↑ volver arriba everyday - capítulo 2 - akxmin archive
Amor de Amarillo (Parte 2 de 3)

—El lubricante está arriba —murmura el irken sin aliento, con su cuerpo aun temblando por las réplicas de su clímax mientras Dib deja un rastro de besos castos a lo largo de su cuello, frotando su erección aun cubierta por la ropa contra la entrada frente a él, flexionando el agarre de sus dedos sobre la cadera de Zim.

La fricción evoca un profundo detrás suyo. No es la primera vez, pero el humano no suele ser tan vocal en lo que respecta a las veces que tienen relaciones sexuales. Y por ello, Zim es reacio a admitir que el sonido salido de su garganta y con voz ronca le toma por sorpresa, provocando que su rosado pene se agite a pesar del reciente orgasmo hace unos minutos.

—Zim, no puedo esperar más —su voz se rompe al final, y el bajo vientre del irken se agita en anticipación. No sabe que está jadeando con fuerza cuando siente a su novio frotar su erección con más insistencia contra su entrada—. Por favor, no me hagas esperar.

Las manos de Zim tensan su agarre al borde del mostrador.

—No lo haremos sin eso —logra articular con voz temblorosa, mientras siente los dientes del contrario hundirse un poco más en la piel de su cuello, succionando con fuerza para luego acariciar la zona maltratada con su lengua suavemente.

Y lo dice, porque la última vez que lo hicieron sin lubricante no pudo sentarse bien durante una semana.

El cuerpo de los irkens se auto-lubrica de forma natural, sin importar el género, preparándose de forma instintiva cuando percibe ser el receptor del acto sexual. Es bien sabido que la reproducción es un proceso obsoleto en la cultura irken, y su población en general ni siquiera están interesados en el sexo o desesperados por la satisfacción de un orgasmo.

Lo mismo para Zim, en un comienzo.

Luego de verse obligado a asistir al colegio para pasar desapercibido entre la población humana, en algún punto durante la preparatoria se vio aun más inmiscuido en aquellos temas, a pesar de ser bastante recurrentes desde grados escolares pasados. Por supuesto que consideraba el contacto entre tantos fluidos juntos como algo repugnante, pero aparentemente ni siquiera eso logró disminuir su curiosidad.

El placer siempre fue un concepto indistinto para Zim, su tiempo no valía tales actos humanos e insignificantes; en sus propias palabras, claro. Así que no fue hasta años después de descubrir la verdadera razón del porqué estaba en la Tierra, y luego de varios meses de mantener una peculiar amistad con Dib, finalmente se encontró sumido en su propia autocompasión y vergüenza, luego de masturbarse y haber experimentado un orgasmo por primera vez.

Sorprendentemente, esa etapa no duró mucho, y poco después se hizo a la idea de que solo por ser el gran Zim podía darse lujos tan placenteros como esos, y que el resto del universo seguía siendo inferior a él, como es habitual.

Cuando formalizaron su lazo como compañeros, fue Zim quien insistió en pasar a la etapa más física de su relación, para gran sorpresa de Dib, quien; siendo un adolescente sano colmado de hormonas alborotadas, y se dio cuenta de que no le atraían las chicas ni los chicos, sino un maldito extraterrestre; no puso objeción alguna. Y por supuesto, estaba el hecho innegable de que ambos pertenecían a especies distintas, por lo que sus cuerpos no podían acoplarse al otro naturalmente y sin ningún inconveniente.

La primera vez que estuvieron juntos, se dieron cuenta de que la lubricación generada por el cuerpo de Zim no sería suficiente cuando fuese Dib el que estuviese arriba —lo cual elevó bastante su ego en un primer momento—, así que tuvieron que recurrir al uso de más lubricante para hacerlo menos doloroso y lo más sencillo posible. Cabe decir que al final Zim estuvo encantado, y aunque Dib suele ser quien inicie el contacto, el irken es quien tiene el mayor libido sexual entre los dos.

Hace casi dos años de eso, y sorprendentemente, solo lo han hecho sin lubricante una vez, cuando la botella se acabó y ninguno de los dos reparó en ello hasta que ya estaban desnudos, frotando sus virilidades uno contra el otro.

