↑ volver arriba i'm soft for you - capítulo 1 - akxmin archive
Soft Melting (Parte 1 de 2)

Nero tiene la mala costumbre de querer hacer más de lo que en realidad puede manejar.

Desde su niñez, y tal vez siendo ligeramente influenciado por el mayor de sus hermanos, detestaba sentirse débil. Y Nero consideraba una señal de debilidad el admitir que algo quizá fuese demasiado para él, por lo que esa absurda idea fue la razón por la que Nero terminó eligiendo dos especialidades totalmente diferentes; Ingeniería Mecánica, y Composición.

Ocho clases, sumando su ocupación temporal en uno de los laboratorios —cortesía de Nico, quien no dejó de molestarlo hasta aceptar ayudarla con uno de sus ridículos proyectos que solían durar semanas enteras—, y un trabajo a tiempo parcial como mezclador de música para el locutor del programa nocturno del radio de la universidad. Lo que significaba que no tenía suficiente tiempo para una de las necesidades fisiológicas más importantes: dormir.

Por lo que mientras hubiera una mesa vacía y nadie causara un alboroto, la biblioteca era un buen lugar para tratar de dormir un poco. El único inconveniente era quizá que sus dos hermanos también frecuentaban la biblioteca, pero era eso, o tener que caminar hasta su maldito dormitorio que estaba al otro lado del campus. Afortunadamente, hoy es martes y significa que ambos tienen clases, por lo que al fin tendrá algunas horas para poder dormir sin interrupciones.

Lo único que quería era un poco de maldita paz y tranquilidad.

—¡Nero!

Pero nunca ha sido un hombre con suerte.

Dante es un buen hermano, o al menos la mayor parte del tiempo, pero en opinión de Nero llama demasiado la atención para su gusto. Como ahora, mientras lo observa agitar las manos y ganándose varias miradas, como si Nero no pudiera verlos o dónde encontrarlos exactamente. Hay una mesa más o menos oculta en el segundo piso de la biblioteca, cerca de la sección de historia, que rápidamente convirtieron en su lugar de encuentro no-oficial.

Hoy, los gemelos ya están ahí. Dante holgazaneando como es habitual, con sus libros esparcidos por toda la mesa en completo desorden. Según Dante, se queda solo para molestarlo a él y a Vergil, porque no tiene nada mejor que hacer. Vergil, en cambio, está escribiendo rápidamente con sus ojos yendo y viniendo desde la libreta a lo que Nero reconoce como un libro de la clase de ciencias.

—Mierda —sisea Nero, quitándose los auriculares y dejándose caer en una de las sillas que aún quedan libres, arrojando su mochila al suelo—. Es una maldita biblioteca, Dante. Se supone que debes estar en silencio.

Como de costumbre, el nombrado ignora cualquier comentario reprobable de su hermano menor.

—Anímate, hermanito. Tu novio está aquí hoy.

Oh.

Porque a Nero también le gustaba frecuentar la biblioteca debido a un bibliotecario en particular. Lo llaman V, trabaja por turnos en el segundo piso y también es un estudiante de segundo año.

Casi todos los días lo observa recorriendo los pasillos con varios libros en sus brazos y empujar sus gafas con sus finos dedos cuando resbalan del puente de su nariz. Es delgado y más alto que Nero por escasos centímetros, a veces puede ver los tatuajes que recorren desde la piel de su cuello y más allá de sus hombros cuando lleva puesta una prenda varias tallas más grandes. Tiene suave cabello negro, y ojos de una tonalidad verde que se estrechan con ligereza al mismo tiempo que unos labios aún más perfectos al trazar una de sus sonrisas…

Bien, quizá Nero le haya estado prestando demasiada atención a V últimamente.

Atención que por supuesto, no pasa desapercibida a ojos de los gemelos. Especialmente Dante, quien varias veces atrapó a Nero y al bibliotecario mirarse furtivamente cuando el otro no lo hacía. Pero esos son detalles para más adelante.

Nero puede sentir las puntas de sus orejas comenzando a enrojecer, por lo que solo oculta su rostro entre sus brazos sobre la mesa. Dante es un buen hermano, pero a veces realmente lo detesta.

