↑ volver arriba profano - akxmin archive
Profano

Ser empujado dentro del auto bruscamente no es como Seijuro imaginó que terminaría su noche de cita. Prácticamente puede sentir la ira que irradia su novio cuando entra en el asiento del conductor y enciende el auto sin pronunciar una sola palabra. Seijuro se encoge en su asiento, demasiado conmocionado aun para siquiera procesar lo que pasó.

Quiere abrir la boca y gritarle a Nash, tal como lo había hecho él en el restaurante antes de arrastrar a Seijuro, pero el nudo en su garganta lo deja incapaz de hacer un solo sonido. Ni siquiera sabe lo que hizo mal. Solo recuerda haberle pedido al mesero que le recomendara algo bueno para el postre mientras su novio estaba en el baño. 

Seijuro recuerda la escena, cuando Nash golpeó al mesero en la cara, gritándole blasfemias antes de volver su mirada gélida hacia Seijuro. 

Mira fijamente su muñeca magullada en silencio, una marca de cuando su novio lo jaló de la silla sin dejarle explicar o que él mismo exigiera una explicación. Cierra los ojos con fuerza, recordando cómo la primera vez que Nash había tomado su mano, depositando un pequeño beso en la parte posterior.

El corazón de Seijuro se encoge ante el recuerdo, desearía poder retroceder en el tiempo y suplicar que esa versión de su novio venga a él, mientras le dice cuánto lo extraña.

—¿Eres una puta, Seijuro? —las duras palabras lo sacan de sus pensamientos y le duele el cuello por lo rápido que lo tuerce para mirar a Nash. El rostro que una vez encontró angelical no le resulta familiar: las cejas fruncidas, la mandíbula apretada y los nudillos blancos mientras sostiene el volante hacen que algo inquieto hierva a fuego lento dentro de él. La sensación opresiva y sofocante en su pecho está ahí, pero no es lo mismo. Hace que sea difícil respirar, pero no en el buen sentido. El rostro de Seijuro se enfurece ante las palabras.

—¿De qué mierda estás hablando? —él escupe de vuelta, igualmente enojado. Seijuro nunca maldice. Aprieta su abrigo bajo sus puños. Seijuro observa cómo se endurece el rostro de Nash, algo que pasa cuando está muy, muy enojado. 

—No me hables en ese tono —tiene la audacia de decir, y Seijuro resopla, divertido. Todo lo que quiere hacer en este momento es enterrarse en sus sábanas y nunca levantarse.

No puede hacer esto, Seijuro no puede sentarse aquí y ver a su novio, el hombre que amaba, que ama, tratarlo así. 

—¿Dije algo gracioso? —su voz, aunque ahora tranquila, es helada, y Seijuro siente que debería estar asustado. ¿Pero por qué? Este es su novio. ¿Por qué debería tener miedo? La presión en su interior se hace más grande con cada momento que pasa, amenazando con estallar. 

—¡Estás loco, Nash!

Seijuro grita cuando Nash pisa el freno de golpe, justo en medio de la carretera. No puede reaccionar cuando Nash se desabrocha el cinturón de seguridad rápidamente y extiende su brazo para agarrar a Seijuro por la barbilla.

—N-Nash —gime el pelirrojo, sujetando el brazo del otro para que se aleje, pero Nash no se mueve. Los autos detrás de ellos tocan la bocina y Seijuro grita, incapaz de hacer contacto visual con su novio, quien parece estar a segundos de hacer algo terrible.

Seijuro traga saliva, respirando entrecortadamente, y Nash lo sostiene así hasta que la respiración de Seijuro se calma. Hasta que sus pensamientos dejan de gritarle. Las uñas clavándose en su piel lo sacan de su asfixiante cabeza.

Solo cuando el doloroso zumbido en sus oídos cesa, Nash retira la mano. Seijuro observa en cámara lenta cómo Nash le da palmaditas en la mejilla con una sonrisa forzada.

—Buen chico. Ahora siéntate en silencio hasta que lleguemos.

Seijuro asiente con la cabeza a su pesar. 


Seijuro no sabe cuándo llegan al apartamento. Solo se da cuenta de que está dentro cuando lo empujan suavemente hacia el sofá. 