Dib se ríe en voz baja detrás de su adorable novio, recordando exactamente cuán enojado había estado Zim cuando ni siquiera podía levantarse de la cama. Y aunque fue amenazado con cesar toda actividad sexual por tiempo indefinido, en ese momento ni siquiera la idea ayudó a aminorar el sonido de su risa. Después de todo, Dib podía ser muy persuasivo si se lo proponía, y sabía que Zim era débil ante sus palabras; o mejor dicho, su lengua.

—Por algo tenemos una cocina —murmura contra la antena del irken, sus manos afianzando el agarre sobre sus delgadas caderas mientras frota su erección contra sus pliegues con ansia, mojando la tela que aun los separaba—. Muero por destrozarte. Voy a hacerte gritar por más.

Los muslos de Zim tiemblan, su bajo vientre se siente cálido por la excitación mientras presiona una mejilla ruborizada contra la fría superficie de la encimera. Ronronea suavemente al sentir las manos ajenas acariciar su trasero con cuidado, frotando círculos continuos contra su piel, y el irken suspira entrecortado ante la sensación.

Mierda —Dib logra abrir con dedos temblorosos la puerta de uno de los paneles a un brazo suyo de distancia, demasiado ansioso para molestarle tener que apartarse del pequeño irken así sea por un instante. Está tan duro que es casi doloroso, y sabe que terminará corriéndose bajo la ropa si no está dentro de Zim pronto. Sus dedos chocan con botellas inútiles y a medio vaciar antes de encontrar exactamente lo que había estado buscando.

—Qué–... —murmura Zim mientras mira al contrario por sobre su hombro, y una expresión lo más cercana a rabia e indignación recorre rápidamente sus facciones—. ¿Eso es miel? ¿Tu asqueroso cerebro no se da cuenta de lo difícil que será para Zim limpiarse? ¡Acabo de asearme!

Dib solo sonríe, dejando un beso casto en el hombro del otro.

—Te dije que yo limpiaré todo cuando terminemos —Dib se burla contra la piel de su cuello—. Además, no es como si no hubiéramos usado algo peor.

Y es cierto. Por lo que Zim no vuelve a quejarse, y Dib lo toma como una señal para continuar. Rápidamente deja el frasco sobre la encimera a un lado de sus cuerpos antes de bajar sus pantalones con prisa, para luego presionarse contra la carne del otro sin ninguna molesta tela de por medio. Sujeta la delgada cintura de Zim con firmeza con una de sus manos y con la otra rodea su propia virilidad, acariciándose lentamente.

Zim —gime en voz alta al sentir el contacto de su mano contra su longitud palpitante. Frota la punta entre sus dedos y esparce las gotas de pre-semen allí acelerando su movimiento—. Dios... —blasfema, colocándose de forma superficial entre sus nalgas cuando siente el cuerpo contrario temblar debajo suyo—. No me detendré hasta ver tus preciosos muslos goteando cuando venga dentro de ti.

Algún día este maldito humano va a matarlo.

Y la idea ni siquiera le molesta tanto como debería.

—Zim espera que puedas estar a la altura de tus palabras, bestia engreída.

Escucha una risa detrás de él seguida de un gemido gutural, y Zim siente su propio pene agitarse y tensarse contra su vientre. No creyó ser capaz de volver a ponerse duro en tan poco tiempo, pero evidentemente esta mañana ha estado llena de sorpresas.

—¿Eso es un reto? —murmura Dib contra la base de una de sus antenas, el corazón del alienígena late con fuerza dentro de su pecho. Un lado de su rostro sigue estando presionado contra la superficie de la encimera, pero tararea complacido al sentir el peso del otro cuerpo cerniéndose sobre él y limitando sus movimientos.

Zim sonríe.

—Considéralo una advertencia.

Dib vuelve a reír suavemente, rozando el lateral del cuello del otro con su nariz antes de apartarse y alcanzar ansioso el frasco a un lado suyo. Nunca debió abrir algo con tanta destreza y rapidez como ahora en su vida, piensa vagamente, antes de verter más cantidad de la necesaria de la dulce sustancia en sus manos de forma descuidada, y cubrir su polla con impaciencia.

