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Rosa Pastel (Parte 1 de 3)

Son las siete de la mañana. Y lo primero que recibe a Dib mientras éste baja apresuradamente por las escaleras, es la extraordinaria, maravillosa vista, de esos muslos glaucos y delgados mientras su pequeño amante se pasea en silencio por la cocina.

Había despertado mentalmente preparado para una comida sana y nutritiva, no para el desenfrenado deseo de devorar el cuerpo del otro como si se le fuese la vida en ello. Pero ahora el prospecto inicial había sido borrado por completo de su mente, y en cambio se encuentra tragando saliva con fuerza mientras mira a Zim inclinarse ligeramente para alcanzar algo en uno de los cajones inferiores. El vientre de Dib es repentinamente invadido por una sensación de calor mientras el irken le concede una vista espectacular de esa piel suave apenas cubierta por la tela de su propia camisa azulada.

Logra ahogar una exhalación tórrida desde el fondo de su pecho mientras mira fijamente las tentadoras piernas del contrario, y pronto parece que no puede bajar las escaleras lo suficientemente rápido. Zim se da la vuelta justo cuando escucha a Dib tropezar en la cocina, con una cuchara en mano y una mirada ligeramente descontenta plagando sus rasgos.

—¿Qué haces despierto? —el irken pregunta, dirigiendo su mirada rubí brevemente hacia su torso desnudo antes de volver a su rostro, y Dib sonríe, porque aunque fuese sólo para distraerle, esa era la razón principal por la que solía dormir sin una camisa.

Dib corre una de sus manos no tan sutilmente a través de su pecho, peinando su alborotado cabello con la otra mientras se acerca al pequeño irken sin decir una palabra. Una sonrisa ladina recorre sus labios mientras invade el espacio personal de su adorable novio. Las manos del moreno terminan en su cintura mientras los presiona a ambos cómodamente contra un lado de la encimera.

—Quería saber a dónde había ido mi almohada favorita —contesta el joven en un barítono suave, con la voz aun áspera por el sueño, y Zim nunca va a admitirlo, pero la deliciosa lexía que sale de la boca de Dib hace que su squeedly spooch cosquillee con excitación. Se siente estremecer ligeramente cuando percibe esas grandes manos colarse hábilmente bajo la tela y abrazar sus delgadas caderas—. Hueles bien.

Zim por poco olvida la razón por la que estaba en la cocina en primer lugar; el cacillo descansa con torpeza en la palma de su mano mientras inconscientemente se relaja ante el contacto cálido del otro, le permite el acceso a su piel mientras siente los labios contrarios dejar besos húmedos a lo largo de la coyuntura de su garganta.

—Bestia insaciable —se las arregla para decir, abandonando la cuchara en algún lugar de la encimera, mientras intenta (en vano) alejar a Dib; porque lo único que quiere en este momento es comer sus malditos waffles, además de que justamente acaba de limpiar los asquerosos restos de la noche anterior sobre su piel. Simplemente, no.

Desafortunadamente para él —o no— se encuentra un tanto distraído. Sus finos dedos se extienden sobre la piel pálida del pecho de Dib, acariciando la piel suave adornada con escasas cicatrices de sus batallas pasadas, ganando un suave apretón en sus caderas a cambio. Sus manos se deslizan luego hacia el abdomen del humano y esconde una sonrisa, porque Zim secretamente ama que la carne plana pero flexible alrededor de esa zona sea una indicación que su humano está sano y comiendo bien. Además, se convierte en un cojín maravilloso cuando está exhausto y lo único que quiere es una almohada cálida y cómoda.

—Lo siento, cariño —Dib murmura, con la boca aun recorriendo esa piel verde y lisa; con sus manos aventurándose un poco más debajo del suave algodón de la tela de su camisa, rozando apenas la parte interna de los muslos ajenos. Zim tiembla ante la sensación, inesperada, pero excitante, por lo peligrosamente cerca que esos dedos están de rozar su entrepierna.