—Te lo perdiste —continúa Dante, totalmente ajeno al hecho de que Nero prefiere no hablar del tema—. Estaba ordenando unos libros en los estantes de abajo y en serio, su lindo trasero–…

—Cierra la boca —sisea, mirando a su alrededor para asegurarse de que dicho bibliotecario no estuviera al alcance del oído. Al parecer no se encuentra en ningún lugar a la vista, lo cual está más que bien. Los pervertidos comentarios de su hermano no deberían siquiera estar cerca suyo. Dante se reclina hacia atrás sobre su silla y hace un puchero, cruzando los brazos.

—¿Qué? ¿Estoy hablando demasiado fuerte? —dice, aumentando el volumen al final de la oración, para enfatizar su punto.

—Dante, te juro por Dios… —Nero amenaza, pero la frase es interrumpida por un ruido ahogado de sus propios labios, cuando una silueta familiar y de cabello negro camina para rodear una de las estanterías cercanas.

V está impecable como siempre, incluso si su cabello luce un poco más mullido y desordenado de lo normal, como si hubiera estado pasando sus dedos varias veces a través de las hebras. El suéter a rayas color negro y azul que lleva puesto parece demasiado grande en su esbelta figura. Nero no puede evitar sentirse un tanto ofendido, porque el cuello de este suéter en particular es tan ancho que la prenda casi pende de uno de los hombros de V.

¿Quién mierda podía permitir algo así?

Luego de volver a ser consciente de que está mirando como un idiota y con la boca abierta, Nero aprieta su mandíbula fuerza y mira a Dante. Vergil sigue ignorando todo lo que está ocurriendo y no es justo que él sea el único afectado.

—¿No tienes clase?

Dante juega distraído con la pantalla de su móvil y solo se encoge de hombros.

—Sí, en un rato, pero quiero quedarme aquí, es más divertido —una pequeña sonrisa adorna sus labios y debajo de la mesa cruza una pierna sobre la otra—. ¿Debería hablar con él por ti?

Tiene una visión bastante buena y por eso Dante puede ver al bibliotecario mirando hacia su mesa desde su posición detrás de una de las estanterías. Luego vuelve a enfocarse en Nero.

—Él te está mirando. ¿Por qué no le pides ayuda para buscar algún libro aburrido que tengas que leer?

Nero frunce el ceño, negándose totalmente a mirar a V y, en cambio, solo deja caer su cabeza contra la superficie fresca de la mesa.

—Está bien. Si no te interesa, creo que yo podría hacerlo.

Dante es un cabrón.

—Mantén tus asquerosas manos lejos de él, hermano —advierte Nero. V es demasiado puro para los gustos de Dante, quien casi parece querer follarse cualquier cosa que pueda moverse.

De repente, se escucha un audible golpe en toda la sala y Nero voltea su mirada justo a tiempo para ver en el piso la pila de libros con la que V estaba trabajando.

—Si eso no te parece una señal —Vergil finalmente rompe el silencio, mientras guarda sus libros—. Entonces debo estar imaginando cosas.

Dante se ve tan emocionado que parece que la mañana de Navidad se le ha adelantado, pero solo imita a Vergil y también guarda sus cosas.

—Tengo que irme, es una lástima. Pero V podría necesitar algo de ayuda.

Y es verdad. Cuando Nero escatima una breve mirada, grave error por cierto, V se encuentra agachado sobre la pila de libros dispersos en el suelo, mostrando perfectamente su lindo trasero cortesía de unos jeans azul oscuro muy bien ajustados. Maldiciendo en voz baja, Nero se remueve con ligereza en su silla antes de levantarse y dirigirse lentamente hacia el bibliotecario.

Una vez que alcanza una distancia prudente, se aclara la garganta esperando no sobresaltarle.

—¿Necesitas ayuda?

A pesar de la precaución de Nero, V parece sorprenderse al escuchar la repentina voz detrás suyo, porque trata de levantarse e inevitablemente se golpea la cabeza contra el estante superior.

—Maldición… —V murmura, enderezándose y reajustando sus gafas con una de sus manos, mientras que la otra frota su cabeza en el área del golpe. Se da la vuelta y parpadea, mirando fijamente el cabello de Nero por un instante antes de bajar la mirada y que los ojos de ambos se encuentren.