—¿Necesitas mis dedos primero? —murmura Dib en voz baja, sus manos crean una fricción deliciosa contra su piel tensa luego de haberse olvidado de su propio placer durante tanto tiempo. Realmente espera que Zim diga que no.

El irken lo considera por un breve instante. Siempre es ligeramente incómodo adaptarse al tamaño del otro al principio, pero ya había sido abierto tan bien anoche y, francamente, su paciencia estaba empezando a desmoronarse.

—No —Zim niega con firmeza y mueve sus caderas, buscando la erección detrás suyo y provocando un jadeo del humano cuando es presionado contra la entrada lubricada del otro—. Vamos, sólo ponlo dentro.

Mierda —sisea, sus dedos se hunden en la piel suave con fuerza cuando se aferra a la cadera del irken con una mano, mientras que con la otra alinea su virilidad contra la entrada de Zim, frotando la punta contra el borde húmedo y arrebatándoles jadeos a ambos—. Voy a follarte justo como te encanta. Vas a tomarlo todo hasta que ruegues que me detenga.

Zim suspira entrecortado cuando siente la punta presionar ligeramente contra su entrada y la base de su propia virilidad. La intromisión resulta ser más suave de lo previsto, y a pesar de que su erección haya vuelto, el irken se toma un momento para maldecir en silencio el hecho de que Dib está a punto de follarlo con miel como su elección de lubricante.

Su extraño miembro se envuelve instintivamente alrededor de la polla comenzando a abrirse paso en su interior, como pidiéndole introducirse por completo. Pero Dib no se molesta en complacerlo y en su lugar solo se queda quieto detrás de él, burlándose.

—Vamos, hazlo —Zim insiste, sintiendo que su impaciencia se agudiza mientras el moreno solo separa un poco más sus piernas para poder deslizarse contra su cuerpo. Mientras tensa el agarre contra el mármol fresco, por un instante el irken piensa en golpear la cara engreída de Dib por hacerle esperar durante tanto tiempo, pero entonces siente esa erección presionarse un poco más, y todo pensamiento coherente abandona su mente de una sola vez.

Siente al humano separar su trasero con poco cuidado, sosteniendo la carne blanda entre sus manos, antes de devolver el agarre a sus caderas y deslizarse de una sola estocada dentro de él, enterrándose hasta el fondo en un movimiento tan fluido que arranca un sollozo maltrecho de sus labios.

Dib jura ver en negro al sentir el calor repentino del cuerpo de Zim a su alrededor. Al bajar la mirada y observar donde se unen sus cuerpos, ver la entrada estirándose a su alrededor y el miembro rosado abrazando su pene arrebatan un jadeo ahogado de sus labios, sintiendo sus escasas uñas hundirse un poco más en su agarre sobre la cadera del irken. Al ver acrecentado su morbo a niveles insospechados, Dib solo atina a exhalar trabajosamente a través de su nariz y presionar su frente húmeda contra la nuca de Zim.

Dios —escuchar el barítono áspero por el libido provoca que el alienígena se estremezca ligeramente en sus brazos, apretando de forma involuntaria sus músculos internos y rodear ávidamente la virilidad dentro suyo.

Zim deja escapar un gemido con voz aguda, y se sentiría avergonzado por permitir tal ruido escapar de su boca, pero en este momento se encuentra demasiado desesperado por sentir al humano comenzar a moverse, porque mierda, duele, pero siempre es un pequeño precio a cambio de que Dib le haga sentir fuera de este mundo. Intenta moverse hacia atrás como puede en su posición, deseoso de tener esa longitud hasta el fondo en su cuerpo, cuando siente una mano abrasadora hundirse con firmeza en su cadera y un gruñido turbio contra una de sus antenas, haciéndole frenar sus movimientos.

Espera —el sonido envuelto de tensión escapa profundo y bajo de los labios de Dib, más parecido a una súplica que a una orden, por lo que Zim no evita la repentina oleada de orgullo que lo invade—. Mierda, no te muevas.