—Ridícula larva —suspira el irken, tragando el nudo en su garganta mientras el joven comienza a trazar la lengua sobre su cuello. Cuando finalmente siente esa longitud endurecida por la excitación presionarse contra uno de sus muslos, su cabeza comienza a girar.

Esto provoca una risa suave de los labios de Dib, quien deja un casto beso en la línea del pulso del otro antes de alejarse, provocando que los propios labios del más pequeño se contraigan al ver esa sonrisa casi desagradable a la que está tan acostumbrado desde que se conocieron hace años; y que a pesar de todo, no cambiaría por nada en el universo. Sí. Zim daría casi cualquier cosa por ver esa misma sonrisa todos los días.

Siente las manos de Dib acariciar la parte posterior de sus muslos, esos dedos hundiéndose un poco más en su carne, y su cuerpo naturalmente se arquea ante el contacto. Zim se sobresalta cuando el otro lo levanta de repente desde sus muslos, envolviendo sus piernas instintivamente alrededor de su cintura, antes de ser dejado en el borde de la encimera. Y Zim ahoga un jadeo, porque Dib sabe lo débil que es ante ello; ante la forma en que su compañero humano puede parecer un tanto magro y delicado, pero puede tomarle en brazos con tal facilidad.

Al igual que cuando Dib lo empuja contra una pared justo antes de hundir su polla dentro de él, manteniendo a ambos tan sólidamente en su lugar que Zim sólo puede emitir sonidos inteligibles mientras toma todo lo que el otro le da.

El irken ahoga un gruñido bajo cuando siente unas grandes manos recorriendo sus muslos en movimientos suaves mientras se aferra ferozmente a los bíceps del moreno, quien no puede evitar gemir cuando siente a su amante frotarse lentamente contra su miembro endurecido a través de las capas de ropa que los separan y una boca húmeda en su cuello con la intención de bañar la piel de alabastro con manchas púrpuras.

—Maldición —gruñe. Los dedos de Dib se deslizan con avidez por las piernas de su amante, y siente su pene palpitar cada vez que acaricia la piel insoportablemente suave—. No tienes idea de lo que me haces —murmura, deslizando una mano por debajo de la tela una vez más para acariciar el vientre del contrario—. Lo que quería hacer contigo apenas entré aquí y te encontré tan sólo usando mi camisa.

Tienen que detenerse ahora mismo, porque Zim acaba de hacer limpieza ayer y definitivamente no iban a follar en la maldita cocina. En este momento se arrepiente tanto de haber dejado a GIR distraído en su laboratorio viendo ese programa del mono estúpido, al menos así probablemente ya los habría interrumpido. No era nada nuevo que ese robot nunca apareciera cuando más lo necesitaba.

Dib —comienza el irken mientras sus dedos se hunden ligeramente en el cabello suave y desordenado—. Zim acaba de limpiar ayer, no– ah...

Sus garras se aferran a las hebras oscuras mientras percibe un dedo acariciar su entrepierna, que comienza a humedecerse en anticipación, y finalmente siente a su miembro, muy similar a su rosada lengua, emerger de su entrada, mojado y completamente tenso. Maldice en su lengua natal como única respuesta y se arquea instintivamente ante el toque de esos dedos mientras Dib continúa frotando su intimidad.

—E-espera —odia la forma en que su voz tartamudea, la fricción en su entrepierna roza la línea entre lo incómodo y lo placentero—. Maldita bestia, aquí no, deten–

—Limpiaré más tarde —le asegura Dib en un tono cargado de lujuria, presionando la punta de su pulgar contra uno de los pliegues que rodean la base del pene del contrario, mientras su mano libre sujeta las delgadas caderas para exponer la entrada húmeda que hay debajo al aire fresco de la cocina—. Mierda, Zim, déjame poner mi lengua en ti, por favor —Dib casi gruñe cuando siente que la entrada del contrario se agita alrededor de las yemas de sus dedos—. Quiero abrirte y lamerte hasta hacerte llorar, ¿me dejarás hacerlo?