Otro grave error.

V siente un rubor extenderse por sus mejillas y aparta su mirada del otro rápidamente, exhalando un suspiro.

—Eso fue… realmente vergonzoso —el estudiante se inclina y comienza a recoger los libros, deseando interiormente poder desaparecer y luego arrojarse por la escalera del segundo piso—. No tienes que ayudar, los libros estaban en orden de autor y tendrías que revisarlos.

—No me importa, de verdad —Nero se agacha y también comienza a recoger algunos de los libros dispersos más allá del alcance del bibliotecario, revisando los laterales y clasificándolos según el autor. V no se molesta en debatir, así que simplemente vuelve a organizar los libros desde el principio.

Un silencio un tanto incómodo está flotando en el aire y V se aclara la garganta una sola vez cuando casi terminan.

—Gracias… por la ayuda —dice V dócilmente, mirando a Nero por sobre la montura de sus gafas, antes de desviar sus ojos hacia los libros casi totalmente ordenados en el suelo.

—No es nada —Nero, definitivamente, no sintió a su corazón saltarse un latido.

Cuando el último libro finalmente es agregado a la pila, Nero piensa que lo mejor sería regresar a la poca seguridad que sintió que su mesa le ofrecía. Pero al parecer su boca tenía otros planes.

—Soy Nero por cierto —deja de hablar, idiota.

El otro estudiante se levanta y lleva la pila de libros a sus brazos, Nero no puede evitar preguntarse cómo se las arreglaba para levantar ese peso.

—Lo sé —dice V, mientras desliza un libro en uno de los espacios de un estante a su izquierda—… Disculpa, eso debe haber sonado espeluznante —sonríe ligeramente y Nero se queda observando los labios de V por demasiado tiempo—. Haces música, ¿verdad?

—Oh, sí. Más o menos —Nero no puede evitar sentirse un tanto extrañado—. Solo a tiempo parcial para la radio de la universidad, y a veces en fiestas. Aunque es algo raro que me conozcas.

V se encoge de hombros y deja que su cabello oculte parte de su rostro mientras continúa colocando los libros en la estantería. Sabe que se está sonrojando y no quiere que Nero lo vea. Había hecho el ridículo hace un momento y prefiere mostrar la faceta algo insegura con la que está un poco familiarizado.

—Bueno, escuché sobre ti en una fiesta hace poco, y alguien dijo que trabajabas con uno de los locutores de la estación… Además, Dante es bastante ruidoso cuando grita tu nombre en la biblioteca.

Cierto, Dante en su máxima expresión. El típico hombre popular en la universidad, y aunque tanto Vergil como él prefirieran pasar desapercibidos, era gracias a su extrovertido hermano que casi todos en el campus estaban familiarizados al menos un poco con los hermanos Sparda.

—Realmente no pareces el tipo al que le gusten las fiestas —es lo que Nero elige decir, al mismo tiempo rebuscando en su cerebro tratando de recordar en qué fiesta podría haber visto a V. Su comentario gana una risa momentánea a cambio y el corazón de Nero se acelera ante el sonido.

—Puede que sea un nerd de biblioteca, pero me gusta tener la oportunidad de ir a fiestas —V lo mira fugazmente con una sonrisa en los labios, mientras coloca el resto de los libros en sus espacios designados.

—Ya sabes lo que dicen de los tranquilos —¿qué mierda te pasa? Nero se patea internamente. Bastó con un breve intercambio de palabras para que V atravesara sin problema la actitud tan genial y de vete a la mierda que había adoptado desde la escuela secundaria—. Bueno, dejaré de molestarte. Parece que estás bastante ocupado.

—Está bien, supongo que te veré por aquí —inquiere el otro, con los labios aún ofreciendo una ligera sonrisa.

—Claro, nos vemos.


Más tarde, Nero finalmente pudo dormir un poco.

Cuando despierta, ya está oscuro afuera, y nada es más desconcertante que tomar una siesta a la luz de la tarde para despertar horas después en plena oscuridad. Incluso las luces de la biblioteca están atenuadas, y cuando Nero frota sus ojos para borrar los rastros de somnolencia con el dorso de su mano, se da cuenta que no hay nadie ahí.

