↑ volver arriba everyday - capítulo 3 - akxmin archive
Tú lo sabes, yo lo sé (Parte final)

—Zim —Dib habla sin aliento, mientras coloca besos húmedos sobre el cuello del irken, rozando la carne suave con sus labios. Zim se retuerce ligeramente debajo el peso firme presionado contra su espalda, apretándose involuntariamente alrededor del miembro en sus entrañas cuando se mueve, y arrancando un profundo gruñido desde el pecho del contrario—. Zim

Dib jadea, sintiendo esas estrechas paredes palpitando alrededor de su longitud haciéndole temblar, particularmente sensible a cualquier tipo de movimiento después de su clímax. Zim simplemente ronronea como respuesta, disfrutando la sensación del miembro del otro suavizarse con lentitud dentro de él, se siente inusualmente satisfecho a primera hora del día y se toma un breve momento para analizar su situación actual.

Acaban de follar en el mostrador de la cocina, a las ocho de la mañana, antes de incluso molestarse en desayunar.

Son de lo peor.

Bueno, únicamente el bastardo que sigue dentro de él, pero se entiende el punto.

Tan relajado como se siente y tanto como desearía continuar saboreando la sensación persistente luego de su reciente orgasmo, sus caderas están comenzando a doler debido a la incómoda posición en la que se mantuvo durante tanto tiempo.

—Apártate —el irken se queja después de un momento. Su respiración aún es irregular, pero los temblores en su cuerpo finalmente comienzan a disminuir—. Eres pesado.

Dib ríe profundamente por encima suyo, colocando un último beso en el cuello de su amante antes de alejarse reticente. Acaricia la piel cálida y suave con ternura antes de apartarse de la espalda del otro luego de su letargo, mientras desliza su hombría fuera de ese calor delicioso con un gruñido bajo desde el fondo de su garganta.

Zim está tentado de simplemente patearlo y quitárselo de encima, pero sus piernas se sienten como gelatina, por lo que opta por no hacerlo. Exhala un suspiro entrecortado cuando siente el miembro de Dib deslizarse hacia fuera, estirando sus paredes y pliegues justo antes de retirarse completamente, no está muy seguro si es de alivio o decepción, pero antes de darse cuenta, el otro toma su rostro con dulzura antes de unir sus labios. Zim está demasiado cansado para tratar de resistirse, así que permite el contacto.

Siente a Dib sonreír contra su boca, encantado por lo suave que se vuelve su novio espacial luego del sexo, mientras frota su virilidad contra el lindo trasero del otro, bañado en una capa de miel y semen traslucido en la punta. Cuando se separan, cada uno respirando en la boca del otro, Dib retrocede ligeramente, deslizando sus dedos hacia abajo para abarcar el culo del irken entre sus manos, antes de arrodillarse detrás de Zim.

Separa sus nalgas con ambas manos, mordiéndose la lengua mientras observa el miembro rosado del alíen retorcerse con ligereza ante el aire frío. Y un jadeo destrozado escapa de su boca cuando un sendero viscoso de color blanco comienza a filtrarse desde su agujero, agrupándose alrededor de los pliegues de su entrada antes de gotear lentamente por la parte interna de sus muslos.

Mierda —maldice Dib con brusquedad, casi ahogándose con su propia lengua ante la obscena exhibición. Las caderas del irken se mueven incesantemente bajo su agarre, escucha sus gimoteos agitados escapando de su boca mientras aprieta el agarre sobre la suave carne del contrario antes de tomar una decisión y dirigir su lengua hacia donde tanto desea.

Y Zim tiembla cuando siente la lengua de Dib contra su entrada. Joder, va a matarlo.

El humano presiona su lengua contra la entrada húmeda, maldiciendo interiormente en respuesta al sentir el dulce sabor cubriendo sus papilas gustativas, y luego mueve su lengua más profundamente, lamiendo los restos de su propio semen cubriendo el interior. Sostiene el trasero del otro en sus palmas mientras separa con sus pulgares los pliegues hinchados que rodean la base de la longitud de Zim, deslizando su lengua rápidamente a lo largo de su entrada un momento antes de volver a adentrarse y acariciar las paredes resbaladizas.

Parece que Dib no puede obtener suficiente y trata de empujar su lengua aun más lejos, se siente casi delirar mientras saborea la miel y semen contra el húmedo músculo de su boca. Zim se retuerce en sus manos, temblando pero empujando hacia el rostro detrás suyo porque es intoxicante y la lógica ha abandonado su juicio por completo.

Dib.

El moreno tararea en voz baja, permitiendo a sus dedos acariciar la piel a su alcance con suavidad mientras sigue barriendo su lengua dentro de las paredes resbaladizas saboreando todo, y es sucio, pero también piensa que es la mejor decisión que ha tomado en toda la mañana.

La segunda mejor, follarse a Zim sobre el mostrador de la cocina fue sin duda la mejor de todas.