—Te traeré un poco de agua —las palabras de Nash suenan distantes, como si estuviera en algún lugar muy lejano. Seijuro desearía que fuera así, en lugar de que esté de pie a pocos metros de él, con las manos en los bolsillos de sus pantalones. 

Cuando Nash le entrega el vaso, Seijuro no puede evitar congelarse cuando sus manos se encuentran, el contacto es electrificante y devuelve esa sensación de sofocación.

Intenta no estremecerse cuando Nash se acomoda en el sofá junto a él, murmurando algo que a Seijuro no le importa. A él no le importa nada. Solo quiere irse. Busca su teléfono pero no se molesta en preguntarle a Nash dónde está. 

¿Desde cuándo su novio comenzó a mantener el teléfono de Seijuro lejos de él?

—Yo… —Nash lo mira cuando Seijuro comienza, con el corazón desbocado mientras reúne el coraje para hablar—. Creo que deberíamos tomar un descanso.

El silencio que sigue es escalofriante. 

Seijuro contiene la respiración y espera a que Nash diga algo, pero cuando no lo hace, continúa.

—Nosotros. No creo que-... —grita cuando Nash agarra lo más cercano que puede encontrar y lo arroja a la pared frente a ellos.

El marco con la fotografía cae con un crujido y Seijuro salta del sofá, tratando de poner la mayor distancia posible entre los dos. Pero es el movimiento equivocado. Seijuro grita de nuevo cuando Nash lo inmoviliza contra la pared con fuerza descontrolada, ignorando sus protestas.

—¡N-Nash! —Seijuro jadea cuando su rostro es empujado contra la pared, su cuerpo inmovilizado contra su voluntad. Temblores recorren su cuerpo mientras el miedo se apodera de él. 

Está asustado. Le tiene miedo a su novio porque Seijuro no sabe hasta dónde está dispuesto a llegar Nash. 

—No quieres hacerme enojar, Seijuro Akashi —el aliento caliente de Nash toca su cuello mientras presiona su pecho contra la espalda de Seijuro.

Lo hace callar cuando Seijuro abre la boca para gritar, llevando una mano a sus suaves labios. La nariz de Nash se frota debajo de la oreja de Seijuro, sus caderas rozan el trasero de Seijuro mientras lo sujeta posesivamente. 

—Realmente no lo haces...

—Nash, por favor —suplica Seijuro, aterrorizado por su propio novio—. Por-... —no llega a decir nada más cuando Nash lo suelta de inmediato. 

—Lo siento —las palabras de Nash lo toman por sorpresa, al igual que las manos en sus piernas.

Seijuro levanta su mirada aterrada y encuentra a Nash arrodillado en el suelo, las manos que estaban alrededor de su cintura para sujetarlo, ahora agarrando sus piernas cariñosamente. Seijuro no lo mira a los ojos, no puede. Los toques ligeros como plumas que alguna vez enviaron sacudidas de excitación ahora se sienten repugnantes.

—Lo siento, Sei. No sé qué me pasó. Nunca te lastimaría. Lo sabes, ¿verdad?

¿Él sabe eso? No, no lo hace.

Debido a que Seijuro aún puede sentir las manos en su barbilla, aún puede escuchar el sonido del marco estrellándose contra el suelo. Todavía puede escuchar el tono helado de Nash cuando le pregunta a Seijuro si es una puta. Ahoga un sollozo, siente las piernas entumecidas e incapaz de moverse.

—Vete —suplica. Seijuro no sabe de qué otra manera Nash decidirá lastimarlo. Su corazón ya duele demasiado.

No dice nada, y el corazón de Seijuro da un vuelco en su garganta. Nash suspira suavemente antes de levantarse. Seijuro observa por el rabillo del ojo cómo Nash se tambalea por la habitación hasta agarrar las llaves del auto

—Por favor, no conduzcas así... —exclama Seijuro, y es suficiente para su novio, quien deja caer las llaves de nuevo en la mesa de centro.

Una vez que está en la puerta principal, vuelve a mirar a Seijuro, quien inmediatamente aparta la mirada.

—Lo siento, Sei. Yo... te daré todo el tiempo que necesites.

Él asiente con la cabeza, se traga el nudo gigante que tiene en la garganta y se pregunta cómo decirle a su novio que podría necesitarlo por siempre.