Lentamente, y ahogando un gemido, se levanta, cargando su mochila que había estado usando como una almohada improvisada. Está tan silencioso que incluso puede escuchar su propia respiración mientras baja las escaleras. En el primer piso, hay una mullida cabeza de cabello oscuro que se mueve alrededor del área de computadoras, apagando los monitores a su paso.

Cuando V alza la mirada y ve a Nero, esta vez no se asusta y hace una ola de saludo con una mano.

—Oh, despertaste. Iba a hacerlo luego de apagar todo aquí abajo.

V continúa moviéndose entre los monitores hasta que todas las computadoras están apagadas, las lámparas del techo son la única fuente de luz alumbrando el primer piso de la biblioteca. V se aleja del escritorio y tamborilea sus dedos contra la madera.

—No logro imaginar cómo puedes dormir en esas mesas incómodas.

—Mis hermanos siempre me mantienen despierto —explica Nero—. Además mi dormitorio está al otro lado del campus y soy demasiado perezoso para ir.

El bibliotecario asiente ligeramente en comprensión, alejándose de la mesa y dirigiéndose hacia la recepción. Estira una mano al costado, alcanzando un juego de llaves y girándolas alrededor de su dedo.

—¿Nos vamos?

Nero sigue al chico más alto, estremeciéndose con ligereza ante el aire fresco de la noche una vez que ambos salen de la biblioteca.

—Siento retrasarte. No pensaba dormir tanto tiempo.

V no se queja, por lo que sacude la cabeza, girando la cerradura de la puerta principal para asegurarse de haberla cerrado correctamente. Satisfecho, se da la vuelta y sigue a Nero a través de la cuadra. Caminan en tranquilo silencio hasta llegar a una intersección y V se detiene.

—Bueno… mi dormitorio queda por este lado. ¿Debo asumir que te veré en la biblioteca de ahora en adelante?

—Por si no lo has notado, esa es mi mesa no-oficial, así que asegúrate de que no haya nadie más ocupándola.

V se ríe.

—Entiendo. Buenas noches, Nero.

Nero lo observa alejarse y se siente a sí mismo sonriendo como un idiota. Si Dante estuviera aquí para verlo, nunca dejaría a Nero vivir tranquilo.


Ahora que rompieron el hielo, Nero tiene la costumbre de pasar todo el tiempo que puede en la biblioteca.

A veces V no está allí, pero la mayor parte del tiempo, Nero duerme hasta que el último estudiante desaparece, y tiene la costumbre de esperar a V mientras éste cierra la biblioteca, luego camina con él por la calle hasta que se separan y cada uno se dirige hacia sus respectivos dormitorios.

Cada uno aprendió muchas cosas sobre el otro. El tipo de música que les gusta, pasatiempos, mascotas, comida favorita y todo tipo de cosas extrañas que descubrieron tenían en común.  Por supuesto, Dante se burla de Nero sin piedad y hace todo tipo de gestos sugestivos cuando V no está mirando. Dicho esto, Nero prefiere los momentos cuando puede estar solo —es decir, solo con V— sin la presencia adicional de su molesto hermano.

Cuando el día es lento, a veces V revisará con él algunas de las tareas que Nero tiene para sus clases. A Nero gusta verlo trabajar, sabe que V se muerde el labio inferior cuando está concentrado y que sus cejas se fruncen cuando algo le molesta. Le parece tan terriblemente adorable que Nero teme hacer algo muy vergonzoso, como besar a V cuando lo ve fruncir el ceño y morderse los labios a la vez.

Realmente debería renunciar a su supuesta imagen de chico malo.

Y Dante rápidamente se da cuenta del cambio, porque es demasiado obvio que se gustan. Los ve intercambiar miradas cuando V pasa cerca de su mesa, y a Nero mirando al bibliotecario por donde quiera que va.

Así que ahora, y solo para ser un bastardo al que le gusta divertirse a costa del sufrimiento de su hermano menor, Dante decide comenzar a hacer un poco de alboroto; mastica su comida audiblemente, golpea sus libros de texto contra la mesa y otras cosas para hacer tanto ruido como le sea posible para llamar la atención de V hacia su mesa.

