido a algún viaje por su trabajo.

—Jamás has vuelto a llamarme por eso —respondió Farlan pasándose una mano por el cabello. Tragué saliva y desvié la mirada, intentando prestarle atención a la película, la cual ya me había olvidado que estábamos viendo—. No tienes que decirme nada, Levi, sabes que lo nuestro es sólo como parte de nuestra naturaleza. ¿Qué me dices de lo que estás tramando con Erwin?

Agradecí que mi mejor amigo cambiase rotundamente de tema, pero al mismo tiempo no. Porque si bien aún continuaba intentando con Erwin quedar en estado, no había señales de que sucediera. No había cambios, no había alertas, no había nada. Y con Eren no dejaba de follar con condón, así que prácticamente todo seguía siendo como antes.

—Cuando decidimos comenzar a intentarlo, el doctor nos dijo que fuésemos pacientes en todo momento porque no existían muchas probabilidades de poder lograrlo —dije en el medio de un suspiro. Farlan asintió con un sonidito, dándome a entender que tenía toda su atención—. Pero no quiero dejar de intentar, Farlan. Quiero hacer feliz a Erwin, él se lo merece y es lo mínimo que puedo hacer por él luego de todo lo que hizo y hace por mí.

—Sabes que no tiene que ser de ese modo —replicó Farlan depositando la fuente de palomitas sobre la mesa. Sentí sus brazos rodeando mi cuerpo y atrayéndome a su pecho, robándome un ronroneo porque siempre se sentía bien refugiarme en el contacto de un Alfa—. Tener un niño no es una clase de premio ni tampoco algo que le debas a él, Levi. Erwin te ama y él está contigo por eso, no porque hayas nacido para procrear. Y tú sabes que no existe nadie que entienda y acepte tu naturaleza como lo hace él. Sé paciente. Si tiene que suceder, así será. No hay por qué tener prisa.

—Él siempre habla de que podría dejar que me anudes y pedirte la adopción de los niños —dije contra su cuello. Farlan se rió suavemente—. Pero no conozco ningún Alfa que pudiese ceder a sus cachorros por ninguna causa.

—Bueno, tienes que admitir que nuestros niños serían estupendos en el caso de que alguna vez sucediera —sonrió Farlan. Lo piqué en sus costillas con mis índices y él se retorció debajo de mi cuerpo—. Hey, ¡sabes que tengo razón! ¿Puedes imaginártelos?

—No, no puedo, ni siquiera se me podría ocurrir —dije enderezándome para poder mirarlo a los ojos. Farlan alzó una de sus cejas y sentí sus manos deslizándose por mi cintura—. Tengo respeto por mí mismo, ¿sabes? Y no cargaré los hijos de nadie, excepto los de mi novio, el hombre que amo.

—Oh, pero qué romántico —se burló Farlan. Achiqué los ojos y ladeé el rostro sin tener que esperar a que él abriese la boca—. Muy por dentro estaba considerando anudarte sólo para acelerar el proceso de que tú y tu novio fuesen padres, pero eres un cabrón y no te mereces mi bondad.

—Ya es suficiente poco amor propio teniéndome que acostar contigo —repliqué rodando los ojos.

—Para ser un Omega tan supuestamente adorable, eres un completo cabrón —se quejó Farlan. Reprimí una sonrisa y me lamí los labios, para luego morderme el inferior. Deslicé mis manos por sus hombros y él frunció el ceño ante el cambio drástico del ambiente. Sus manos subieron suavemente por mis costados, acariciándome con cuidado—. ¿Qué es, Levi? ¿Qué es lo que tanto está molestándote?

—¿Recuerdas ese día que tuve que acudir a otro Alfa por culpa de uno de mis celos? —pregunté de manera pausada. Farlan alzó las cejas, pero asintió con la cabeza. Yo me mordí el labio—. Intenté no preocuparme en el momento, pero ya no puedo seguir ignorándolo. Ya sabes que hace más de dos meses que no estoy utilizando mis supresores anticonceptivos porque lo estamos intentando con Erwin, pero ese día… ese día con Eren, yo… ha sido mi primera vez dejándome anudar por un Alfa y… tengo miedo, Farlan.

—Oh —fue lo único que dijo. Sentí mis ojos escocer y Farlan se enderezó, deslizando sus manos hasta rodear suavemente mis brazos, anclándome a él para que no perdiera la calma. Inspiré profundamente—. Está bien, Levi, no tienes que perder la calma. Puedo acompañarte a consultar a tu doctor cuando me lo pidas, no hay problema con eso. ¿Ha sido sólo esa vez?

—N–no —respondí sonrojándome por completo. Farlan me miró con desconcierto—. Pero no volvió a suceder sin protección, lo hacemos con condón desde aquella ocasión, lo juro. Es que no he podido evitarlo desde que alivió considerablemente ese horrible celo y yo… Eren me gusta, ni siquiera puedo negarlo, y sólo es sexo, pero yo…

—Hey, respira —me interrumpió Farlan. Hice lo que me pidió y exhalé de manera temblorosa—. No tienes que darme explicaciones, Levi. Es tu cuerpo, tú haces lo que quieres con él y nadie tiene que cuestionarte por ello, ¿de acuerdo?

