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Softer Touches (Parte final)

Nero está despierto cuando las luces comienzan a apagarse y eso lo sobresalta. No había querido quedarse hasta la hora de cierre, probablemente debería haberse ido con Dante y Vergil, pero aquí está en su lugar.

No le toma mucho tiempo recoger sus cosas, ya está guardando todo en su mochila cuando oye pasos en las escaleras detrás de él. Es V, que se ve tan suave y lindo como siempre. Hoy lleva otro suéter. Este tiene rayas blancas y negras, y Nero casi se ahoga con su propia lengua cuando ve la tira de tela negra, una gargantilla, rodeando la base de la garganta de V.

—Lo siento —murmura, desviando sus ojos rápidamente. Este no es el momento para pensar en cómo las mangas del enorme suéter de V cubren sus manos hasta las puntas de sus dedos haciéndolo ver adorable—. Voy a irme. No esperaba quedarme tan tarde.

V no tiene sus gafas puestas, y no están sobre su cabeza. No es inusual para Nero el verlos, pero puede apreciar el color verde de sus ojos con mayor claridad cuando se acerca.

—No, está bien —responde V, y sacude la cabeza—. En realidad, esperaba que te quedaras.

—¿De verdad? —Nero traga saliva, sosteniendo su mochila torpemente.

—Quería disculparme, por lo que pasó anoche… —dice V. deteniéndose al final de una de las estanterías, apoyándose en ella—. Por cómo me escapé y eso…

Nero se ríe un poco, sobre todo porque no sabe qué más hacer.

—No, esta bien. Debería haber preguntado o… no lo sé, no debería haberlo hecho. Ahora todo es raro entre nosotros y no me gusta. Si quieres… podemos fingir que no pasó nada. Está bien.

V sacude su cabeza una vez más con vehemencia y se acerca a Nero, sujetando su muñeca para evitar que se aleje. No puede simplemente dejar que Nero se vaya, no cuando ambos están envueltos en una situación tan amarga.

—Me gustas —suelta de repente, y eso atrae la atención de Nero inmediatamente. V aún mantiene su agarre en la muñeca de Nero pero su voz escapa en un susurro silencioso—… Mucho. Me gustas mucho.

Por primera vez en las últimas casi veinticuatro horas, Nero siente algo parecido al alivio inundarlo rápidamente. Deja caer su mochila en el suelo sin pensarlo, y luego da un paso hacia adelante para acortar la brecha entre sus cuerpos.

—¿Mucho? —repite, dejando que una sonrisa tentativa aparezca en sus labios—. ¿Lo suficiente para dejarme besarte de nuevo?

V también se siente aliviado, porque Nero no está enojado o molesto con él por toda la situación, especialmente después de tan mala confesión y su vano intento de disculpa.

—Se supone que debes decirlo también —suspira, como si un peso hubiera sido levantado de sus hombros. V se inclina hacia adelante, pero se apoya con sus palmas contra la madera de la estantería detrás suyo, luego de soltar la muñeca del contrario—. ¿Te gusto, Nero?

—¿No es obvio? Me gustas desde hace bastante tiempo.

Y eso es todo lo que V quiere escuchar, así que no lo piensa más antes de inclinarse hacia adelante y finalmente presionar sus labios.

Una explosión de color estalla detrás de los párpados de V, quien no hace nada por evitar envolver sus brazos alrededor del cuello de Nero para acercarlo, sintiendo su espalda golpear con firmeza contra la estantería detrás de él. Nero no puede controlarse esta vez, permitiendo a las yemas de sus propios dedos aferrarse al suéter de V mientras su lengua se abre camino en la boca del otro luego de un travieso mordisco a su labio inferior.

V presiona a Nero más cerca de su propio cuerpo, hasta que sus piernas chocan mientras su boca se abre por voluntad propia. Sus largos dedos se sumergen en el cabello blanco y un «Nero» escapa sin esfuerzo de entre sus labios.  Nero siente su cuerpo hormiguear por completo, pero finalmente se obliga a sí mismo a separar sus bocas lo suficiente para que ambos puedan tomar un poco de aire.

—Maldición —murmura—. Vas a matarme.