Zim tiembla ante aquella declaración con necesidad visceral cuando esas suaves caricias hacen temblar sus rodillas. Dib es un sucio manipulador, planteando preguntas que no tiene esperanzas de rebatir.

Debería negarse, porque es primera hora de la mañana y ya follaron toda la noche, porque se supone que iba a preparar waffles y porque el mero pensamiento de profanar el espacio que había pasado limpiando durante horas hasta el día de ayer —odia la limpieza con una pasión ardiente— es simplemente atroz. Pero luego Dib hunde su dedo un poco más profundo, y sentir sus paredes internas estirarse con la ligera intrusión le hace estremecer mientras un gemido escapa de sus labios.

Una letanía de insultos escapan de la boca de Dib antes de unir sus bocas, sus manos se aferran a los muslos del otro con la suficiente fuerza para dejar marcas, y se siente tan increíblemente duro debajo de sus pantalones cuando se frota ansioso contra la entrada desnuda del irken. Pero Dib está aún más ansioso de tener su lengua dentro de Zim, por lo que cede por ahora. Así que levanta a su novio de su posición en la encimera, colocándolo de pie y disfrutando de la forma en la que Zim se ve inquieto entre sus brazos.

—Date la vuelta —le pide con cariño, guiando las delgadas caderas de su amante a girar mientras lo inclina sobre la encimera. Su torso desnudo está presionado contra la espalda y el pak vestidos de Zim mientras sus hábiles dedos vuelven a colarse entre esos delicados muslos una vez más.

Hay varios papeles e instrumentos de cocina esparcidos a través del mostrador de mármol, pero Dib los aparta todos con una mano, oyendo el barajar de las hojas y el demás escándalo mientras las cosas se dispersan por el suelo. Y Zim gruñe, porque eso significa más mierda que limpiar después y definitivamente no iba a hacerlo él.

—¡Ya basta! —gruñe el irken en tono desigual, ya que está siendo presionado firmemente contra la encimera y las aristas se clavan justo en su abdomen—. ¡Estás haciendo un maldito desastre!

—Me importa un carajo —dice el otro contra la base de una de sus antenas, rozando sus dientes contra ella de forma erótica, provocándole un escalofrío al contrario y aferrarse a los extremos de la encimera con violencia—. Lo único que quiero es poner mi boca en ti y follarte con mi lengua hasta hacerte venir por todo el mostrador.

Es la única advertencia que recibe antes de que escucha, siente, a Dib ponerse de rodillas detrás de él, permitiendo a esas hábiles manos deslizarse entre sus muslos. La respiración de Zim se detiene cuando siente las palmas de su novio detenerse en su trasero, masajeando la piel tersa antes de separar su carne suavemente, la brisa fría contra su intimidad hace que sus piernas tiemblen sin control. Se muerde los labios para sofocar cualquier ruido potencial, y sus garras dejan marcas alrededor de la encimera cuando siente una respiración cálida justo frente a su entrada.

De repente parece que hay demasiadas capas de ropa que los separan, una insoportable comezón sobre su epidermis lo invade con la desesperación por retirarlas y sentirse piel a piel. Su rosada longitud se curva contra su abdomen y la camisa que había robado de Dib estaba enrollada alrededor de sus caderas, dejándolo totalmente expuesto ante los ojos del contrario.

—¿Qué esperas? —escupe Zim, porque la impaciencia se filtra en sus venas como tinta derramada. Está tan duro y ansioso por que Dib haga algo, cualquier cosa—. Deja de fastidiar a Zim y comienza a darle un mejor uso a tu–

El fuerte sonido de una bofetada resuena a través del aire pesado de la cocina y Zim tropieza con sus propias palabras mientras su mente registra lentamente la sensación de ardor en la piel de su culo.