—Pero Erwin… me siento horrible por Erwin —repliqué en un hilo de voz. Farlan se mordió el labio, mostrándose más pensativo que nunca. Me mordí el labio—. Se suponía que sólo sería un poco de sexo y recurrir a él cuando fuese necesario, pero cada vez me parece menos eso. Y él es amable y cuidadoso, y me hace sentir cómodo todo el tiempo. Se siente tan bien y tan mal a la vez que ya no sé qué pensar, Farlan.

—¿Puedes detenerte por un segundo? —preguntó mordiéndose el labio. Suspiré pesadamente y Farlan dejó escapar una suave risita—. Deja de pensar tanto, ¿vale? Cuando te sientas listo o simplemente quieras hacerlo, podemos ir a una consulta. Pero ahora voy a preparar un poco de té y nos iremos a la cama. Estás demasiado agotado para seguir con esto. Te me estás volviendo un flojito, Ackerman.

—Ya cierra la boca —me quejé rodando los ojos, haciéndome a un lado para que él pudiese colocarse de pie. Me acomodé contra la esquina del sofá y abracé de manera inconsciente mi estómago. Farlan apagó la televisión y recogió la fuente de palomitas, caminando pesadamente hacia la cocina—. ¿Y qué pasaría si realmente sucede, Farlan?

—Estoy seguro que ya tendrás tiempo para pensar en ello —respondió Farlan desde el interior de la cocina. Me mordí el labio y miré mi estómago plano, acariciándolo con mis dedos. Pero negué con la cabeza y apreté los ojos, sintiéndome estúpido por comportarme de esa manera.

—¡Que mi té sea negro, por favor! —pedí desde mi lugar en el sofá.


Desde que me había levantado esa mañana, no había dejado de abrazar el retrete. Ni siquiera me había terminado de despertar y ya había salido corriendo al cuarto de baño, arrojando todas mis entrañas en el interior de la taza. Erwin había aparecido a mi lado, preocupado y desconcertado, pero le había dicho que no era nada, seguro sólo algo que había comido y me había puesto mal.

Era la primera vez que podíamos desayunar juntos después de largos meses, con su mano envuelta en la mía y sus labios decorando mi cuello con suaves besos. Los cafés y las tostadas que preparaba mi novio eran el mejor pedazo de cielo. Pero claro que había sentido como si alguien me hubiese propinado una maldita patada en el abdomen y tuve que salir corriendo nuevamente en dirección al cuarto de baño, devolviendo todo lo que había ingerido pocos minutos atrás.

—Dile a Farlan que llegarás más tarde, porque nosotros iremos a ver al médico —dijo Erwin desde el otro lado de la puerta del servicio. Solté un jadeo y dejé caer mi cabeza contra la pared cuando finalmente las náuseas se detuvieron—. No sé si podré quedarme contigo durante toda la consulta, pero puedo pedirle a Farlan que me haga ese favor. No te estás sintiendo bien, amor, y no planeo quedarme de brazos cruzados.

Erwin tenía razón y yo muy bien lo sabía. Estuve dispuesto a decirle que estaba bien y que no se preocupara, pero él tiraría abajo la puerta y me sacudiría hasta el cansancio para hacerme entender que, de hecho, no había nada que estuviese bien conmigo.

Así que Erwin se encargó de llamar a Farlan y hablar con él, y en menos de treinta minutos ya estábamos en la sala de espera, aguardando a que el doctor me llamara cuando fuese mi turno. Pasaron cinco minutos y Farlan apareció jadeando en el corredor, apresurándose hasta alcanzar nuestra posición. Palmeó suavemente el hombro de mi novio y luego tomó asiento junto a mí, acariciando mi muslo inquieto e inclinándose hacia mí para besar una de mis sienes.

—Por favor, llámame lo más rápido posible una vez que consigan los resultados —le pidió Erwin a Farlan. Mi mejor amigo asintió con firmeza y yo solté un leve suspiro cuando mi novio rodeó mis hombros con uno de sus brazos y se acercó a mí para besar castamente mis labios—. Cuídate y deja de ser tan cabeza dura.

—Yo también te quiero —dije rodando los ojos. Erwin se rió con suavidad y volvió a besarme. Se despidió de Farlan con una leve palmada en su brazo y luego continuó con su camino. Miré desanimado la puerta del consultorio de mi doctor cuando mi novio desapareció en el interior de uno de los elevadores y segundos después chasqueé la lengua—. Estoy completamente jodido.

—Ni siquiera has puesto un pie en la consulta, no seas una reina del drama —se quejó Farlan. Me mordí el labio e intenté relajarme en mi asiento—. Supongo que sigues pensando que todo tiene que ver con esa ocasión.

—Todo está allí, Farlan, por el amor de Dios —mascullé cubriendo mi rostro con mis manos. Solté un bufido y las alejé rápidamente, dejándolas caer bruscamente sobre mis muslos—. Ha sido el único Alfa que me ha follado sin condón en pleno celo, en el punto más alto de fertilidad de mi ciclo, y ha pasado un mes y medio, y de repente tengo náuseas y estoy devolviendo todas mis entrañas por el puto retrete y siento que un jodido ninja está matándome a patadas en el abdomen y…

—Joder, cierra la boca, Ackerman —gruñó Farlan. Bufé largamente y dejé caer mi cabeza contra la pared—. Estás peor que una de mis primas cuando supo que estaba en estado. No cerraba nunca la boca y era insufrible. Al parecer todos los Omegas son unas reinas del drama cuando entran en crisis por un posible embarazo.