Mientras, Nero ya puede sentir un dolor de cabeza comenzando por detrás de sus ojos. Por lo general, Vergil está ahí como hermano mayor para moderar su temperamento y controlar a su gemelo, pero mañana tiene un examen demasiado importante como para tratar de estudiar al lado de la infantil actitud de Dante, según sus palabras, y por lo tanto, no está aquí.

—Dante, joder —gruñe Nero, estrellando una de sus palmas sobre el libro de texto de álgebra de Dante, inmovilizándolo en su lugar—. Te juro que si no te sientas y te callas…

—¿Puedes guardar silencio por favor?

Tanto Dante como Nero giran sus cabezas para encontrar la fuente de la voz y, a solo unos pasos de distancia, está V, con las gafas colocadas sobre su cabeza —Nero aprendió que solo eran gafas de lectura y que V puede ver perfectamente bien sin ellas—, un vaso de café en sus manos y Nero ve que es del Starbucks justo al lado de la biblioteca.

—Estoy hablando contigo, Dante.

—Lo siento, V —Dante no lo lamenta en absoluto—. ¿Fuiste a Starbucks y no preguntaste si queríamos algo? Que grosero.

Nero realmente desea que la tierra se abra y se lo trague, pero el destino no parece estar de su lado hoy. V mira la taza en sus manos y luego de vuelta a Dante.

—Bueno, tal vez si dejaras de actuar como un niño, tendría en consideración llevarte —él dice, pero sus labios forman una media sonrisa como para suavizar el golpe.

V no solo era malditamente lindo, sino que tenía el descaro suficiente para hacer que incluso alguien como Nero se sintiera orgulloso.

—Pensé que nos querías —se queja Dante.

Nero encoge de hombros mientras mira a V, casi diciendo: lo siento, trato con ese bastardo todo el tiempo.

—Te querré cuando dejes de hacer un alboroto en mi biblioteca —suelta V, sus ojos están llenos de genuina alegría mientras observa el entusiasmo inicial de Dante desapareciendo lentamente.

Es agradable lo fácil que V es capaz de interactuar con ellos, comenzando a abrirse paso lentamente entre los excéntricos hermanos de Nero. Pero todo ocurre de una forma tan natural, que a veces Nero tiene que detenerse un momento y recordar que hubo alguna vez cuando no era tan sencillo bromear y hablar con V.

—Está bien —Dante suspira con dramatismo y la voz apagada—. Sé cuando realmente alguien no me quiere.

V lo ignora a propósito mientras bebe un sorbo de su café. Todavía está un poco caliente pero tan no abrasador como para quemar su lengua. Vuelve su cabeza lejos de Dante y mira a Nero.

—¿Aún quieres ayuda con esa pieza de composición?

A veces, en sus noches en la biblioteca, Nero tenía algunas tareas de composición en las que quería una segunda opinión proveniente de alguien en quien confiara —sus hermanos idiotas no contaban en esa lista—. V ayudó a Nero quizá un par de veces, marcando la diferencia entre una tarea completa o incompleta.

V no está en clase de composición, pero él está en clase de Literatura —y en muchas otras, obviamente, pero Nero no puede recordar porque todo el tiempo estuvo mirando fijamente el rostro de V y realmente no prestó atención a sus palabras—. Nero escuchó a V recitar cosas tan profundas como fuera de su comprensión, a menudo lo hacía cuando estaban solos o cuando V se perdía entre los estantes de la biblioteca. Le encanta su voz, pero no debería estar pensando en eso en este momento.

Nero asiente con la cabeza, pero sabe que hoy estarían cortos de personal en la biblioteca. V se había quejado de eso hace unos días.

—Sí, pero sé que hoy estás ocupado. Puede esperar.

V suspira y alza su mano para ponerse las gafas que antes estaban sobre su cabeza, corriendo sus dedos a través de su cabello de forma descuidada, y acomodando las gafas sobre el puente de su nariz para que no estén torcidas después.

—Tienes razón. Debería ponerme a trabajar… Nos vemos luego.