Seijuro encuentra su teléfono en la chaqueta de Nash, sus manos tiemblan mientras su dedo se cierne inseguro sobre el botón de llamar. No sabe por qué está dudando. Sabe que debe llamar a Nijimura, contarle todo a su amigo y pedirle que lleve a Seijuro a algún lugar lejano, a algún lugar donde los recuerdos no lo persigan tanto. 

No se molesta en contener las lágrimas ahora que no hay nadie cerca para escucharlo.

El pequeño apartamento que una vez se sintió acogedor, cálido y hogareño ahora se siente distante, como si Seijuro no lo reconociera. El pasillo hacia su dormitorio se siente interminable, y el marco roto parece burlarse de su estado lamentable mientras yace en el frío suelo.

Apaga su teléfono cuando suena una notificación, aterrorizado por un momento de que sea Nash. Seijuro no quiere que vuelva. No cuando el veneno en sus palabras todavía permanece en sus oídos, no cuando Seijuro todavía puede sentir el agarre ardiente en su piel.

Seijuro suspira temblorosamente, recordando todos sus momentos juntos. ¿Dónde se equivocó? ¿Cuando Midorima lo llamó para felicitarlo por su cumpleaños y Nash se enojó o fue cuando Nash le pidió a Silver que quitara la mano de la cintura de Seijuro? Las cosas que una vez pensó que eran lindas y simples celos ahora le parecen muy claras.

Nunca debió haber permitido que Nash llegara tan lejos. Debió haber puesto fin a las cosas tan pronto como comenzaron. Pero era ingenuo y un tonto. Seijuro creyó en sus acciones y palabras bonitas porque nunca había experimentado algo así.

Dicen que el amor es ciego, y Seijuro puede verlo ahora. Puede verlo en la forma en que los ojos de Nash ardían de rabia.

Seijuro comienza a llorar de verdad y no sabe cuándo se detiene.


No recuerda haberse quedado dormido, pero cuando sus ojos se abren, se encuentra en la comodidad de su cama.

Un pequeño bostezo sale de sus labios y se mueve, el su dolorido cuerpo se niega a levantarse. Seijuro sabe que necesita llamar a su padre o al resto de sus amigos. Porque los necesita ahora mismo. Toma una decisión, pero cuando se mueve para levantarse, descubre que no puede hacerlo.

Qué…

El dolor en su cuerpo es olvidado mientras lucha por mover sus manos. Entra en pánico, trata de sentarse, y cuando lo hace, encuentra sus brazos atados al poste de la cama. Seijuro siente que la angustia se arrastra dentro de su estómago y se asienta allí dolorosamente. Intenta tirar de ellos pero falla miserablemente. La cuerda está bien anudada, y cuanto más lucha, más se le clava el material áspero en la piel.

¿Es obra de un intruso? Se pregunta con miedo. Necesita llamar a alguien: Nash

Seijuro busca su teléfono pero no lo encuentra por ninguna parte. La inquietante sensación sube por su pecho y gira la cabeza cuando la puerta del dormitorio se abre. La figura entra y Seijuro contiene la respiración mientras enciende la luz, iluminando la habitación previamente oscura.

Su corazón cae a su estómago….

—¿Nash? —la garganta de Seijuro se siente como arena, y levanta sus piernas hacia su pecho, empujándose lo más lejos que puede de su novio.

—Veo que estás despierto. 

Separa los labios para hablar, pero no encuentra el coraje para hacerlo. Nash entra tranquilamente, con una mano metida en el bolsillo de sus pantalones. Seijuro observa cómo Nash pasa la mano libre por su cabello, acercándose hasta que está al pie de la cama. 

El corazón de Seijuro late con fuerza con cada paso de Nash.

—¿Q-qué está pasando? ¿Por qué tengo las manos atadas? —su lengua se siente pesada, su cuerpo tiembla a pesar de que trata de no hacerlo, y a Seijuro le resulta difícil mantener el contacto visual con Nash. Él escucha al otro tararear como si Seijuro simplemente le preguntara qué quiere para la cena, no el hecho de que Seijuro está atado a la cama. 