—Oh, claro, para ustedes los Alfas es muy sencillo porque no tienen que andar sufriendo por la vida con niños que jamás han planeado tener y que están obligados a cargar —respondí con los dientes apretados. Me crucé de brazos y fruncí el ceño—. Es injusto. Su vida es demasiado fácil, los Omegas nos llevamos la peor parte de esta jodida naturaleza.

—¿Podrías, no lo sé, simplemente, por esta vez, cerrar la boca por un momento? —preguntó Farlan. Ya estaba perdiendo la paciencia, pero es que no era el único.

Estuve a punto de responderle, pero el doctor salió de su consultorio y pronunció mi apellido con firmeza. Farlan y yo nos colocamos rápidamente de pie y seguimos al doctor cuando volvió a desaparecer en la habitación. Farlan cerró la puerta detrás de nosotros y el doctor señaló los asientos frente a su escritorio.

—Es bueno tenerte aquí nuevamente, Levi, ya comenzaba a preocuparme —comenzó el doctor. Dejé caer mis brazos entre mis muslos mientras él se acercaba a su escritorio con mi expediente en mano, echándole un vistazo con el ceño fruncido—. ¿Qué tenemos aquí…? Huh, sí. La última vez que…

—Doctor, creo que estoy encinta —lo interrumpí en un hilo de voz. El susodicho alejó su mirada de mi expediente y me observó desconcertado. Escuché a Farlan gruñir por lo bajo a mi lado, pero es que estaba a punto de volverme loco si no lo soltaba de una vez—. Y sólo estoy aquí porque necesito asegurarme.

—Claro —asintió, cerrando mi expediente. Se dejó caer en su asiento y unió sus manos sobre el escritorio, mirándome con atención. Pero segundos después retiró una larga hoja de papel de uno de sus cajones y tomó uno de sus bolígrafos—. ¿Síntomas? ¿Desde cuándo?

—Hoy me he despertado con náuseas y no he podido separarme del retrete —respondí alzando una de mis cejas. El doctor asintió mientras apuntaba con rapidez en la hoja, lo que sospechaba era una planilla, pero yo entendía poco y nada de todo esto—. Hace dos o tres días he sentido mareos y exceso de cansancio, y también mucho dolor abdominal.

—¿Cuándo fue la última vez que has tenido relaciones sexuales sin protección con un Alfa durante uno de tus celos? —preguntó sin dejar de anotar en su libreta. Me sonrojé considerablemente y me sentí avergonzado. El doctor tuvo que alzar la mirada cuando no recibió ninguna respuesta—. ¿Levi?

—Cerca de un mes y medio, quizás un poco más —respondí en un hilo de voz. El doctor asintió y siguió anotando.

—¿Has estado utilizando supresores anticonceptivos? —volvió a preguntar.

—No —respondí rápidamente—. Desde hace más de dos meses.

—Bien —dijo luego de unos segundos. El doctor alzó la mirada, acomodando sus gafas en el puente de su nariz con uno de sus índices—. Lo más recomendable es que te envíe al departamento de obstetricia. Si lo que quieres es asegurarte de una posible gestación, te conviene pasar por un chequeo obstétrico lo antes posible. No es buena idea que, después de todos aquellos síntomas, no se tomen ciertas medidas.

Lo miré sin saber qué decir. Pero Farlan se removió en su asiento y fue el que respondió en mi lugar.

—Podemos hacer eso —dijo Farlan.

—Sólo tienes que hacerte una prueba de sangre primero y en menos de media hora estarás listo para el ultrasonido —indicó el doctor.

—Bien por mí —respondí mordiéndome el labio.


—Para ser exactos, esta es la quinta semana de gestación —sonrió la obstetra. Me retorcí cuando introdujo meticulosamente el delgado cilindro en mi intimidad. Farlan sostuvo mi mano con fuerza y yo apreté los ojos cuando la muchacha comenzó a hurgar con cuidado mientras conducía la máquina frente a ella con su mano libre—. Eh… oh, allí está. Es apenas del tamaño de un cacahuate, pero ese es su bebé.

—Nosotros no… no soy el padre —dijo Farlan con una sonrisa incómoda. La muchacha lo miró amablemente y sólo asintió con la cabeza. Mi mejor amigo siguió sosteniendo mi mano con firmeza, aunque en realidad era yo el que estaba estrujando sus dedos en mi palma—. Entonces ¿el cachorro está bien?

—Completamente sano y creciendo —asintió la chica. No pude evitar morderme el labio y sonreír, mirando la pequeña pantalla de la máquina. La obstetra hurgó un poco más con cuidado y me alarmé cuando noté que frunció el ceño—. Un momento.

—¿Qué sucede? ¿Pasa algo malo con mi bebé? —pregunté alarmado. Sentí uno de los pulgares de Farlan acariciando mis nudillos. La chica relajó su ceño y una sonrisa se abrió paso lentamente por su rostro.

—No, al contrario —respondió la obstetra. Se giró hacia nosotros y señaló algo en la pantalla, un pequeño puntito, o al menos eso parecía desde mi posición—. No tienes un pequeño, tienes dos. Son gemelos. Felicitaciones.