Zim percibe la pesada respiración a un costado de su cuello, escuchar a su humano destrozado y saber que todo es debido a él, envía una corriente de satisfacción a través de su cuerpo que le hace estremecer. Así que vuelve a flexionar los músculos de su entrada, esta vez de forma voluntaria, alrededor del miembro en su interior forzando su cuerpo a adaptarse a la penetración.

—¡Zim! —todo es demasiado, está nadando en un océano de éxtasis. Sentir la presión y el calor del cuerpo del otro rodeándole enteramente es tanto doloroso como placentero. Dib siente las estrechas paredes del cuerpo de Zim palpitar con fuerza a su alrededor, instándole a ir más profundo.

Va a correrse en cualquier momento si su ansioso novio no deja de moverse.

Zim —suelta sin pensarlo, manteniendo al irken totalmente inmóvil con el fuerte agarre en su cadera, absteniéndose de moverse siquiera un centímetro para no perderse en el éxtasis antes de follar ese estrecho orificio justo como ambos quieren—. Sólo dame un segundo... —el vaho cálido de la respiración del humano detrás del cuello de Zim le hace estremecer, y por ende, Dib lo siente dentro también—. Detente. Si te mueves, juro que voy a venir ahora.

Y Zim permanece estático, porque a pesar de la posición, con el torso adherido a la lisa superficie de la encimera, a pesar de sentirse tan increíblemente lleno de su humano dentro de él, y el placer perverso que le provoca siempre la idea de estar unidos en una forma tan prohibida, no logra evitar sentir el más ligero escozor en sus entrañas debido a la intrusión ajena.

Pero no podría desear nada más.

Así que vuelve a ceñir ansioso su entrada alrededor del miembro dentro de él, escuchando un gemido roto detrás suyo, y luego siente una corriente sacudir su espalda haciéndole temblar, esta vez por una razón diferente al dolor. Zim oculta una sonrisa contra la curva interna de su brazo, presionándose una vez más alrededor de esa virilidad y ganándose un gruñido contra una de sus antenas en respuesta.

Zim...

—Zim pensó que Dib iba a hacerlo llorar —el irken se burla, suspirando suavemente, perdiéndose en la sensación cálida que emana del cuerpo de Dib tan pegado al suyo—. Parece que solo eran simples palabras.

El irken no está preparado para la ligera sensación de estiramiento dentro de él cuando su novio le da una sola embestida, pero introduciéndose más profundo. Zim es empujado hacia adelante por lo brusco del movimiento, haciéndole deslizarse más hacia arriba sobre la superficie del mostrador.

—Cállate —Dib jadea aireado, mientras sus dedos se hunden un poco más en la suave piel verdosa por la fuerza que ejerce sobre el agarre en el cuerpo del irken—. Solo intentas provocarme.

El alien se ahoga con una risa, pero el sonido que escapa de su boca suena más parecido a un gemido, cuando el humano finalmente comienza a mover sus caderas, arremetiendo a ritmo constante.

—Zim lo hace solo por Dib —su voz se quiebra en el nombre del contrario. Sus manos se aferran con más fuerza a la encimera cuando siente al moreno acariciar ese punto tan sensible en sus entrañas, y lo único que ve es un destello de color blanco—. Sí, justo ahí.

Dib se muerde los labios, luchando contra una sonrisa que quiere abrirse paso por las comisuras de su boca, mientras continúa empujando su pelvis contra el lindo culo de su novio. La sensación es suficiente para hacer que sus brazos se estremezcan con ligereza a ambos lados de la cadera del pequeño irken, pero continua metiendo y sacando su pene una y otra vez.

¿Te gusta eso? —murmura el humano contra una de sus antenas, oscilando sus caderas de una forma que extrae un gemido pecaminoso de la boca de Zim antes de que logre acallarlo, los dedos de sus pies se curvan y las marcas de sus garras quedan impresas al borde del mostrador.