—¡D-Detente! —grita Zim, porque no puede soportarlo, sus piernas están temblando violentamente y va a desvanecerse si el otro no se detiene.

Dib da una última succión, moviendo su lengua contra las tersas paredes de músculos a su alrededor antes de obedecer y alejarse, lamiendo el desorden descuidado que ha hecho alrededor de la entrada del contrario. Se pasa el dorso de una mano sobre los labios antes de levantarse y colocarse sobre el irken nuevamente, moldeando su torso contra la espalda y el pak de Zim mientras presiona ligeros besos a un costado de su cuello. Leves temblores aun emanan del cuerpo del otro cuando Dib se inclina más cerca, tratando de unir los labios ajenos con los suyos, pero de repente hay una mano con tres dígitos obstruyendo su camino.

—No te me acerques con esa boca —Zim se queja con cansancio, aun jadeante por el esfuerzo pero con un tono de sentencia en sus palabras.

Los ojos de Dib se adelgazan en una sonrisa mientras opta por presionar un suave beso contra la mano frente a él en su lugar, para después alzar su propia extremidad y sostener la delgada mano del irken, entrelazando sus dedos como puede.

—¿Te das cuenta que te besé antes? ¿Justo después de poner mi lengua dentro de ti?

Los ojos de Zim se ensanchan ligeramente, como si apenas acabara de procesar aquel hecho y responde con una expresión descontenta.

—Sí, bueno, eso no cuenta —murmura—. Sabes que el pak de Zim omite muchas cosas antes de venir.

Dib tararea gustoso, bajando su cabeza y descansando su frente contra la del contrario en un gesto suave y cariñoso.

—Como tú digas, Zim.

El alíen gruñe, moviéndose un poco antes de liberarse del fuerte agarre del otro.

—Apártate —reitera, y todo su cuerpo se pone rígido cuando se endereza.

Maldita sea. Este humano y sus inusuales preferencias. Jura que Dib tiene un fetiche por doblarlo sobre cualquier superficie plana que puedan encontrar. Mierda.

Dib se aleja, pero no antes de frotar suavemente su nariz contra una de las mejillas de Zim, quien aborrece tener que admitirlo, pero ver a Dib siendo tan abierto y cariñoso con él hace que la ligereza y el fuerte sentimiento en su pecho se multipliquen diez veces más.

El calor detrás de su espalda finalmente desaparece y Zim se arrepiente de su decisión por un milisegundo antes de obligarse a apartarse del mostrador y–

Va a doler mañana.

Esa bestia.

Mientras, Dib se toma un momento para admirar plenamente la vista de Zim frente a sus ojos, con un profundo sonrojo violáceo en sus mejillas, su propia camisa arrugada alrededor de sus delgadas caderas, la forma en que se endereza con las piernas totalmente inestables bajo su propio peso, y casi se olvida de cómo respirar.

Dib no cree que haya conocido a nadie más hermoso.

Y es todo mío.

Zim gime mientras se levanta, con la columna rígida y la piel cubierta de sudor que no es suyo. Es sucio, se siente dolorido y aturdido y todo es sólo una combinación sumamente desfavorable en conjunto.

Hace una mueca cuando siente la viscosidad entre sus muslos y deja escapar un gruñido abatido porque todo lo que quería al despertar eran sus malditos waffles, no tener el semen de su novio goteando por sus piernas a primera hora de la mañana. Zim frunce el ceño, lanzando una mirada ostentosa en dirección del joven humano, trasmitiendo un silencioso mensaje de esto es culpa tuya, bestia insaciable.

Y Dib parece descifrar su mensaje tácito sin problemas porque el bastardo sonríe. Él le sonríe. Vaya audacia la de este humano.

Necesita encontrar un novio de reemplazo lo antes posible.

 

(—Sólo acéptalo, nunca vas a encontrar a nadie como yo, nadie es tan bueno como yo.

—¿Escuchas las palabras que salen de tu asquerosa boca, sucio pedazo de–

—Nadie con un pene así tampoco, ¿quién más te va a follar hasta hacerte llorar y…

—Termina esa frase y Zim jura que te meterá el puño por la garganta.

—Oh, sádico.)

 

—Borra esa mirada en tu cara, humano —Zim gruñe porque su culo duele, sus piernas están cubiertas del semen de su novio y todavía no tiene sus waffles de mierda. Acabará con Dib… pero después de asearse. Y de sus waffles por supuesto.

La sonrisa de Dib sólo se profundiza, Zim observa el regocijo bailando en esos orbes dorados y realmente trata de enfadarse, de verdad lo hace, pero la forma en que el otro lo está mirando —con un afecto no adulterado eclipsado en su mirada, y una sonrisa que se extiende a cada lado de su rostro— hace que su determinación se rompa y caiga a sus pies.

Zim es débil.

Y cada vez encuentra más difícil que aquello le importe.