Asiente brevemente a Nero y Dante antes de irse y desaparecer detrás de una de las estanterías, baja las escaleras antes de registrarse y comenzar a trabajar.

Un par de personas se reportaron enfermas, y aunque administrar una biblioteca puede no parecer un trabajo muy ocupado, acaba de recibir nuevos envíos de libros para el próximo semestre que debe comenzar a descargar de las cajas y ordenar. Le tomará tiempo poder conversar con Nero. Frunce el ceño.

Pero aun así pueden pasar tiempo juntos más tarde. Solos. De noche– haciendo sus tareas porque V, deja de pensar como un adolescente entrando a la pubertad.

Este trabajo es más difícil ahora que está enamorado.


Como de costumbre, Nero se queda hasta la hora de cierre, dormitando en la superficie de su mesa, roncando suavemente, hasta que una mano en su hombro lo despierta.

Las luces están bajas, la mayoría apagadas, pero crean un halo de luz detrás la cabeza de V que lo hacen parecer un ser de otro mundo.

—¿Ya está cerrado? —la lengua de Nero se siente pesada en su boca y por alguna razón de repente es muy consciente de su propio y desalineado aspecto.

V parece cansado, más físicamente debido a todo el trabajo cargando libros que realizó durante el día. Sin embargo, sostiene dos tazas de Starbucks en sus manos, una de ellas sin duda reservada para Nero.

—Sí, pero salí hace un rato para comprar estos. Pensé que los necesitaríamos.

Eres un ángel.

Nero toma la taza, saboreando el calor entre sus palmas un breve momento. Después de unos cuantos sorbos, Nero se siente mucho más despierto que antes y se apresura a sacar su computadora portátil.

—Está casi terminada, pero quisiera… creo que le falta algo.

El archivo tarda un segundo en cargarse y Nero le pasa los auriculares cuando V se sienta a su lado, quien se sonroja ligeramente cuando se acomoda en la silla a lado suyo. Deja su vaso sobre la mesa para recibir los auriculares y los coloca sobre su cabeza antes de hacer clic en el botón de play, reclinándose en su silla mientras escucha la pista.

Cuando termina, V se quita los auriculares con suavidad y sacude la cabeza para arreglarse el cabello. Dirige uno de sus dedos hacia sus labios en un gesto pensativo, cuando se le ocurre algo que podría ayudar a Nero a descubrir lo que le molesta sobre aquella pista en particular.

—Creo que solo necesitas ajustar la música alrededor del coro para complementar la letra. Pero creo que es perfecto —murmura al final, devolviéndole los auriculares al contrario—. La mayoría de tus composiciones lo son…

Nero sonríe en respuesta y se inclina hacia adelante con entusiasmo, invadiendo el espacio personal de V mientras arregla la sección, según él, tan problemática de la pista. El anterior cumplido de V es dicho justo sobre su cabello sin darse cuenta y ni siquiera nota lo cerca que están ahora, con sus piernas rozándose por debajo de la mesa.

—Creo que sé lo que hace falta —reflexiona, jugueteando y experimentando con los ajustes hasta que una amplia sonrisa cruza su rostro—. ¿Qué piensas de esto?

V está a punto de tomar un sorbo de su café con leche cuando le entregan los auriculares con entusiasmo y casi escupe su bebida, riendo cuando Nero se lo arrebata de las manos y coloca los auriculares sobre su cabeza. La canción fluye mejor ahora que el problema se resolvió y V asiente en aprobación, antes de quitarse los auriculares, sonriéndole a Nero.

—Es perfecto.

Nero toma los auriculares, y cuando las puntas de sus dedos rozan los más largos y delgados de V, se congela. No debería ser algo raro, Nero no debería estar haciéndolo parecer raro. Pero puede sentir su corazón latiendo salvajemente contra su garganta, en sintonía con lo cerca que realmente están. Incluso en la tenue biblioteca, Nero probablemente podría contar todas y cada una de las pestañas de V si quisiera.

—Eh, gracias —murmura, demasiado ensimismado ante la vista para pensar siquiera en moverse, aun sosteniendo los auriculares en el escaso espacio entre ellos.