S-Sí. Más, más... fuerte —el tono en su voz hace que la aparente súplica sea dicha como una orden, pero Dib simplemente sonríe, ignorando como puede la forma en que ese calor húmedo y apretado rodea su miembro de forma exquisita cada vez que se introduce de lleno en el cuerpo Zim, dejándole entumecido de placer.

Dib se inclina ligeramente para alcanzar el cuello de su amante y trazar un camino húmedo con su lengua, sin dejar de embestir esa entrada agitando y mojándose cada vez más por todo el lubricante producido por el cuerpo del irken. Toda la cocina está inundada en una cacofonía obscena de piel chocando entre sí y los sonidos escapando de la boca de Zim.

Mnh, Dib —el irken continúa estremeciéndose bajo su cuerpo y solo anima al moreno a moverse más rápido, intentando retrasar su clímax tanto tiempo como le sea posible.

Siente los músculos internos contraerse a su alrededor nuevamente, y alza un poco más el cuerpo en sus brazos, dejando a su novio casi al nivel de sus propias caderas, obligándole a estirarse sobre la punta de sus pies, para luego reanudar el ritmo de sus embestidas. La posición le ayuda a alcanzar con mayor facilidad ese punto dentro de Zim que siempre le deja retorciéndose y rogando por más.

¡Ah–! M-Más fuerte —gruñe el irken, oscilando sus caderas hacia atrás para encontrarse con las embestidas del contrario—. ¿Eso es lo mejor que puedes hacer?

La presión ejercida a ambos lados de su cintura por las manos de Dib se hace más fuerte, cuando el humano siente su propio temperamento quebrarse y decide hacer a un lado sus escasas inhibiciones para comenzar a follarle duro, estrellando sus caderas con una cantidad sorprendente de fuerza, evocando una letanía de maldiciones intelegibles de los labios del irken, quien siente su punto más sensible ser golpeado con cada fuerte embestida.

Dib se inclina hacia adelante en su posición, apoyando su pecho transpirado como le es posible debido a la presencia del pak sobre la espalda de Zim, cubriendo el cuerpo más pequeño debajo de él, que se retuerce agitado, mientras aun alza con ligereza el cuerpo del irken desde sus caderas para seguir penetrándole desde un ángulo más profundo. Siente esa linda polla gotear su pre-seminal y removerse ansiosa a su alrededor, como si jalara su pene hacia adentro cada vez que retrocede para volver a embestirle. Jura que casi puede ver estrellas.

—Deja de intentar provocarme, Zimmy —el humano murmura en tono de advertencia contra una antena del irken, y roza con sus dientes la base casi con ternura. Retira luego su longitud del cuerpo del otro, de modo que la punta apenas está rozando su entrada, antes estrellar su pelvis con fuerza y hundirse hasta el fondo nuevamente—. Dios —el gemido gutural que brota de su garganta se entremezcla con el grito roto que escapa del irken.

Es música para sus oídos.

—Zim está esperando... —el alien sisea con malicia, porque si hay algo que no ha cambiado todos estos años, es la facilidad con que puede provocar y poner a prueba la paciencia de Dib. Y le encanta. Porque entonces su novio lo folla de una forma increíble. Fuerte. Hasta tenerlo retorciéndose y rasgando las sábanas perdido en el placer—. Tal vez... ¡ah–! estás perdiendo el toque.

Hay un breve silencio. La piel chocando entre sí obscenamente, el sonido acuoso de la polla entrando y saliendo con miel y exceso de lubricante son los únicos ruidos perceptibles en el aire cargado de sexo entre ellos. La risa incierta de Dib luego de unos instantes es lo que rompe la inusual calma del momento.

—Te has vuelto tan bueno en esto, Zimmy —murmura con afecto, pero es evidentemente falso, y ambos lo saben—. Sabes exactamente qué botones tocar, ¿verdad? —la pregunta es acompañada de una fuerte embestida, el moreno golpea su pelvis tan fuerte que deja un rubor amoratado en el blando trasero del contrario.