V recarga su espalda contra el estante, pero tiene la audacia de frotar su cuerpo contra Nero levemente, sus labios están rojos y ligeramente hinchados por el beso anterior.

—¿Mi nombre estará en tu lápida?

Una risa áspera escapa de entre los labios de Nero, trazando con un dedo el borde de la gargantilla negra envuelta alrededor del cuello de V.

—Supongo que lo averiguaremos —y con su dedo índice tira suavemente de la tela, hasta que el rostro de V se inclina ligeramente hacia abajo, encarándolo. El pulso del joven se agita bajo su dátil y lo escucha gemir débilmente desde el fondo de su garganta. V no responde, no sabe cómo hacerlo, así que solo deja un beso casto en la barbilla de Nero a cambio.

—Bésame de nuevo, Nero. Por favor.

Posiblemente no podría negarle nada a V aunque quisiera, así que Nero cierra la brecha entre ellos nuevamente, uniendo sus bocas y silenciando cualquier posible sonido brotando en la garganta del contrario. Es tan receptivo, tan cálido. Nero se dirige más abajo, acariciando con sus dientes la curva de la mandíbula de V, y trazando con sus labios las líneas de los tatuajes comenzando en su cuello. V se remueve y jadea ligeramente bajo sus manos.

—¿Qué quieres? —pregunta Nero, no quiere arruinarlo otra vez y hacer algo que posiblemente V no quiera.

—A ti —murmura en respuesta, tirando del borde de la sudadera de Nero, dirigiéndole una pequeña sonrisa—. De preferencia con menos ropa puesta.

—¿Aquí? Eres más pervertido de lo que pensé —bromea Nero, aprovechando la oportunidad para acariciar con sus pulgares sobre la pequeña franja de piel en el estómago de V, donde el suéter a rayas blanco y negro se alza ligeramente.

—No puedes juzgar a un libro por su portada —V responde con una sonrisa mientras tira de la camisa de Nero unos centímetros, pero no puede levantarla más allá sin la ayuda de Nero—. Además, estamos rodeados de mesas…

—Y… —Nero levanta sus brazos, dejando que V tire de la camiseta negra hasta retirarla sacándola sobre su cabeza—. ¿Qué vamos a hacer con todas estas mesas? —V se ríe ligeramente y arroja la camisa a un lado.

—¿Copular? ¿Tener sexo? ¿Fornicar? ¿No es eso técnicamente lo que está pasando en esa cabeza tuya?

—Dios, pareces Dante —se queja Nero, agachándose levemente para envolver sus brazos debajo de las piernas de V, incitándole a envolver sus piernas alrededor de la cintura de Nero—. No arruines esto para mí.

—Por favor, no involucres a Dante en esto —V coloca sus brazos alrededor del cuello de Nero otra vez, sus pulgares acarician su nuca desnuda con suavidad mientras ambos comienzan a moverse hacia atrás—. No quiero pensar en él cuando solo quiero pensar en ti.

Nero casi tropieza con su propia mochila en camino de regreso a su mesa con los brazos llenos de V, ayudando a colocarlo suavemente en el borde con un gruñido bajo.

—Yo… no traje nada conmigo.

—Tengo cosas en mi mochila junto a la recepción —V se apoya sobre sus brazos y observa cómo Nero se pierde por un momento en sus pensamientos. Se remueve ligeramente bajo la mirada del otro y simplemente se encoge de hombros—. Nunca se sabe cuándo podría ser necesario.

Nero piensa que tal vez V traiga consigo más sorpresas de las que anticipó.

—¿Nunca sabes cuándo podrías acostarte con alguien después de tu trabajo? —se burla, besando al más alto en los labios—. No es que me moleste la idea de hacerlo encima de una mesa, pero ¿no prefieres una cama para la primera vez?

—¿Quieres volver a vestirte y caminar más de cinco minutos hasta mi apartamento o casi quince hasta el tuyo y follar en una cama doble porque es nuestra primera vez?

—Punto a favor. ¿Dónde está tu mochila?

—Justo detrás de la recepción. Cuando te agaches, la verás.