Llevé mi mano libre hacia mis labios y sentí un remolino formándose en mi estómago. La obstetra sostuvo con cuidado el dispositivo en mi interior, señalando la pantalla para que Farlan y yo pudiésemos ver con claridad que no sólo había un cacahuate, sino dos. Dos diminutos cacahuates. Farlan me besó sonoramente la mejilla y yo sentí una inmensa felicidad, a pesar de que días atrás me había sentido el peor tipo del mundo. La obstetra nos sonrió y no dejó de felicitarnos, a pesar de que mi mejor amigo ya le había dicho que él no había tenido nada que ver.

Finalmente, la muchacha imprimió la ecografía completa y luego retiró el cilindro con cuidado. Farlan me ayudó a enderezarme y la obstetra salió a la antesala para ofrecernos más privacidad y para terminar con los últimos detalles del chequeo. Dejé escapar un suspiro cuando terminé de colocarme la ropa que había tenido que quitarme y alcé la mirada, sonriendo cuando vi a Farlan igual de feliz.

—Gemelos —dije en un hilo de voz. Farlan soltó una carcajada jovial—. ¡Voy a ser papá!

—Estoy tan feliz por ti —sonrió Farlan. Me rodeó el cuerpo con los brazos y yo entrelacé los míos alrededor de su cuello, apretándolo contra mí—. Te dije que no tenías que ponerte tan pesado, mira lo que eres ahora, un niñito lleno de felicidad. Vas a ser tan bueno en esto, Levi, estoy más que seguro. Serás un padre increíble y esos niños te saldrán hermosos y fuertes.

El momento fue interrumpido cuando escuchamos la puerta ser suavemente golpeada. Ambos nos alejamos y Farlan fue el primero que dijo que se podía pasar, y la obstetra sonrió tímidamente cuando apareció en la sala. Alzó una de sus manos, la cual cargaba un sobre papel manila.

—Aquí tengo los últimos detalles del chequeo, todo está listo —indicó la muchacha. Farlan avanzó hacia ella y recogió el sobre por mí—. Lo que resta es una visita al departamento al menos una vez por semana o cuando lo sienta estrictamente necesario en caso de no ser posible. Por el momento, todo está perfectamente y no hay nada de qué preocuparse.

Farlan y yo asentimos con la cabeza. La obstetra sonrió y nos acompañó hacia la salida del consultorio, no sin antes ofrecernos diez folletos distintos para el control y cuidado del embarazo. Farlan los recogió todos y nos despedimos una vez más, saliendo de allí. Una vez en el corredor, ambos nos miramos con sonrisas débiles y yo finalmente me largué a llorar, porque todo era demasiado para mí.

Mi mejor amigo me llevó casi a rastras a un lugar donde servían los mejores desayunos. Comenzó a enumerar las cosas que debería evitar a partir de ahora consultando uno de los tantos folletos y estuve a punto de volver a largarme a llorar, pero conseguí una malteada sin cafeína y muchas cosas dulces.

Ambos desayunamos en camino a la universidad, Farlan conduciendo con tranquilidad mientras bebía de su vaso de café y yo le extendía pequeños trozos de las donas que habíamos pedido.

—Deberías llamar a Erwin —ofreció Farlan sin separar sus ojos de la carretera. Me mordí el labio, alzando la mirada en dirección al sobre que nos había dado la obstetra, el cual aún no me había atrevido a tocar. Farlan dejó escapar un suspiro—. Levi…

—¿Puedes creer que no sé con toda seguridad quién es el padre? —pregunté en un hilo de voz. Farlan gruñó a mi lado.

—Levi, por favor, no seas absurdo, sólo tienes que hacer unas pocas cuentas, tú mismo lo has dicho —se quejó Farlan. Hundí mi rostro en mis manos—. Has estado dos meses intentando con Erwin. Dejas que un Alfa te anude por primera vez en pleno celo y casi dos meses después te enteras que vas por la quinta semana de un embarazo de gemelos. ¿Realmente crees que un Beta podría hacer eso con un Omega alguna vez?

—¿Qué voy a decirle a Erwin? ¿Qué voy a decirle a Eren? —pregunté desesperado. Farlan dejó caer su cabeza sobre el volante cuando se detuvo frente a una luz roja y soltó un gruñido por lo bajo—. No puedo creer que tenga que pasarme esto precisamente a mí.

—¿Podrías dejar de ser tan miserable al menos por cinco minutos? —replicó Farlan. Me mordí el labio y sentí unas inmensas ganas de llorar otra vez—. Por favor, detente. No podré soportar esto dentro los siguientes ocho meses, dame un poco de tiempo para acostumbrarme al menos, joder. Se suponía que tenía que estar emocionalmente preparado para esto, Levi, pero me has salido con esto de la nada, ten un poco de consideración.

—Eres el peor mejor amigo del mundo, Farlan —me quejé cruzándome de brazos.


—Hey —dije apenas Erwin cruzó la puerta. Él dejó las llaves sobre la cómoda junto a la entrada y me observó con el entrecejo fruncido. El desastre en la cocina detrás de mí debía hablar por su cuenta—. Preparé galletas y un poco de té, por si te apetece.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Erwin deshaciéndose de su abrigo. Tragué saliva, sintiéndome el peor hombre del mundo sabiendo que hacía dos semanas que estaba escondiendo mi embarazo de mi propio novio.