—Estás siendo demasiado exigente esta mañana, mi amor —el humano dice en voz baja contra la curva de su trasero y el cuerpo de Zim resplandece con una deliciosa sensación de excitación.

—Entonces complace a Zim de una vez —insiste, con las manos extendidas sobre la superficie de mármol mientras su espalda se arquea involuntariamente al sentir su trasero siendo amasado con suavidad por las manos del otro luego del golpe—. ¿O quizá debería llamar a Keef y preguntarle si puedo tomar prestada su lengua por un tiempo?

Se aferra a la encimera cuando Dib aprieta el agarre alrededor de sus muslos y libera un suave gruñido ante la ligera sensación de dolor. Cuando mira hacia abajo, su squeedly spooch cosquillea con placer al ver el ceño fruncido en el rostro de Dib. Zim no puede evitar una mueca de incomodidad cuando las escasas uñas se hunden ligeramente en su carne.

—¿Estás tratando de molestarme? —Dib pregunta, desafiante, propinando otra sonora bofetada contra sus nalgas con tal fuerza que impulsa el cuerpo del irken hacia adelante y deja su piel hormigueando agradablemente.

Los dedos de Zim hacen más fuerte el agarre alrededor del mármol fresco mientras intenta no frotar su erección contra un costado del mostrador. El estómago de Dib hormiguea con excitación al observar el aspecto tan necesitado del irken, alimentando la mezcla de irritación y lujuria agitándose dentro de su vientre.

—Mírate —suelta Dib con calidez mientras separa la carne húmeda con sus dedos nuevamente, observando esa deliciosa entrada estremecerse ante el aire fresco. Se lame los labios instintivamente—. Me tomaré el tiempo contigo, Zim, te haré venir sólo con mi lengua. Dios, eres precioso —elogia, mordiendo la carne suave con ligereza.

Con una última mirada hambrienta al culo del otro, y separando la entrada mojada con sus pulgares, Dib finalmente desliza su lengua sobre Zim, dejando un largo rastro de humedad.

 —murmura el irken, siente a su novio devorar su entrada con destreza, ese músculo flexible cubriendo su intimidad de saliva y haciendo que sus nudillos se aclaren por la fuerza con la que se aferra al borde de la encimera—. Sí... no te detengas.

El moreno tararea complacido detrás de él, las vibraciones envían una corriente a través de su cuerpo mientras empuja inconscientemente contra la lengua de Dib, quien sostiene sus caderas con tanta fuerza que sus dedos dejan marcas oscuras, para luego acercar a su novio e introducir su lengua más profundo, perdido en el dulce sabor mientras acaricia los músculos internos palpitando a su alrededor.

Siente las piernas del irken temblar bajo su agarre y luego Zim emite un gemido ronco, con la garganta seca por la tensión. Esa dotada lengua está nublando su juicio.

—Dib

Él no gimoteó, Zim tiene demasiado orgullo para eso, pero cree que tal vez su voz pudo quebrarse al final mientras se apoya con sus antebrazos sobre la encimera. Los dedos de Dib aprietan su agarre en las caderas de Zim mientras su lengua continúa moviéndose contra esa entrada temblorosa, siente su pene palpitar con excitación al escuchar los jadeos y gemidos necesitados escapar de la pequeña boca del irken.

—Santa mierda, Zim —gruñe mientras se aparta de mala gana para dejar un suave beso sobre la entrada del otro, escupiendo alabanzas con la voz ronca sin siquiera pensarlo—. Podría mantener mi lengua aquí y lamerte durante horas.

Zim maldice en irken, su torso se encuentra prácticamente unido al mostrador de la cocina y sisea ante el toque fresco del mármol que ataca su piel ardiente en donde la camisa del otro se ha levantado. Su longitud gotea y se retuerce por algo de fricción, pero Dib está decidido a no dárselo, manteniendo sus caderas lejos de la encimera.