¡A-Ahn! —la espalda de Zim se arquea ante el trato rudo, apretando ansioso el miembro profanando su cuerpo, sintiendo el ritmo de los embates impuestos por su compañero vacilar ligeramente—. Dib... por–

Viéndose estimulado por los pecaminosos ruidos, Dib se detiene de forma abrupta y sale del cuerpo de Zim, haciendo caso omiso del lubricante y la miel que recorre los muslos internos del irken al retirarse. Y antes de que este pueda quejarse, el moreno vuelve a introducirse, lento, con la intención de llegar tan profundo como le sea posible, abriéndose paso hasta sentir sus testículos encontrarse con la piel del otro. Se deleita ante la sensación, sentir el cuerpo de Zim palpitando a su alrededor lo deja temblando, y su sangre de repente parece hervir en sus venas.

—Ojalá pudieras verte en este momento —Dib elogia en voz baja junto al cuello del irken, rozando intencionalmente la piel sensible con sus propios labios cuando habla, mientras embiste el cuerpo contrario a un ritmo tortuosamente lento, pero que logra ser suficiente para tener a Zim deshecho debajo suyo—. Siempre te ves más hermoso cuando estás lleno de mí.

Por favor–... —se queja sin aliento cuando siente al humano salir lentamente de su interior sólo para estrellar sus caderas con firmeza para volver a adentrarse. El vaivén alternado entre lento y profundo le hace sentir mareado.

Los brazos de Zim se estremecen con fuerza y luego siente unas manos más grandes y cálidas cubrir las suyas, que se aferran desesperadas con todo y sus garras al borde de la encimera. Dib solo sostiene las manos más pequeñas con firmeza, estirándose para alcanzar y poder correr su lengua a lo largo de la garganta del irken, mientras continúa oscilando sus caderas en movimientos lentos.

Los moderados músculos de sus brazos tensos se flexionan a ambos lados del cuerpo de Zim, su pecho está agitado por el esfuerzo, siente su longitud palpitar dentro del cuerpo del irken y un sonido carnal escapa de su garganta cuando la presión alrededor de su miembro se intensifica, haciéndole aferrar sus manos nuevamente a los bordes de su camisa alzada alrededor de las caderas de Zim.

Es demasiado.

Mierda, Zim —su voz sale áspera por el líbido, gotas de sudor ruedan por sus sienes mientras acaricia con sus labios el cuello del alien lloriqueando en sus manos. Succiona ligeramente la piel tersa, dejando marcas violáceas a su paso, para luego acariciar con su lengua la carne antes abusada por su boca con ternura, antes de volver a acelerar la velocidad de sus embestidas—. Muero por llenarte cuando me corra dentro de ti.

S-sí... —suspira el irken, perdido en la placentera sensación de esa longitud penetrándole con vigor, pero tratando de ahogar sus ruidos de placer llevándose una mano empuñada a la boca, luego de liberar su agarre sobre el mostrador de la cocina. Muerde su piel con la fuerza suficiente para saborear su propia sangre, cuando el moreno vuelve a retirarse con lentitud y luego a embestirle profundamente.

Zim... Zim —murmura Dib casi con devoción, manteniendo el control de sus movimientos pero aumentando la intensidad de sus embates, alternando entre penetraciones lentas y fuertes que tienen al irken increíblemente tenso a su alrededor—. Mírate, tan ansioso por correrte, eres precioso.

Maldita bestia insaciable.

Está tan cerca, Zim puede sentirlo. Con cada movimiento de esa polla es empujado hacia delante y un quejido tembloroso escapa de su garganta. Su miembro envuelto alrededor del contrario gotea pre-seminal brillante y rosado en la punta, su entrada se contrae, y sentir todos los fluidos entremezclados escurriendo entre sus muslos le hacen sentir increíblemente sucio, pero eso solo logra aumentar su entusiasmo. Trata de mantener su agarre sobre el borde del mostrador y luego las manos Dib vuelven a cubrir las suyas, mientras escucha y siente la pesada respiración del humano encima suyo.

Y Zim lo ama.