Nero deja un beso más en la boca de V antes de alejarse, bajando las escaleras de dos en dos hasta llegar a la planta baja.

Sólo en ese momento comienza a sentirse realmente expuesto; cuando observa la piel pálida de su pecho reflejarse en los grandes ventanales que dan al exterior del campus. Encontrar la mochila de V es bastante fácil, y Nero no se molesta en rebuscar en su interior, simplemente la toma y sube las escaleras de regreso.

Al llegar, V ya se quitó los pantalones y se acomodó mejor en la superficie de la mesa.  Nero se sorprende cuando mira a V con nada más que su suéter puesto y su ropa interior, con esos ojos de esmeraldas mirándolo fijamente.

—Bienvenido de nuevo —dice V, sentándose en el extremo de la mesa y alcanzando la mochila en manos de Nero, quien sacude la cabeza saliendo de su ensimismamiento. Debería ser ilegal que alguien sea tan lindo y atractivo al mismo tiempo.

—Entonces… ¿cómo quieres hacer esto?

V está hurgando en su mochila, pero se detiene un momento para inclinar su cabeza ligeramente hacia un lado, sin comprender.

—Quiero decir… —Nero puede sentir las puntas de sus orejas enrojecer—. La posición. Estoy bien con cualquier cosa, solo para que sepas.

V finalmente saca con éxito un paquete de aluminio y una pequeña botella de plástico. Baja su mochila y la apoya contra el pie de una de las sillas, dejando todo lo demás a un lado suyo.

—Me gustaría estar abajo, al menos por esta vez —susurra, moviendo sus manos hacia la parte de atrás de la gargantilla, para retirarla.

—Espera, ¿podrías dejarla puesta? —solo ver esa pequeña cinta negra contra la columna de la garganta de V que hace que el pulso de Nero se acelere. V tan solo asiente en respuesta, retirando sus manos.

—¿El suéter también?

—Sí… —Nero se coloca entre las piernas abiertas de V, colando sus dedos lentamente debajo de la suave tela—. El suéter también.

Se besan de nuevo, y es dulce, pero luego de un momento Nero se mueve, subiendo el suéter tan rápido que V tiene que medio recostarse y apoyarse en la mesa, mostrando la extensión completa de piel de su torso cubierto de trazos de tinta.

—Hermoso —respira Nero, trazando con su boca la sangría del esternón de V—. Eres increíble.

V se sonroja levemente, moviendo su propio peso en sus palmas.

—Gracias —murmura, la palabra se desvanece en un suave gemido cuando la lengua de Nero se arremolina sobre su pezón.

Nero se toma su tiempo, mordisqueando y lamiendo la piel hasta que la carne se endurece, V está jadeando audiblemente, retorciéndose bajo su toque, arqueando la espalda para presionar su pecho contra la boca de Nero, quien no pierde un momento adorando los contornos del torso de V.Sus dedos, su lengua, sus dientes y sus labios trazan cada curva, prestando especial atención a cada ruido, sollozo y gimoteo entrecortado, llevando esos lugares sensibles a su memoria.

V vuelve a dejarse caer sobre la mesa, sus tobillos descansan en el borde y Nero se frota entre sus muslos mientras baña cada centímetro de piel con besos y toques ardientes. Hay un visible bulto formándose en la parte delantera de sus bóxers cuando Nero termina de lamer su pecho.

N-Nero

Nero acaricia a V a través de sus bóxers, sonriendo cuando siente la virilidad del contrario palpitar contra su mano. Finalmente, retira la pieza de tela al mismo tiempo que V levanta sus caderas de la mesa, lo que le facilita el tirar de la ropa interior a través de sus piernas.

—Solo mírate —se maravilla Nero, con la boca hecha agua ante la indecente visión del perfecto cuerpo de V extendido sobre la misma mesa en la que Dante fingía hacer su tarea de química hace unas horas. Cada respiración, cada contracción de los músculos de V bajo su piel parece una obra de arte, y algo oscuro dentro de Nero no quiere hacer nada más que arruinarlo.