V no aparta sus dedos, y no retira los suyos cuando Nero finalmente habla, tal vez debería, pero ninguno de los dos se está alejando. Ambos se acercan unos centímetros sin darse cuenta, y V prueba el sabor del café en los labios de Nero cuando se besan.

Es inevitable y, aunque ninguno de los dos sabía qué esperar, ambos simplemente se derriten ante el contacto. Los auriculares caen al suelo, pero a Nero no le importa, está demasiado ocupado porque este es un momento que había estado imaginando una y otra vez en su cabeza. Ni siquiera su fantasía más vívida podría siquiera compararse con la realidad que es besar a V.

Su boca es suave, cálida, tal como Nero pensó que sería. Necesita cada onza de autocontrol para no profundizar el beso, pero Nero no puede evitar deslizar una mano hacia arriba, ahuecando un costado del cuello y la mandíbula de V para inclinarlo un poco más, sintiendo el pulso zumbando como las alas de un colibrí bajo la piel de su mano.

V quiere estar más cerca y está tentado a simplemente pasar su pierna por encima de la cadera de Nero y sentarse en su regazo para continuar con el beso, pasar sus brazos alrededor de su cuello y dejarse ir, pero ya se siente sin aliento y eso sin duda sería un poco extraño. Entonces, él rompe el contacto.

Sus gafas chocan contra la nariz de Nero, provocándole una risa aireada y vacilante, mientras mantiene su rostro presionado contra una de las mejillas de Nero.

—Uhm…

Nero está un poco aturdido, pero retira sus manos como si el contacto lo quemara.

—Mierda, lo siento, debería haber preguntado–

—N-no, ¡está bien! Me… —V nunca tartamudea, es algo que Nero ha notado, a menos que esté nervioso o cansado. Se aleja de Nero, e incluso en la penumbra, cualquiera podría ver el suave rubor en las mejillas de V—. Me gustó…

Se siente devuelta en la escuela secundaria. Se siente emocionado y ansioso al mismo tiempo, casi con miedo de volver a hablar y romper la atmósfera entre ellos aún más. Pero no puede evitar pensar que podría pasar una eternidad rememorando el beso de  V, quien se ve aún más hermoso con los labios ligeramente hinchados y las mejillas rojas.

—A mí también —finalmente dice.

Pasan un minuto solo mirándose el uno al otro en silencio, esperando que algo suceda para interrumpirlos, como por ejemplo: Dante o el sonido de libros cayendo, pero tal cosa no sucede. V siente su corazón latiendo demasiado fuerte por el pulso en su garganta y repentinamente parece que está ahogándose. Se aleja completamente, la silla rechina en el tenso silencio mientras se aleja de Nero y regresa a su lugar original.

La situación es demasiado incómoda, demasiado tranquila, y los instintos de huida de V de repente se disparan.

—U-uhm… —V tartamudea, se quita las gafas y pretende limpiarlas con su suéter, evitando el contacto visual directo con el contrario—. ¿Tienes… tienes alguna otra tarea con la que necesites ayuda?

Por alguna razón Nero siente que está acorralando a un animal asustado, y se inclina hacia atrás para darle algo de espacio a V. En el fondo de su mente, Nero se pregunta si hizo algo malo.

—No —admite, deseando tener algo más que pudiera mantenerlos juntos más tiempo—. Ese proyecto me estaba volviendo loco. Ahora solo debo prepararme para los finales.

V se pone las gafas de nuevo y alcanza su café. Nunca se ha sentido tan terriblemente nervioso y distante como hace ahora, pero empieza a creer que quedarse allí solamente empeorará las cosas. Antes de que se dé cuenta, ya está levantándose de su silla, tropezando con sus propios pies torpemente.

—Lo siento, estoy cansado —V ríe débilmente, y sí, tal vez está demasiado cansado incluso para pensar.

—Oh, está bien —Nero trata de ignorar la sensación de vacío en su estómago—. Sí, vamos.

Después de recoger sus cosas, Nero sigue a V escaleras abajo, esperando a que cierre las puertas como de costumbre. V saca las llaves de sus bolsillos y cierra con éxito todas las puertas con Nero esperando detrás de él. Cuando termina, V guarda sus llaves y sus manos pican por debajo de su suéter con incomodidad cuando comienzan a caminar.