—¿Qué quieres, bebé? ¿Quieres mi lengua dentro de ti? —inquiere Dib en son de burla, y Zim está tentado a patear su cara porque el hijo de puta ya sabe la respuesta—. ¿Qué te devore hasta hacerte llorar, de nuevo?

Y gruñe, porque Zim nunca lloró, Dib se está dando demasiado crédito, pero antes de que pueda construir una respuesta, siente los labios ajenos acariciar su entrada una vez más, y Zim inmediatamente abandona todo tren de pensamientos. Dib deposita un tierno beso sobre su entrada para luego succionar entre sus labios ligeramente, extrayendo maldiciones estranguladas de la boca del irken mientras siente su propia erección palpitar debajo de su ropa.

Sus labios están manchados de saliva y los dulces fluidos del irken mientras corre la lengua de un lado a otro por esa entrada que se agita, haciendo que el otro se moje para él mientras se burla con el hábil músculo dentro de Zim, acariciando suavemente sus paredes internas y sintiéndolo contraerse deliciosamente a su alrededor.

Los brazos de Zim tiemblan y pronto se encuentra arqueando su espalda ante el contacto, el movimiento constante de esa lengua lo vuelve loco y necesitado. Su equivalente de sangre palpita de forma ensordecedora en su cabeza y ahoga un gemido cuando el otro comienza a hundir su lengua más adentro, esos brazos rodean el frente de sus muslos con firmeza mientras Dib imita con su lengua lo que estaba haciendo con su pene la noche anterior. Lo que Zim sabe que va a repetir muy pronto.

Mmn, ¡ah–...! —la voz de Zim termina en un gemido roto con el nombre de Dib mientras éste empuja su cara, su lengua, más adentro, al punto en que su visión parece desvanecerse en negro. Zim muerde uno de sus brazos hasta extraer esa sustancia más clara que la sangre, tratando de sofocar un gemido de forma poco efectiva.

Dib suspira, el sonido de lascivia suena ahogado contra la piel verdosa mientras continúa volviendo loco a su amante tan solo con su lengua, lamiendo fervientemente la carne tierna alrededor de aquella entrada cada vez que retrocede para tomar aire. Separa el lindo trasero del irken con sus dedos antes de sumergir aquél húmedo músculo una vez más, retorciendo su lengua, perdido en el calor y deleitándose en la forma en que siente el cuerpo contrario apretarse a su alrededor.

—S-sí, sí —Zim jadea con dureza contra la fría superficie mientras sus dedos con garras a duras penas intentan aferrarse a la superficie, resultando cada vez más difícil con esos ruidos obscenos de humedad y sexo llenando la cocina, y sus gemidos ansiosos escapado de sus labios—. Oh, mis más altos, tu lengua... si te atreves a parar–

Dib siente que va a correrse en sus pantalones si su pene no está dentro de Zim pronto, pero el deseo de ver a su novio destrozado frente a él es más fuerte. Quiere sentirlo temblar en sus brazos mientras se desmorona por completo, y el pensamiento solo lo alienta a correr su lengua más vorazmente a través de la entrada del irken. Zim jadea ardientemente, la sensación lo toma por sorpresa mientras sus rodillas apenas lo sostienen y se aferra al mármol con más fuerza.

—D-Dib... Dib, voy a venir.

El irken se estremece en su agarre, el pequeño pero ágil cuerpo se inclina por mero instinto más hacia adelante, intentando frotar su erección contra el mostrador, pero Dib no se molesta en complacerlo, y agarra sus piernas con firmeza, tirando de él hacia atrás para enterrar su lengua completamente dentro de esa caverna pulsante, empujando el músculo tan lejos como puede dentro de esas paredes, y escucha vagamente a Zim gimotear por encima de él.