Le encanta la sensación del cuerpo contrario aprisionando el suyo, inmovilizándole por completo, sentir el pecho cálido de Dib contra la piel de su espalda mientras esa virilidad se abre paso sin esfuerzo dentro de él. Todo es algo que simplemente le hace sentir... bien. Y preferiría cocerse los labios a tener que decirlo en voz alta, pero a Zim no le molestaría la idea de encontrarse en los brazos de su humano todos los días si tuviese la oportunidad.

Nnh, D-Dib —balbucea mientras sus garras dejan largas marcas contra la superficie de la encimera, solo impulsando al nombrado a moverse más rápido, golpeando su punto más sensible con precisión—. ¡Ah–! No te detengas...

—Dios, Zim. Voy a correrme, eres increíble —Dib libera una de sus manos que cubren las más pequeñas del irken debajo suyo para sujetar las delgadas caderas con firmeza, embistiendo un poco más fuerte—. Sé que te encanta que lo haga dentro. Voy a pintar tus entrañas de blanco.

Por la mierda, esa boca siempre es un glosario de vulgaridades cuando están follando.

Y luego estrella su pelvis con tanta fuerza que le hace jadear, sintiendo el umbral del dolor resquebrajar y mezclarse con el intenso placer, haciéndole temblar sin control en los brazos de Dib, quien solo aumenta el ritmo, manteniéndole inmóvil y ultrajándole con su polla con tal fervor que hace la visión del irken centellear en tonos de alabastro.

Oh, mi–... —la voz de Zim escapa rota de su boca y con lo poco que le queda de cordura lucha por formar sus palabras—. Dib, voy a– voy a venir...

—Entonces hazlo, mi amor —replica el humano en respuesta. El barítono plagado de excitación suena abismal y Zim emite un suave quejido mientras disfruta el sentir esa gruesa intromisión acariciar sus entrañas y el haz de nervios sensibles dentro de él con delicia. Y de repente, todos las sensaciones parecen extenderse antes de prolongarse.

Todo su cuerpo tiembla sin control cuando su orgasmo lo alcanza con fuerza, volviendo todos sus pensamientos un solo caos de incoherencias, y haciéndole sollozar agudamente, antes de lanzar su semilla brillante y rosada por todo el frente de la encimera. Las paredes del irken se contraen alrededor de la virilidad en su interior tan fuerte que la penetración se dificulta ligeramente, las caderas de Dib titubean en sus movimientos y sus brazos a nada de ceder apenas logran sostenerle.

La exquisita presión que ejercen esos músculos estrujándole con fuerza y palpitando a su alrededor le instan a apoyarse sobre la espalda del irken y cubrir el cuerpo más pequeño. Zim trata de ahogar sus gritos mientras su cuerpo no deja de temblar por las secuelas de su clímax, soltando un quejido tanto de dolor como de placer mientras Dib continúa embistiéndole sin detenerse, teniendo que volver a morder su mano para acallar sus obscenos ruidos.

—Mierda, Zimmy... Dios —siente al irken retorciéndose con desespero debajo de él y oscila sus caderas más rápido. Desliza hacia arriba la mano que aun se aferra a la delgada cintura para acariciar las antenas del contrario, mientras le folla con toda la fuerza que puede reunir—. Fuiste hecho para esto, Zim. Eres perfecto.

Las antenas de Zim están tensas y unidas a su cabeza, se siente rodeado en un resplandor de éxtasis mientras Dib lo mantiene adyacente a la superficie del mostrador, perdiendo el ritmo de sus embates pero aun sin dejar de moverse dentro de él. Los dedos de sus pies se curvan cuando el contrario embiste repetidamente contra su punto de placer, demasiado sensible luego de su reciente orgasmo.

—Maldición —gruñe el moreno. Sus dedos rodean una de las antenas del irken mientras se introduce en su cuerpo tan bestialmente que la piel de su pelvis comienza a sentirse demasiado sensible y enrojecer por la fuerza con que golpea sus caderas—. Joder... Así, justo así, vas a tomarlo todo.

Las garras de Zim se hunden por completo en la superficie, su espalda se curva en un ángulo increíble y siente la frente húmeda del otro contra la piel de su nuca. Dib lo mantiene completamente inmóvil, haciéndole tomar cada centímetro de su pene mientras lo folla en la encimera ahora contaminada de su cocina. Todas las sensaciones son tan excitantes que duelen y es suficiente para hacerlo sentir a punto de llorar.