Pero en cambio, acaricia con ambas palmas la piel suave y sin marcas de los muslos de V, separando las piernas del más joven instintivamente y con gracia, su dura erección enrojecida se curva contra su abdomen. El suéter de V sigue levantado alrededor de su pecho, la mesa está fría contra su espalda, y su trasero también, ahora que está desnudo debajo.

—¿Me veo tan bien como esperabas? —pregunta, esperando que Nero esté satisfecho, porque la inseguridad de V puede sacar lo peor de él y realmente no quiere decepcionarlo.

—Dios, mejor de lo que podría haber imaginado. Podría pasar el resto de la noche entre tus muslos —y para demostrar su punto, Nero se agacha de nuevo, arrastrando besos con la boca abierta justo por encima de la rodilla izquierda de V y continúa moviéndose hacia arriba. Una risa burbujea de la garganta de V.

Es fácil para Nero encargarse de él, murmurando alabanzas y mordisqueando en todas partes, excepto donde V lo anhela más, quién a pesar de ello, recibe satisfecho las burlas sobre su piel, dejando ligeras marcas y arrancando gimoteos de su boca hasta tenerlo retorciéndose sobre la mesa con frustración. Rosadas y débiles marcas púrpuras cubren sus muslos donde Nero traza un camino con su lengua cada vez que recorre la piel tersa, rozándolo con sus dientes de cuando en cuando. V jadea y ya está ansioso por más.

—No pensé… que serías de ese tipo —V se queja, quien ya se ha quitado el suéter, dejando solo la bonita gargantilla negra sentada en la base de su cuello.

—Y yo no pensé que fueras un exhibicionista —por fin, Nero va por el lubricante, abriendo la cubierta y oprimiendo la botella para dejar un poco de gel transparente en sus dedos. Está frío, pero se calienta fácilmente en sus manos—. ¿Quieres estar de espalda o…?

—No soy un… —pero la discusión muere en la garganta de V porque es probable que Nero tenga razón; tal vez V podría estar en ese tipo de cosas, pero solo un poco. V murmura algo incoherente, lo más probable es que sea una respuesta al argumento, y Nero le pregunta a V otra vez sobre en qué posición quiere estar—. Así está bien. Quiero verte.

Y cuando Nero empuja el primer dedo, la espalda de V se arquea sobre la mesa, pero el contrario lo sujeta firmemente con su mano libre, apoyando la palma de su mano sobre su vientre.

—Tienes que relajarte —murmura Nero en voz baja, mordiéndose el labio mientras observa a V apretarse alrededor de su dígito.

V levanta sus piernas más arriba y la parte posterior de su cabeza golpea contra la mesa cuando el dedo de Nero está cómodamente asentado dentro de él. Respira a través de su boca, sus ojos parpadean entre sus cuerpos y justo ahora se da cuenta de que realmente no le gusta ver a Nero con la ropa puesta. Un dedo se convierte en dos y en tres. V hace ruidos agudos, pero los labios de Nero en la parte interna de sus muslos distraen un poco el ligero ardor en su entrada, así como el dolor sordo en la base de la columna de V debido a la superficie dura de la mesa.

—¿Crees que necesites cuatro? —Nero quiere tener cuidado, sabe que puede terminar lastimando a V si no está lo suficientemente preparado. Los ojos de V arden y se nublan en las esquinas, pero los dedos que se frotan contra su próstata anulan ese instante de dolor.

—No —murmura, porque sabe que está listo—. A menos que tu pene sea la Torre Eiffel.

Nero ríe entre dientes, apretando los dedos cuando los retira.

—Estoy seguro de que estarás bien.

Solo pasa un minuto para que Nero finalmente tome el condón, acercando el paquete de aluminio a la mesa antes de alcanzar el botón de sus jeans. Se deslizan fuera de sus caderas con facilidad, arrugándose alrededor de sus tobillos para luego ser retirados. Lo que lo deja de pie solo en un par de bóxers con estampado de Spiderman, pero se deshace de ellos rápidamente, maldiciendo el hecho de que era el día de Dante para lavar la ropa y por ende, no lo hizo.

V se da cuenta rápidamente y trata de ocultar su sonrisa mordiéndose los labios.

—¿Eso fue lo que creo que es?