—Sé que te he dicho que sólo ha sido un leve dolor estomacal lo que me diagnosticó el doctor, Erwin —comencé a decir, mirando fijamente mis manos. El sobre de manila estaba justo en el centro del desayunador—. No estaba listo para decirte la verdad, pero mereces que sea completamente honesto contigo.

—¿Levi? —inquirió con una ceja alzada. Me mordí el labio y deslicé el sobre en su dirección. Erwin lo tomó con cuidado y retiró los resultados del primer ultrasonido del embarazo, el único que había hecho hasta el momento.

—Voy por la semana siete y son gemelos —dije en un hilo de voz. Erwin sonrió leyendo cada palabra en el informe, pero yo sólo sentía un regusto amargo en mi lengua. Entrelacé mis dedos y alcé la mirada—. Dejé que un Alfa me anudara por primera vez. Sin supresores y sin condón. Y lo siento mucho.

—¿Farlan? —preguntó Erwin alzando la mirada. No parecía estar cabreado, simplemente se mostraba desanimado, como si hubiese estado esperando por mucho tiempo que un momento como este llegara.

—No, Farlan jamás lo hace sin protección —negué con rapidez. Erwin asintió con la cabeza, sonriendo suavemente cuando observó la impresión de la ecografía y uno de sus índices se deslizó suavemente sobre los pequeños puntos que eran los gemelos. Me mordí el labio—. Su nombre es Eren. Es parte del departamento de artes y… y él me gusta.

—Está bien —dijo Erwin. Sonrió una vez más y depositó todos los papeles sobre la mesa, inspeccionándolos con muy poca atención—. ¿Él lo sabe?

—No, aún no se me ocurre cómo decírselo —respondí bajando la mirada. Erwin hizo un leve sonido—. ¿No estás enojado conmigo?

—No puedo, Levi —respondió Erwin, alzando la mirada y negando con la cabeza—. Te quiero demasiado y haría cualquier cosa por ti, pero tú necesitas algo que yo no podría ofrecerte jamás. Acepté mi naturaleza Beta, acepté la tuya siendo Omega, no puedo seguir pretendiendo que no me esperaba el día que encontraras un Alfa que tuviese todo lo que necesitas. Sé que lo intentamos hasta agotarnos, pero ambos sabíamos que no sería tan sencillo. Es difícil para mí, pero sé que eso es lo que quieres y necesitas, amor. Y yo no podría impedírtelo nunca.

—¿Estás insinuando que…? ¿Acaso tú…? —no me sentía capaz de terminar de formular ninguna de las dos preguntas. Erwin apretó los labios y desvió la mirada, posando sus ojos en todas partes, excepto en mí. Me coloqué de pie y me acerqué lentamente hacia él, sin poder dejar de observarlo con total desconcierto—. ¿Erwin? ¿Estás…?

—No, Levi —respondió Erwin. Me deshice en un temblor cuando sentí sus manos tomándome suavemente del rostro, sus ojos fijos en los míos—. No podría hacerlo, excepto si fuese estrictamente necesario. Déjame hablar, Levi, por favor. Tú sabes que te he prometido ser el mejor hombre para ti, pero sabemos que se vuelve complicado por nuestra naturaleza. Te comprendo, ¿sabes? Aprendí a hacerlo desde el primer día que supe que eras el hombre del cual me había enamorado. Pero también sabes que no puedo darte todo lo que quieres, porque no lo tengo. Sabemos que no puedo ser el único para ti, y eso también aprendí a aceptarlo. Nuestra relación no es un deber, porque tú no me debes nada. Si esto deja de ser lo que quieres, necesitas mirar hacia adelante, ¿de acuerdo? Serás padre en unos cuantos meses, y si yo fuese ese tipo, me gustaría saberlo. No necesitas decirme en qué circunstancia sucedió, ni si ambos lo quisieron, sólo quiero que entiendas que él se merece saberlo. Y tú te mereces que él esté a tu lado. Me tienes a mí, sé lo que estás pensando, pero no es suficiente. Este hombre es el padre de tus niños, y ellos necesitarán de él igual que tú. No le prohíbas esto, Levi. No lo hagas.

—Te quiero, Erwin —dije en un hilo de voz, sintiendo las lágrimas humedeciendo mis mejillas. Erwin se mordió el labio y me presionó suavemente contra su cuerpo, rodeándome entero. Hundí mi rostro en su cuello y lloré contra su piel, sintiéndome miserable, pero al mismo tiempo feliz, porque tenía a alguien tan hermoso como él a mi lado. Aferré mis manos a su playera—. Y lo siento mucho, por todo. Quería hacerte feliz, pero… pero ni siquiera eso puedo hacer.

—Te equivocas —replicó Erwin. Deslizó su mano por mi cabello con delicadeza, presionando sus dedos a la altura de mi nuca y en la zona debajo de mi oreja. Me mordí el labio—. Me has hecho feliz cada día desde que estamos juntos. No me enamoré de tu capacidad para procrear, Levi. Me enamoré de todo lo que eres, de quien eres. Amé a cada segundo el niño que siempre has sido y el hombre en el que te has convertido. Amo todo acerca de ti. Y cada día, lo que siento por ti se vuelve más fuerte. Y no importa a quién tengas a tu lado, porque mi único deseo ha sido siempre que fueses feliz, por encima de todo.