Intenta no inmutarse, pero no lo logra cuando Nash se acerca aún más a él. Su respiración se atora en su garganta, y Seijuro observa con ojos temerosos mientras su novio extiende una mano para acariciar suavemente su mejilla. Seijuro recuerda amar esos brazos, admirar el tatuaje grabado sobre la piel pálida, pero ahora el toque se siente repugnante; hace que su piel se erice.

Con un grito, Seijuro gira el rostro hacia el otro lado. Los ojos de Nash se estrechan ante la acción.

—Desátame, Nash —exige, a lo que su novio responde con una burla. La mano regresa de nuevo, solo que esta vez agarrándolo bruscamente por la barbilla. Nash lo obliga a mirarlo directamente.

De cerca, Seijuro puede ver que el rostro frente a él... no es familiar. No importa cuánto lo intente, Seijuro no puede encontrar ni un solo rastro del hombre que una vez llamó suyo

—¿Por qué? —Nash arrastra las palabras, en voz baja y enojado—. ¿Para que puedas huir de mí? Nunca.

Este no es el hombre que se aferró a sus piernas pidiendo perdón. No, Seijuro puede ver que es el hombre que arrojó el marco al otro lado de la habitación, el que amenazó y casi lastimó a Seijuro. Ve que Nash realmente ha venido a lastimarlo ahora.

El miedo llena cada centímetro de él hasta que Seijuro no puede respirar. Los latidos de su corazón se aceleran cuando Nash gatea sobre la cama hacia él, con los brazos a cada lado de Seijuro y enjaulándolo efectivamente debajo de él. Seijuro gime patéticamente cuando siente el primer toque en sus piernas, que apenas nota están desnudas.

Nash deja caer suaves besos sobre su piel, sus labios viajan lentamente hacia arriba y, con cada toque, Seijuro llora un poco más. Odia el hecho de que Nash sea tan gentil con él, tocándolo tan suavemente como si no lo estuviera sujetando en contra de su voluntad. Cuando intenta patearlo, Nash sisea y lo mira con una peligrosa advertencia en sus ojos. 

—Quédate quieto. ¿O quieres que te ate las piernas a la cama también? —Seijuro niega con la cabeza, parpadea para contener las lágrimas mientras observa inútilmente a Nash arrastrar sus manos por su pierna hasta alcanzar la curva de su trasero.

—No —murmura en silencio, tirando de las ataduras hasta que sus manos duelen, pero nada funciona. Llora débilmente cuando siente esas manos alcanzar su ropa interior. Escucha a Nash inhalar bruscamente, el gesto que normalmente apreciaría ahora se siente enfermizo. Los intentos de Seijuro de cerrar las piernas resultan infructuosos cuando Nash presiona un muslo musculoso entre ellas. Una mano se acerca rápidamente a su coño, ansiosa por acariciar y la boca de Nash pronto le sigue, su lengua juega con él a través de la fina tela de sus bragas de encaje. 

La espalda de Seijuro se arquea de la cama y llora cuando se da cuenta de lo mojado que está. Sus caderas se mueven a pesar de sí mismo, rozando la lengua de Nash.

—Estás empapado. Pequeña zorra.

Se queja cuando Nash se aleja finalmente, sonriendo diabólicamente al rostro libertino de Seijuro.

—Y ni siquiera te he tocado correctamente todavía.

Cuando la mano de Nash regresa, Seijuro se rebela y levanta las piernas una vez que encuentra la fuerza para moverlas nuevamente.

—¡Suéltame! —pero sus palabras caen en oídos sordos ya que en el momento siguiente, Nash le quita las bragas y revela el coño empapado de Seijuro.

—Mira eso… tan mojado para mí —dice Nash, lamiéndose los labios con hambre, como si su novio no estuviera tratando de alejarlo. Agarra a Seijuro por la parte interna de los muslos, los separa y se acerca a su dulce coño hasta que la mitad inferior de Seijuro está fuera de la cama y no tiene otra opción más que envolver sus piernas alrededor del cuello de Nash. 

—No. Por favor —suplica, su voz se vuelve más tranquila cuanto más se da cuenta de que nadie vendrá a ayudarlo, y Nash no lo dejará ir hasta que esté satisfecho consigo mismo.