El aire se siente pesado entre ellos, como si una niebla brumosa los separara, y el silencio solo aumenta la tensión flotando a su alrededor.

Cuando llegan al lugar donde toman caminos separados, V gira la cabeza para mirar a Nero con timidez. Admira el rubor de las mejillas de Nero y la inusual pero seductora mirada de esos ojos en la medianoche lo traen devuelta a tierra firme.

—¿Nos vemos mañana? —cuestiona V en voz baja, preguntándose en silencio si Nero se dará cuenta del tono ligeramente esperanzado en su voz.

—Claro, hasta mañana.


Al día siguiente, Nero está de pie en frente de la biblioteca mucho más tiempo del necesario después de clases.

No durmió nada en toda la noche. Dio vueltas y giros alrededor de las sábanas, repitiendo el suceso de la noche anterior una y otra vez en su cabeza. Una parte de él ni siquiera quiere entrar, pero la parte más fuerte y obstinada de él lo obligan a pasar. Dante y Vergil ya lo están esperando en su mesa en el segundo piso, pero V no está por ninguna parte. Sin estar de humor para las travesuras de Dante, Nero rápidamente se pone los auriculares y se entierra en sus apuntes.

El tiempo pasa y V aún no se vislumbra por ninguna parte, por lo que Dante se entromete en la situación.

—¿Dónde está V? —murmura, empujando la cabeza de Nero con un dedo hasta que este maldice y empuja el brazo de Dante. Ligeramente ofendido, Dante bufa y se aleja de él, decidiendo molestar a Vergil en su lugar.

Mientras tanto en el primer piso, V está demasiado nervioso para simplemente subir las escaleras y tener que enfrentarse a Nero con sus hermanos alrededor. Quiere hablar con él cuando los dos se vayan, o quizás cuando estén solos en la biblioteca otra vez, porque quiere disculparse por su comportamiento la noche anterior.

V nunca ha estado enamorado de esta forma y no sabe cómo lidiar con ello.

Así que el bibliotecario permanece en el primer piso en la recepción —algo que realmente no le gusta porque Nero no está allí, pero al menos puede hacer sus tareas con tranquilidad— durante la mayor parte del día, pero se asegura de estar atento a cualquier figura con cabello inusualmente blanco tratando de salir de la biblioteca.

Pasan algunas horas, y luego Dante y Vergil bajan las escaleras juntos, ambos con mochilas colgadas de los hombros. Dante ve a V pero solo levanta las cejas. Después de indicarle a Dante que siguiera adelante, Vergil se encamina hacia la recepción.

—Curioso… —comienza, colocándose delante del escritorio directamente frente a V—. Nero estaba buscándote.

V se muerde el labio y parpadea.

—Vergil…

—Pero eso ya lo sabías, por supuesto —suspira y sostiene el puente de su nariz entre sus dedos—. Lo estás evitando. Supongo tiene algo que ver con mi hermano llegando anoche pareciendo un perro apaleado.

V siente como si alguien le arrebatara el aire.

—No es eso —se queja—. La secretaria a cargo no está aquí y me pidieron que tomara su lugar. Además hay algunas tareas que quería adelantar, así que me disculpo por no ir a su mesa a saludar.

Vergil reflexiona sobre esto durante un largo momento, con los ojos clavados en los de V, como si estuviera viendo su alma.

—Bien —dice finalmente—. Habla con mi hermano cuando tengas un descanso. Hoy se ve especialmente patético y no quiero tratar con un niño deprimido otra noche en mi dormitorio.

Los hombros de V se desploman ante esa afirmación y esboza una sonrisa muy débil, pero creíble.

—Lo haré —responde con seguridad, aunque Vergil ya haya dado media vuelta y se encaminara hacia la salida.

Definitivamente irá a hablar con Nero, ahora que sabe lo molesto que está. Es culpa de V, él debería haberlo sabido. V mira el reloj, notando que la biblioteca se cerrará pronto, por lo que comienza a guardar sus materiales en su mochila.

No va arruinarlo esta vez.

continuara...