—Menos hablar… —Nero interrumpe, agarrando el condón y rasgando el papel con los dientes—. Y más hacer esos bonitos ruidos, ¿de acuerdo?

V se vuelve a acomodar en la mesa con una sonrisa persistente, pero obedece, acercándose más al borde de la mesa para que Nero pueda alcanzarlo.

El condón se enrolla fácilmente, y Nero engancha las piernas de V sobre sus brazos, extendiéndolas y rodando sus caderas para que la cabeza de su pene apenas toque el agujero de V. Quien retiene su respiración cuando Nero se frota contra él suavemente y sus brazos se estiran tratando de aferrarse a ambos lados de la mesa. Hay un brillo travieso en sus ojos cuando los fija en el chico debajo suyo.

—Estoy pensando que debería hacerte rogar.

—Si eres bueno, tal vez eso suceda.

Nero finalmente se desliza con un gruñido bajo, y un agarre firme en las caderas de V que le permite hundirse fácilmente hacia adentro, sus uñas se clavan en la piel. Jadeando, sabe que V necesita tiempo para adaptarse, a juzgar por el pequeño quejido y la forma en que la parte posterior de la cabeza de V se presiona contra la mesa, arqueándose contra la madera.

Los dedos de V se aferran a los bordes de la mesa y aprieta a Nero en su interior por inercia. Le toma unos segundos relajarse, pero cuando finalmente se remueve, meciendo sus caderas debajo de Nero, éste lo toma como un indicio para comenzar a moverse. Se retira pausadamente, con sus ojos fijos en donde su polla abre a V asombrosamente, dejando escapar un lento suspiro ante los ruidos necesitados que hace el chico debajo suyo.

—De verdad, vas a matarme.

V ríe sin aliento entre un gemido y se acomoda mejor contra la mesa, para un mejor agarre.

—Te veré en el infierno, entonces.

Hay un estruendo en el pecho de Nero que se asemeja a una risa y luego se está moviendo de nuevo, todavía a un ritmo lánguido, con los pulgares clavándose en la curva de la cintura de V para mantenerlo inmóvil con cada balanceo de sus caderas hacia el contrario.

Un ambiente íntimo los cubre, gemidos silenciosos y jadeos susurrados que impregnan el aire de la biblioteca vacía y oscura. Las luces en el techo son más bien tenues, acentúa el hecho de que la biblioteca realmente está cerrada, que los visitantes diarios han regresado a sus dormitorios para descansar o estudiar, como cualquier otra noche, como si Nero no estuviera follando a V en el segundo piso cerca del balcón donde, a la luz del día, cualquiera pudiera verlos si alzaran la mirada.

Nero no parece ser el único emocionado por el pensamiento, cuando al mismo tiempo siente a V derretirse como un dulce entre sus dedos.

—Puedes moverte más, Nero —murmura V entre ellos, y extiende un brazo para hundir sus dedos en los pálidos mechones de Nero—. No me romperás.

Animándose a sí mismo, Nero se lo da. Cada movimiento rápido de sus caderas sacude el cuerpo de V sobre la mesa, y Nero tiene que sujetarlo en su lugar, follándolo más rápido, más fuerte, más duro. Le toma toda su concentración no venirse en ese momento, especialmente con lo caliente y apretado que es el culo de V, cómo se sacude en sus manos cada vez que los muslos de Nero golpean contra su piel.  Y esa puta gargantilla. Se ve aún más oscura contra la piel de V en la penumbra, viendo las gotas de sudor atrapadas debajo de la clavícula del bibliotecario.

V casi grita en el momento en que la polla de Nero golpea ese punto dentro de él y su mano se enrosca más fuerte en el cabello de Nero, arquea su cuerpo y su respiración se acelera. La mesa se balancea levemente junto a ellos y el otro brazo de V se aferra a uno de los hombros de Nero, atrayéndolo más cerca. El ritmo se pierde por un segundo mientras reajustan su posición, V con sus brazos rodeando los hombros de Nero y sus piernas envolviéndose con fuerza alrededor de su cintura.

—Más fuerte, Nero —V lo incita con un mordisco cariñoso en la oreja y un beso contundente en el cuello, mientras Nero oculta su rostro en el hueco entre su cuello y su hombro.