—Ya deja de ser así, ¿acaso no ves que estoy peor que nunca? —me quejé alejándome de él. Me cubrí el rostro y me di la vuelta, intentando que Erwin no viese mis mejillas humedecidas y enrojecidas por el llanto. Él soltó una risita y rodeó mi cuerpo con sus brazos desde atrás, besando mi cuello seguidas veces—. Me has hecho llorar, estoy cabreado. Y ahora quiero una tarta de manzana. Y una fuente gigante de fresas cubiertas de crema. Y hamburguesas con mucho queso fundido. Y quizás un poco de helado de chocolate.

—Oh, me había olvidado que los antojos eran una de las peores partes del embarazo —masculló Erwin contra mi cuello.


Perdí la cuenta de la cantidad de veces que presioné mi dedo sobre el botón del timbre. Pero es que estaba chorreando agua por todas partes y ya había comenzado a temblar. Obvio que había salido corriendo de casa porque me sentía solo y lo echaba de menos. Erwin estaba muy lejos y Farlan tenía una cita con un Omega que había conocido en un bar. Había tenido mucho tiempo a solas para pensar y sólo había caído en la cuenta de cuánto necesitaba verlo, hablar con él, que me abrazara con fuerza.

El corredor de la torre se iluminó cuando la puerta finalmente se abrió frente a mí. Achiqué los ojos para acostumbrarme a la luz y tragué saliva. Eren tenía el cabello húmedo y sólo vestía una toalla enrollada en sus caderas, la cual estaba a nada de soltarse y caer al suelo, de lo cual no me quejaba, claro. Se sorprendió al verme allí, chorreando de pies a cabeza y luego de no haberle hablado por semanas.

Aguardó pacientemente a que dijese algo, porque era yo el que tenía que hablar, ¿no es cierto? Era yo quien había corrido dos manzanas debajo de la lluvia porque el taxista no quería quedarse estancado en el medio de la calle prácticamente inundada. Era yo quien no le había hablado durante semanas. Era yo quien tenía que decirle que lo echaba de menos, que sólo quería estar a su lado y que hacía diez semanas estaba cargando a sus niños en mí.

Pero no pude decirle nada de eso, porque me sentía sediento de su presencia, de sus caricias, de todo él. Así que avancé hacia él sin pensarlo dos veces, rodeando su nuca con mi mano y colocándome de puntitas para poder besarlo. Eren se sorprendió durante los primeros segundos, hasta que sentí que respondía el gesto con ansias, deslizando una de sus manos por mi espalda cubierta por mi playera mojada. La puerta se cerró a mis espaldas, así que supuse que había utilizado su mano libre para ello.

Solté un gemido cuando me empujó suavemente contra la puerta, presionándose con insistencia contra mí y besándome como si estuviese hambriento de mis labios. Sentí sus manos en el comienzo de mis pantalones, desesperadas e inquietas por quitarme la ropa, pero yo me separé de sus labios y obligué a Eren a que me mirara a los ojos. Se mordió el labio y sus pupilas se dilataron, pero soltó un gruñido y se alejó de mí, atrapándome del frente de mi playera para tirar de mí en dirección a su habitación.

Me detuvo frente a la cama y comenzó a quitarme la ropa con lentitud, como si temiera que me asustara por su naturaleza. Me besó pausadamente por cada prenda húmeda que me quitaba, haciéndolo con cuidado, asegurándose de llenarme de caricias que me robaran la respiración. Hizo que me recostara con cuidado sobre la cama y yo me arrastré hacia el centro del colchón cuando él deshizo el nudo desprolijo de la toalla y la dejó caer al suelo.

Me mordí el labio cuando colocó una de sus rodillas en el filo del colchón. Tragué saliva cuando hizo lo mismo con la otra. Sus manos rodearon el dorso de mis muslos y tiró con fuerza de mí, robándome un gemido cuando sentí sus muslos debajo de los míos. Acarició la cara interna de los mismos, presionando sus pulgares en mi ingle, haciéndome sisear. Dejé escapar un suspiro tembloroso cuando continuó el camino con sus dígitos por todo mi torso; mi abdomen que ya había comenzado a abultarse (aunque nadie podría notarlo, excepto por mí), mi estómago, mi esternón, mis pezones, en donde se detuvo para provocarme, porque sabía lo sensible que era aquella zona para mí.

—¿Me echabas de menos? —preguntó en un murmullo. Cerré los ojos y me mordí el labio, no pudiendo reprimir el gimoteo que se escapó de mi boca. Lo sentí moverse y me deshice en un temblor cuando sentí sus labios en mi estómago, subiendo lentamente hasta mi esternón—. ¿Eh? ¿Lo has hecho?

Alzó la mirada luego de un beso particularmente húmedo pero delicado, observándome desde aquella posición. Volví a temblar cuando su pulgar retomó los movimientos circulares en uno de mis pezones. Solté un ruido ahogado y sentí un jadeo en la zona que había besado, para luego gemir cuando cerró sus labios en torno al pezón que su otro pulgar había dejado de prestar atención. Mi mano viajó automáticamente hacia el dorso de su cabeza y mis dedos se hundieron en su cabello húmedo. Su polla comenzó a endurecerse contra mi muslo.