Seijuro gime cuando Nash pasa la lengua por sus labios gruesos, besando los pliegues húmedos y haciendo que los dedos de los pies de Seijuro se doblen. Sus intentos desesperados por escapar no son suficientes, e inconscientemente se siente ceder, lento pero seguro. ¿Y cómo puede no hacerlo? Cuando Nash lo está follando con la lengua, el aliento caliente envía su mente a un lugar confuso, un lugar donde nada más importa. 

Sólo su novio... usándolo.

Nash mueve su lengua en su clítoris palpitante, sonriendo cuando ve la lubricación goteando por su agujero. Se asegura de lamerlo todo.

—Sabía que lo disfrutarías… —la boca de Seijuro se abre, las protestas se detienen y lo único que puede decir ante la avalancha de placer es el nombre de su novio.

Esto le gusta a Nash inmensamente y recompensa generosamente a su amante. Una sonrisa permanente se dibuja en sus labios cuando Seijuro frota torpemente sus caderas contra su boca, riéndose morbosamente al recordar lo mucho que a Seijuro le encantaba cabalgar su boca. Sólo lo insta a más.

—Fuiste hecho para mí, princesa.

Nash chupa y bebe del coño de Seijuro como un hombre hambriento, continuando hasta que le duele la mandíbula. Necesita ver a su novio derrumbarse... lo anhela. Con lo fuertes que se vuelven los gemidos de Seijuro, él sabe que su orgasmo se acerca. 

Si Nash es un desastre con la boca resbaladiza por la lubricación del coño de Seijuro, Seijuro no está mucho mejor. Saliva gotea suciamente por su boca, mientras mece la parte inferior de su cuerpo persiguiendo su orgasmo.

—Ah, ah… voy a-.... —solloza Seijuro. Llamas arden en su vientre con saña. Sus manos anhelan tocar a su novio con desesperación, y solloza más fuerte ante la idea de no poder hacerlo.

Es con un golpe más de la lengua de Nash, Seijuro alcanza su punto máximo, sus  piernas tiemblan mientras llega al orgasmo, balbuceando sin pensar. Cuando Nash finalmente se aleja, las piernas de Seijuro caen sobre la cama, su pecho palpita por la fuerza de su orgasmo. Es adormecedor y momentáneamente le permite olvidar que todo esto está sucediendo sin su consentimiento. Su mente se siente borrosa, pero tan pronto como el placer se desvanece, la realización lo alcanza.

—Basta, Nash... —pero él no escucha porque no le importa. De hecho, encuentra a Seijuro llorando desesperadamente tan sexy. Su pene, que está dolorosamente duro, se contrae con interés cuando Nash extiende su mano para limpiar algunas de las lágrimas en las mejillas de Seijuro.

—Me ruegas que pare, pero tu cuerpo no está de acuerdo contigo. Sé que quieres esto, Sei —el diminutivo se siente repulsivo en su lengua, y si Seijuro tuviera suficiente energía, escupiría en la cara de Nash.

Observa con ojos rojos cómo Nash se inclina una vez más, acariciando su coño hipersensible con la lengua, y luego acerca su rostro a Seijuro.

—Pruébate —murmura antes de estrellar sus labios contra Seijuro, con la mano agarrando su mandíbula cuando Seijuro se niega a devolverle el beso. Nash abre sus labios, y obliga a Seijuro a probarse a sí mismo. Él no se mueve mientras mete su lengua en la boca de Seijuro, llegando a escupir dentro cuando Seijuro intenta morderlo.

Nash baja la cabeza una vez que termina de abusar de sus labios y Seijuro piensa estúpidamente que se acabó. Que esta tortura está llegando a su fin. Pero esta noche se trata de demostrar lo ingenuo que ha sido, ¿no es así?

—No tan pronto, princesa. Ni siquiera he empezado todavía —Nash comenta como si hubiera escuchado los pensamientos de Seijuro, quien solo enfoca su mirada en su novio y encuentra su cálida mano en su pecho. En el momento siguiente, Nash también le está arrancando las prendas superiores, hasta que no hay tela que cubra su cuerpo y está completamente desnudo para que Nash lo aprecie. 

—Para, por favor —suplica, llora y suplica un poco más, pero sin éxito. Nash ha ido demasiado lejos. En lugar de su novio, la luz de su vida, es un monstruo.