Mierda, V… —Nero jadea contra su clavícula, preparándose para darle al más alto lo que quiere. El sonido de sus cuerpos juntándose es demasiado audible cuando Nero se retira por completo solo para embestir a V tan fuerte como puede, manteniendo sus caderas en ángulo para golpear ese lugar que tenía a V temblando de placer.

Las uñas de V trazan largas líneas rojas en la espalda de Nero, pero eso solo significa que las tendrá sus marcas durante días, tendrá la marca de V en él hasta que las líneas se desvanezcan por sí mismas, muy parecido a los moretones que ya rodean los muslos y el pecho de V.

—V-Voy a venir, Nero —V jadea contra su oreja, con la voz cercana a un sollozo—. E-Estoy tan cerca, sí, sí. Nero, Nero

Nero no se detiene, no hasta que siente el espasmo en todo el cuerpo de V, haciéndole pasar por un orgasmo que deja al bibliotecario temblando, y cubre su abdomen de blanco. Como era de esperar, a Nero no le lleva mucho tiempo alcanzarlo. Él besa a V, soltando un gemido roto entre sus bocas y lo embiste una vez más, derramándose en el condón con un gruñido bajo.

—V… —suelta finalmente, presionando su frente contra la del otro, aún muy profundamente dentro de él—. Joder.

Los ojos de V se cierran en los últimos segundos de su orgasmo y gime tembloroso cuando sus frentes se presionan. Simplemente permanecen allí, con sus extremidades enredadas entre sí en su post-orgasmo, con sus labios presionando besos suaves en la piel caliente del otro.

Mierda —V respira contra los labios de Nero, los que él besa rápidamente una vez más—. Esto es definitivamente mejor que una cama —y Nero no puede dejar de reír, su boca se divide en una sonrisa completa. V también se ríe y baja las piernas—. Sabes que es cierto.

—Sí, avísame si sientes lo mismo por la mañana —finalmente, Nero se retira, dejando que V se extienda sobre la mesa por unos momentos más mientras él se quita el condón y lo ata, tirándolo a un cesto de basura cercano—. Déjame traerte algo para limpiarte, espera.

Nero termina aventurándose hasta el baño para encontrar unas toallas de papel, pero no antes de ponerse sus bóxers y pantalones. Simplemente se habría sentido demasiado expuesto y asustado al caminar de un lado a otro en la biblioteca en busca de algo para limpiar el semen y lubricante de la piel de V.

Con las toallas de papel en mano, regresa a la escena del crimen, donde V aún se las arregla para parecer angelical y descarado al mismo tiempo. Nero extiende las toallas al joven bibliotecario, luego recoge el envoltorio del condón y también lo desecha. V se sienta y acepta las toallas de papel, arrugando la nariz. Murmura algo en voz baja, pero abre las piernas y tentativamente limpia el lubricante entre sus muslos y luego el semen en su pecho.

Su suave cabello está hecho un lío y trata de arreglarlo mientras Nero recoge sus ropas y se las trae. Permanece sentado en la mesa, no quiere bajarse, se recuesta y levanta las piernas para volver a ponerse los bóxers y luego los pantalones. El suéter se queda a un lado por ahora.

—… Esos bóxers de Spiderman se te ven lindos, Nero.

—No puedo creer que de todos los días escogí el día de hoy para vestir estas estúpidas cosas —se queja Nero, como si no tuviera una figura de acción en su dormitorio.

V sonríe y se pone el suéter, pasándolo sobre su cabeza. Apoya sus brazos sobre la mesa y salta hacia abajo, lo que probablemente sea un error porque se tambalea y sus rodillas casi se doblan cuando sus pies tocan el suelo. Nero se acerca para ayudar, pero V sacude la cabeza y mueve su mochila, enderezándose y poniéndola sobre la mesa, levantando la mano cuando Nero abre la boca para hablar.

—No, no lo digas. Yo te lo pedí, por favor no insistas.

—¿Necesitas que te lleve a tu dormitorio?

—Un paseo sobre tu espalda sería bueno. Si pudieras llevarme.