Apreté los ojos cuando se alejó de mi pezón y volvió a descender sobre mí. Mi mano libre se aferró rápidamente al cobertor y me mordí los labios incluso antes de que hiciera el siguiente movimiento. Pero no importaba, porque jamás iba a dejar de quedarme sin aire cuando Eren me rodeaba con sus labios y succionaba con fuerza hasta tenerme enteramente en su boca.

Tiré de su cabello con fuerza y los nudillos de mi otra mano se tornaron blancos de tanto aferrarme al cobertor. Eren se reacomodó sobre mí y yo me arqueé unos centímetros lejos de la cama cuando sentí dos dedos presionándose en mi interior, abriéndose paso con facilidad gracias a la acción de mi propio lubricante. Los sonidos húmedos hacían que vibrara en el interior de la boca de Eren, pero a él no parecía importarle, porque cada vez succionaba con más intensidad.

Me liberó con un chasquido húmedo que estuvo a punto de hacer que me corriera. Retiró sus dedos con cuidado de mi interior y se inclinó hacia la mesa de noche para tomar un condón. Tragué saliva, pensando en que ya era demasiado tarde para ser precavidos, pero sacudí la cabeza. No tenía que pensar en eso cuando un Alfa estaba a punto de follarme y no con un celo como causa.

Eren tomó una de sus almohadas antes de girarse completamente hacia mí e hizo que me alzara un poco para colocarla debajo de mi cuerpo, precisamente en mi espalda baja. Procedió a abrir el sobre con un leve tirón de sus dientes y luego deslizó el condón sobre su erección con movimientos certeros de su puño. Finalmente, se acomodó entre mis piernas separadas y yo sentí alivio al encontrar su contacto de nuevo.

Deslicé mis manos por sus costados cuando se sostuvo con una mano sobre el colchón y con la otra se guió hacia mí. Me mordí el labio cuando adentró sólo la punta y se quedó quieto, pero luego se presionó por completo, esbozando una sonrisa de lado cuando gemí libremente y mis uñas se hundieron en la piel de sus costados. Eren se mordió el labio a centímetros de mi boca y yo mascullé por lo bajo, pero no pude quejarme cuando comenzó a moverse.

Lo atraje hacia mí tirando de su cabello, su pecho cayendo sobre el mío, nuestros jadeos mezclándose entre nuestras bocas cuando Eren aceleró sus movimientos. Su mano se cerró con fuerza en mi muslo y tiró de él, dejándose caer hacia el costado. Me moví rápidamente, empujándolo para que se recostara por completo y yo estuviese encima de su cuerpo. Me miró fascinado cuando me sostuve con una mano en su pecho y comencé a moverme sobre él. Eren sostuvo mis caderas, pero sus manos se movían inquietas hacia mi cintura, mis costados, mis muslos y mis brazos.

Sentí mi abdomen arder y tuve que detenerme al mismo tiempo que soltaba un leve quejido. Eren me observó extrañado, pero no tuve tiempo para preocuparme por ello porque sentí como si alguien me apretujara el abdomen hasta dejarme sin aire.

Y náuseas.

Oh, no.

Me quité de encima de su cuerpo y salí corriendo hacia el cuarto de baño, llegando a tiempo para arrojar todo en el retrete. Me dejé caer pesadamente de rodillas —haciéndome daño en el proceso— y rodeé mi estómago con uno de mis brazos, sintiendo mis ojos escocer y mi garganta arder. El dolor en mi abdomen estaba matándome, pero la necesidad de devolver todos mis contenidos era más insistente al parecer.

No sabía cuánto tiempo había estado de esa manera delante del sanitario, pero al menos ya me había detenido. Sentí algo sobre mis hombros y me giré para encontrar a Eren cubriéndome con una manta. Quise sonreírle débilmente y pedirle disculpas, pero una horrible puntada en mi abdomen no me lo permitió, así que sólo esbocé una mueca de dolor.

—¿Necesitas algo? ¿Quieres que llame a emergencias? —preguntó preocupado. Me ofreció un vaso de agua, que había dejado sobre la encimera del lavabo mientras me cubría con la manta. Negué con la cabeza mientras bebía con cuidado. Eren pasó una mano por mi cabello de manera suave—. Tenía mis sospechas de que quizás no te agradaba, pero creo que querer devolverlo todo mientras tenemos sexo es una respuesta suficiente.

—Joder —mascullé en el medio de una risita. Eren sonrió y deslizó su mano por mi mejilla. Me mordí el labio—. Estoy en estado, Eren.

—Oh, diablos —soltó con los ojos abiertos. Hice una mueca apenada—. Eso explica muchas cosas. Con razón te veías más irresistible que en otras ocasiones. Un Omega en estado es… una maravilla para un Alfa. Claro que tendría sentido si yo tuviese algo que ver con ello, pero supongo que todo es parte de nuestra naturaleza y muchas veces nada tiene sentido si te soy sincero.

—Tú sí tienes que ver con ello, Eren —dije mordiéndome el labio. Eren alzó las cejas y me miró con atención—. El día que nos conocimos… fue la primera vez que un Alfa me anudaba. Y te mentí, porque no estaba utilizando supresores desde hacía dos meses. Esta es la semana diez. Y son gemelos.

Eren estaba boquiabierto. No sabía si eso era bueno o malo, pero no había nada que hacer. No planeaba hacer más que cargar con esos pequeños hasta el final del embarazo, por muy por error que haya sido todo. Se pasó una mano por el cabello y parpadeó varias veces, pero su mirada seguía completamente perdida.