Maldice al otro silenciosamente en su cabeza, sintiendo la espalda y el culo adoloridos conforme comienza a moverse. Prácticamente puede sentir los ojos del humano acariciar su figura y le arroja una mirada mordaz sobre su hombro a Dib.

—Voy a limpiarme, no, no vendrás con Zim porque ambos sabemos lo que pasará. Y —enuncia, presionando un dedo contra el pecho del otro con firmeza, negándose a mirar hacia abajo porque no hay forma en que permitirá que Dib ponga su polla dentro de él de nuevo… al menos no antes de los waffles—. Prepáranos unos malditos waffles, estoy muriendo de hambre.

El joven humano le sonríe, tanto divertido como cariñoso, y Zim tiene que morderse la lengua para no decir algo estúpido como deja de ser tan estúpidamente lindo cuando estoy tratando de enfadarme contigo.

—Lo que desee su alteza.

Zim rueda los ojos, golpeándolo ligeramente en medio de su pecho, disfrutando el leve gruñido de dolor escapar de los labios de su novio.

—Y no vayas a quemarlos.

Ahora es el turno de Dib de rodar los ojos, inclinándose para recoger sus boxers y pantalones antes de deslizarlos en su cuerpo fácilmente. Zim está en parte ofendido porque el otro no parece tener problemas para moverse. Maldito.

—Tienes tan poca fe en mí, Zim —responde con aflicción fingida y no, a Zim no le parece entrañable—. ¿Sabes? la confianza es un aspecto integral de cualquier relación.

Zim se ríe, trata de permanecer inmutable, pero las esquinas de sus labios se alzan con peculiaridad. ¿Por qué aceptó salir con este humano en primer lugar?

Los labios de Dib se contraen y sus ojos brillan con diversión, pero hay un tinte de algo más que logra atrapar a Zim con la guardia baja cada vez que aparece. El irken vuelve su rostro, apartándose del contrario, porque sus mejillas pueden o no estar impregnadas con un tinte casi azulado.

Claro, por eso.

Hará lo que sea necesario para asegurar que Dib mantenga ese mismo brillo radiante en sus ojos.

Aún percibe los iris del contrario brillar con genuina alegría y Zim se prepara, porque sabe que lo que está a punto de salir de la boca de su novio probablemente va a ser perjudicial para su salud mental. Escucha el otro reír brevemente y sacude la cabeza, listo para dirigirse hacia su laboratorio y asearse, pero antes de que pueda dar un paso, siente una mano rodeando su muñeca con suavidad.

Mira de reojo a Dib y, a pesar del júbilo que emana de las de sus orbes dorados, hay algo profusamente cariñoso inscrito en sus rasgos.

Zim sabe que es una causa perdida.

—Oye…

Mira a Dib con firmeza, pero su mirada se suaviza mientras observa al otro en silencio.

—Te quiero.

Zim ha logrado entender con creces la era de los clichés adolescentes y las relaciones románticas, pero cree que su equivalente a un corazón podría haberse detenido por un instante contra su pecho. Sus mejillas se sienten tibias y vuelve a mirar hacia otro lado, porque Dib siempre ha sido intenso, tan abierto y honesto con su afecto por él mientras que Zim aún trata de entender y corresponder aquellas emociones tan abrumadoras.

—Humano idiota —él murmura, ignorando el toque carmesí que debe ser muy visible a través de sus mejillas.

Claramente, todavía tiene un gran camino por recorrer.

Dib simplemente ríe suavemente en respuesta, porque escucha lo que el otro no dice y entiende lo que realmente trata de decir. Sabe que a pesar de que el irken sigue intentando ser sincero con sus palabras, todo lo que necesita saber se deriva de las pequeñas cosas y momentos que comparten, en cada pequeña acción mundana que le dice exactamente lo que Zim en verdad siente por él.

Dib no necesita que lo ponga todo en palabras, porque le hace sentir aquello que no necesita ser dicho cada día.

Eso siempre ha sido más que suficiente.

Él sonríe, llevando los nudillos del otro a sus labios antes de presionar un beso allí, el contacto es tan suave, tan íntimo que el aliento de Zim, su corazón, se detiene en su pecho nuevamente, de una manera que sólo el otro podría lograr. Echa de menos esa sensación cálida cuando finalmente Dib lo deja ir, instándole a dirigirse abajo. Zim cede, murmurando una última advertencia sobre sus waffles antes de salir lentamente de la cocina.

Pero detiene cuando llega a la entrada, mirando hacia atrás antes de susurrar suavemente.

—Oye…

Dib se detiene.

—Yo también.

El humano parpadea antes que su expresión cambié a algo que hace que el squeedly spooch del irken cosquillee con ternura. Esos hermosos ojos se curvan en una sonrisa y Zim piensa que el otro ha sabido aquello todo el tiempo. Agradece tanto haber encontrado a alguien que entiende lo que dice, incluso cuando no dice nada en absoluto.

Lo .

fin.