Resulta que Nero pudo llevar a V hasta su dormitorio y, después de una —mini— sesión de besos, se separaron y prometieron volver a verse mañana en su lugar habitual de reunión en la biblioteca.


Al día siguiente, V siente el dolor del jugueteo sobre la mesa dura de madera, pero no se queja; después de todo, él fue el que incito a Nero —de cierta forma—, pero la emoción que tiene de ver al contrario es lo que lo impulsa a entrar en la biblioteca por la tarde después de clases.

V está allí a la hora habitual, con sus libros y materiales de literatura en su mochila, y lleva sus cosas a la habitación de atrás antes de su turno. Nero no llega hasta más tarde, por lo que V murmura poesía en voz baja, caminando entre las estanterías con su carrito repleto de libros que deben ser archivados.

Cuando V da la vuelta en una esquina más o menos una hora después, ve a Dante, Vergil y Nero. El primero saltando como un cachorro emocionado, Vergil y Nero simplemente lo ignoran y charlan mientras suben las escaleras hacia el segundo piso. Nero se ve bien. Está más sonriente de lo normal y hay un rubor saludable en sus mejillas.

Hasta el momento, Vergil y Dante no lo han comentado todavía, pero conociéndolos. deben sospechar un poco por ahora.

No tardan mucho en instalarse y, tan pronto como Nero ve a V con un carro de libros junto a uno de los estantes en el pasillo, no pierde el tiempo en levantarse, encaminándose hacia él.

—¿Necesitas ayuda con esto?

V ubica uno de los libros en el estante antes de recoger otro libro de ciencia ficción para niños, y él solo sonríe.

—Puedo con esto, príncipe azul —suelta juguetonamente, empujando sus gafas sobre su nariz—. Pero gracias.

—¿Estás seguro? Parece que te mueves un poco más lento de lo habitual.

—En gran parte, es tu culpa…

Levanta la vista cuando oye la fuerte voz de Dante desde el otro lado de la habitación y casi deja caer sus libros, y sus gafas, cuando ve al dúo de Dante y Vergil en la mesa. Sus ojos se abren y comienza a tartamudear en un jadeo.

—Oh Dios, oh Dios, no limpié la mesa. Nadie limpió la mesa. Están sentados en la mesa donde tuvimos sexo

Nero se ríe entre dientes, haciendo callar a V colocando un dedo sobre sus labios.

—Me aseguré de que Vergil se sentara en el otro lado. Dante no me importa una mierda.

Los ojos de V todavía están muy abiertos, pero él se queda callado. No sirve de nada hacer un alboroto. Se retira del dedo de Nero pero se queda cerca, suspirando.

—Así que… estaba pensando —empieza Nero, para cambiar de tema—. ¿Por qué no vienes al trabajo conmigo esta noche después de que cierres?

—Me gustaría… ¿Es una cita? —pregunta V, solo por curiosidad, alzando otro libro.

—Sí, como una cita —Nero parece divertido, pero hay algo más en su tono—. Si tu quieres.

V abre el libro es sus manos y lo sostiene en la palma de una mano mientras le indica a Nero que se acerque con un dedo. Están ocultos por el libro ahora, con sus narices rozándose.

—Me encantaría ir a una cita contigo, Nero.

Es Nero quien se acerca, alzando ligeramente la cabeza para poder besar a V correctamente. Lo mantiene dulce, pero probablemente se demora un poco más de lo apropiado, mordiendo suavemente el labio inferior de V antes de alejarse.

Y V casi se sobresalta de nuevo por la voz de Dante.

¡Maldita sea!

Cuando tanto Nero como V miran por el borde del libro, ven que Dante y Vergil los observan desde la mesa. Y  V siente un intenso rubor bañar su rostro cuando Vergil habla.

—Págame, Dante. Perdiste la apuesta, dame mis cien dólares.

Nero lo besa de nuevo, esta vez sosteniendo la mano de V para hacerle bajar el libro, y V se derrite en su toque, antes de separarse.

—Ignóralos, después de todo, ellos son los que están sentados en la mesa de sexo.

Ni siquiera los gritos escandalizados pueden arruinar el momento.

fin.