—Está bien si no quieres… —comencé a decir, pero él habló al mismo tiempo y tuve que cerrar la boca. Lo miré con los ojos abiertos—. ¿Qué has dicho?

—¿Voy a ser padre? —repitió con una sonrisa. Lo miré desconcertado y extrañado, pero Eren no cambiaba de mueca. Al contrario, parecía que su sonrisa se volvía cada vez más enorme.

—¿Sí? —respondí inseguro. Eren alzó los brazos y soltó un grito de júbilo, lo cual me produjo deseos de morirme de la risa y llorar al mismo tiempo. Fruncí el ceño, pero no pude evitar sonreír—. ¿Estás feliz?

—¡Apuesta a que lo estoy! —exclamó Eren rodeando mi cuerpo con sus brazos, atrayéndome hacia él para abrazarme con fuerza. Presioné mis labios sobre su hombro y no pude evitar sonreír—. Joder, esta es la mejor noticia que he recibido en años. ¡Voy a ser padre! ¿Escuchaste eso? ¡Padre! Yo sólo… quiero salir y gritar en el medio de la avenida que voy a ser padre.

—Detente, por favor —dije rodando los ojos, alejándome de él. Me mordí el labio cuando vi su sonrisa radiante y no pude evitar copiar su gesto—. Cada día están más sanos y creciendo con normalidad. Todo marcha a la perfección.

—¿Tienes algo para mostrarme? —preguntó como un niño pequeño al cual estaban a punto de entregarle su obsequio de Navidad. Solté una risita.

—Sí, en mi móvil —asentí enérgicamente. Eren se colocó de pie en un santiamén y me ayudó a que hiciera lo mismo. Me rodeó la cintura con uno de sus brazos y tomó mi mano con la suya, caminando juntos fuera del cuarto de baño.

Eren hizo que me sentara en la cama y me pidió que no me moviera. Rodé los ojos, pero dejé que tomara mis pantalones del suelo y sacara mi móvil de uno de los bolsillos. Me lo extendió y se dejó caer a mi lado, frotando sus manos y sonriendo como un niñito emocionado. Busqué entre todas las imágenes las que se veían con más claridad y le extendí el dispositivo.

—Farlan las tomó por mí, así que no me culpes a mí si hay algo que no llega a verse con claridad —le dije cuando lo vi achicar los ojos. Me acerqué a él lo suficiente para poder ver la pantalla y señalé con uno de mis índices—. Esas son sus cabecitas. No miden más de cuatro o cinco centímetros, aún es bastante complicado distinguirlos completamente. Pero allí puedes ver la silueta de los bracitos y sus manitas cerca de sus rostros. ¿Puedes verlos?

—Oh, por Dios, sí —susurró Eren. Sostuvo el móvil más cerca y se mordió el labio con saña. Acarició la pantalla con los dedos de su mano libre y me robó una sonrisa—. Siento que podría llorar durante meses, joder. Estos… estos son mis niños.

—Lo son —asentí dejando caer mi cabeza sobre su hombro. Ambos miramos la imagen de la ecografía con enormes sonrisas, cómodos en los brazos del otro, como si lo hiciésemos todos los días. Me mordí el labio—. Estaba completamente aterrado cuando lo supe. Además, antes de que nos conociéramos lo habíamos estado intentando con mi novio y eh… bueno, ya sabes cómo sigue la historia. Lamento mucho no habértelo dicho antes.

—Está bien —sonrió Eren—. Lo importante es que ahora lo sé. No vas a privarme de ellos y hacerles creer que tu novio es su padre, ¿no?

—Claro que no —repliqué con el ceño fruncido. Eren me miró con atención—. Sólo si estuvieses dispuesto a abandonarme y a no hacerte cargo de ellos. Aunque no creo sentirme capaz de pedirle a Erwin cargar con una responsabilidad de esta talla. Ni siquiera pude tener sus hijos, no podría hacerlo responsable de ellos.

—No voy a abandonarte, Levi —dijo Eren. Asentí con la cabeza y temblé cuando sentí sus manos rodeando mi rostro—. No importa cuántas veces intentes empujarme lejos de ti, no te dejaré cargar con esto sólo por tu cuenta. Te prometo que seré el mejor padre para ellos, incluso cuando ya no me necesites y quieras que te deje en paz. Prometo hacer hasta lo imposible por nuestros hijos, ¿de acuerdo? Así que no… no me hagas a un lado, Levi.

—No lo haré —aseguré negando con mi cabeza. Eren se mordió el labio y se inclinó hacia adelante para besarme suavemente. Deslicé mis manos por su cabello, cerrando los ojos cuando sentí que depositaba besos cortos en mi boca—. Haremos esto juntos, como tiene que ser.

—Sí, por favor —pidió Eren sobre mis labios. Sonreí completamente idiotizado y él se alejó de mí, para luego deslizar su pulgar por mi mandíbula—. Gracias por hacerme el Alfa más feliz.

—No tan rápido —dije con una sonrisa. Eren alzó una ceja—. Es apenas la semana diez, no tienes idea de todo el tramo que tenemos por delante y aún tienes que aprender a soportarme.

—Estoy listo para correr ese riesgo —sonrió Eren.

continuará...