Voy a–… —la voz del irken se rompe, terminando en un gemido estrangulado que vuelve a Dib absolutamente loco—. Dib, d-detente... no pued–

Dib ignora las súplicas de su novio —por supuesto que lo hace haciendo todo lo contrario y moviendo su lengua aún más ávidamente dentro del cuerpo del otro. Zim suelta un grito desenfrenado, algo consternado de permitir tales ruidos escapar de su boca, pero encuentra que es cada vez más difícil de controlar cuando el otro lo devora como si quisiera profanar cada centímetro de él. Los músculos que recubren su squeedly spooch se agitan anticipando la liberación, sus garras se aferran ferozmente a la encimera y Zim no puede evitar la forma en que empuja su cuerpo contra esa lengua.

—D-Dib... —Zim tartamudea, tensándose mientras el moreno vuelve a sumergir su lengua en el interior haciéndole temblar en el acto. El nombrado jadea tortuosamente, con voz la ronca de lujuria mientras prácticamente gruñe contra los muslos de Zim, su lengua rodea la entrada mojada mientras siente todo el cuerpo del irken tensarse de repente.

—Ven ahora, Zim —él ordena sin aliento, separándose brevemente, fascinado por la forma en que el cuerpo contrario se estremece con fuerza ante la pérdida de contacto—. Déjame sentir como vienes alrededor de mi lengua.

Y Zim casi no tiene tiempo para procesar las palabras antes de sentir ese húmedo músculo volver a su trabajo, deslizándose dentro fácilmente y haciéndole temblar encima del frío mostrador de la cocina. Dib gime, el sonido emite maravillosas vibraciones a lo largo del cuerpo del otro y eso es todo lo que necesita Zim para ser enviado al éxtasis. Cualquier intento de súplica muere en su garganta, los músculos de su vientre se tensan al mismo tiempo que todo su cuerpo se estremece con fuerza por la intensidad de su clímax, manchando con rayas de color rosa pastel mientras una avalancha de vulgaridades en idioma irken salen de sus labios.

Dib libera un sonido absolutamente profano, su erección palpita dolorosamente al sentir los músculos del otro apretando alrededor de su lengua. Siente que el pequeño cuerpo tiembla violentamente por encima suyo y tiene que presionar una mano sobre su miembro aun bajo la ropa para no terminar corriéndose en sus pantalones.

El equivalente al corazón de Zim golpea salvajemente contra su pecho, con la respiración agitada y su cabeza girando mientras intenta recuperarse. Se siente húmedo por todos lados y gruñe con fastidio, porque ahora va a tener que volver a asearse gracias a esa bestia pagana y su lengua ruinosa. Está temblando sin control sobre el mostrador, con las manos apoyadas sobre la superficie mientras con esfuerzo trata de regular su respiración.

—Mierda —suelta Dib luego de retirarse, limpiándose los labios húmedos con el dorso de una mano mientras se endereza con desesperación, sus dedos dejan marcas azules a lo largo de la carne suave de las caderas de Zim—. Necesito estar dentro de ti. Déjame follarte aquípor favor, Zimmy —su pecho desnudo se ajusta contra la espalda y el pak del pequeño irken mientras lo apresa contra la encimera de frío mármol.

Zim ahoga un gemido cuando siente al otro frotar su polla vestida contra su entrada mojada, porque el reciente orgasmo lo dejó tan sensible que no cree poder soportar otra ronda más. Pero Dib no ha venido aún, y aunque se niega a admitirlo, le encanta cuando el joven humano le folla largo y duro, llevándolo siempre un poco más allá de sus límites y dándole tan bien que sus ojos guardan lágrimas no derramadas de lo increíble que todo se siente.

Así es como se encuentra asintiendo lentamente, repitiendo su asentimiento mientras su espalda se arquea involuntariamente contra el pecho cálido del otro. Su piel hormiguea cuando las manos de Dib abarcan sus caderas una vez más.

continuara...