Nh... ¡Ya–! —Zim tiene las palabras en su cabeza, pero lo que escapa de su boca son solo incoherencias—. N-No, por... favor... demasiad–

Los dedos del humano liberan el agarre en sus antenas para tomarle de una mejilla y poder unir sus bocas, borrando cualquier intento de protesta formándose en su lengua. Se retuerce y tiembla con fuerza en los brazos de su amante, su entrada hormiguea por la prolongada estimulación y el doloroso placer le hace lloriquear indefenso debajo del cuerpo del contrario, pero Dib solo continúa sosteniéndole con fuerza impidiéndole alejarse.

—Espera, sólo un poco más... —dice el moreno en ese tenso barítono contra sus labios mientras abraza su cuerpo con vigor, cada movimiento suyo le hace temblar de sobreestimulación—. Sé que esto te encanta. Eres tan lindo.

Siente su mirada nublarse con lágrimas inminentes, pero Zim hace como puede para que no caigan por sus mejillas, porque prefiere no darle a Dib ese tipo de satisfacción.

—Te sientes increíble —Dib sigue golpeando errático, sintiendo ese ardor tan familiar emerger desde su bajo vientre anunciando la proximidad al orgasmo. Mueve sus manos de forma que puede entrelazar como puede los dedos de ambos, mientras no deja de mover sus caderas con impaciencia—. Zim, te amo tanto.

El irken ahoga un vergonzoso gemido contra el dorso de una de las manos cubriendo las suyas, meciendo sus caderas hacia atrás para corresponder las incesantes embestidas, y siente sus paredes internas contraerse de forma involuntaria alrededor del miembro dentro de él, mientras trata de ignorar la calidez de un rubor extenderse en su rostro.

Puede soportar escuchar a Dib murmurando palabras de lo más obscenas contra su piel, pero cuando cualquier cosa sentimental o afectiva era dicha de la nada, era como si todo su valor simplemente se derrumbara y dejara una pila de escombros a sus pies.

Sus caderas chocan contra el mostrador cuando Dib lo penetra con demasiada fuerza, haciéndole gruñir ante la ligera punzada de dolor en su cadera y dentro de él antes de morder sus labios para ocultar su incomodidad, separando más sus temblorosas piernas mientras saborea la continua estimulación que recibe su punto más sensible con frenesí. Es demasiado, pero sigue sin ser suficiente al mismo tiempo.

—Zim, voy a venir.

Zim se endereza instintivamente con anticipación, todo su cuerpo está tenso cuando el humano lo embiste una última vez antes de detenerse, emitiendo un gruñido carnal mientras le siente estremecerse por encima y dentro de él.

—Santa mierda —las caderas de Dib tiemblan involuntariamente mientras siente su longitud palpitar y liberarse dentro del irken, adhiriendo su pelvis al cuerpo de Zim, quien jadea al sentir el calor de la semilla dentro de él—. Dios —su cuerpo se estremece por encima del más pequeño cuando se corre tan fuerte que su visión se oscurece y sus brazos estremeciéndose apenas logran sostenerle por las réplicas de su orgasmo.

Zim suspira suavemente debajo del otro, la camisa que robó de Dib está arrugada alrededor de su cintura, su entrada se siente caliente por el abuso y al moverse no puede evitar sentirse increíblemente lleno. El equivalente a su corazón sigue latiendo rápido pero a menor ritmo, está seguro de que hay una marca horrible por la fuerza con la que su cara había estado presionada contra la superficie de la encimera, y su cuerpo está adolorido por mantener la misma posición durante tanto tiempo.

Dib exhala con dureza, tratando de regular su respiración mientras su pecho se eleva y desciende en patrones rápidos. Eventualmente sostenerse con sus propios sus brazos requiere demasiado esfuerzo, por lo que solo se apoya suavemente sobre el cuerpo de Zim, sin llegar a aplastarle, y reposar su frente húmeda contra la nuca del irken en sus brazos.

continuara...