—¿De verdad pensaste que permitiría que me dejaras? Pensaste que amenazarme era divertido, ¿no? Pero aquí está la cosa, Sei, prefiero matarte antes de dejar que te alejes de mí —contrastando sus palabras crueles y trastornadas, Nash se inclina más cerca para acariciar con su nariz la mejilla de Seijuro, sin importarle cómo su novio se estremece ante el toque—. Eres mío. Y si no eres mío, no serás de nadie.

Seijuro cierra los ojos con fuerza, cansado de llorar, y desea que se detenga. Él no sabe cómo llegó a esto. ¿Adónde se ha ido el amor de su vida? El atractivo chico que lo trataba como rey no estaba por ningún lado. Oye gruñir a Nash y siente que se acerca, pero no se atreve a abrir los ojos, bueno, no hasta que Nash lo sujeta del cabello y lo obliga a abrirlos.

Sus ojos se encuentran con la dura polla de Nash, gruesa y roja. Seijuro odia cómo la vista le hace agua la boca. Gira la cabeza hacia otro lado, pero Nash no lo deja, usa su otra mano que no está en el cabello de Seijuro para abrir su boca, y una vez que separa sus labios, aunque sea un poco, mete su polla dentro.

Seijuro se ahoga, le arde la garganta y llora. Le ruega a Nash que se aleje, que lo deje respirar, pero no. Se ve obligado a ahuecar las mejillas para dejar espacio para la polla gruesa de Nash y respirar.

—Puedes hacerlo mejor —escupe Nash, con las cejas juntas por la frustración.

Su polla se siente pesada en la boca de Seijuro y, finalmente, Nash se cansa de sus acciones lentas, por lo que decide tomar la iniciativa él mismo. Usa el agarre en el cabello de Seijuro y empuja hasta que toda su longitud está adentro. Seijuro se atraganta cuando la punta golpea la parte posterior de su garganta.

—Vamos, princesa. Chúpame correctamente. Sé lo zorra que eres por mi polla —las palabras degradantes duelen, pero Seijuro no está en posición de protestar. Todo lo que es capaz de hacer es dejar que Nash use su boca como si fuera una especie de puta barata.

Cuando Nash siente que Seijuro jadea desesperadamente por aire, lo suelta pero mantiene lo que puede dentro de su boca y hace que la cabeza de Seijuro se balancee arriba y abajo sobre su pene. Después de lo que parece una eternidad de abuso, Seijuro tose cuando Nash se corre directamente dentro de su boca, llenándola hasta el borde con su semen caliente. 

Joder.

Sus caderas tartamudean, pero empuja la cara de Seijuro contra su ingle hasta que Seijuro se retuerce en su agarre, ahogándose con la longitud rígida y derramándose dentro de su boca. No tiene más remedio que tragarlo, pero parte se desliza por la comisura de sus labios.

Seijuro cae de espaldas en la cama, jadeando como loco cuando lo suelta, tomando bocanadas de aire con desesperación. Todavía está aturdido, con la mente en blanco por la falta de oxígeno cuando Nash se inclina, salpicando suaves besos en su mejilla y cuello y luego en sus clavículas expuestas.

La boca de Nash se siente cálida mientras desciende y se encuentra con su pecho. 

—Mi hermoso Seijuro —toma un pezón en su boca. Incluso tan cansado y exhausto por su reciente orgasmo, los pequeños ruidos y gemidos de Seijuro suenan como música para sus oídos y lo animan a continuar.

Succiona con más fuerza, casi desearía que estuvieran llenos de leche para que Nash pudiera chuparlos hasta dejarlos secos. Es un sueño, pero no por mucho tiempo porque tiene la intención de hacer realidad su fantasía esta noche. Nash mira a Seijuro, sonriendo cuando ve lo completamente roto que está. Que jodido se ve.

—¿Sabes por qué esta noche es tan especial, Sei? —por supuesto que no lo sabe.

Seijuro ni siquiera se atreve a abrir la boca para preguntar, pero Nash piensa que la curiosidad debe estar comiéndolo vivo, así que complace a su amante.

—Voy a preñarte esta noche, mi amor. Llenarte con mi semen —es tan satisfactorio ver cómo Seijuro abre mucho los ojos, sus pupilas temblando por la sorpresa. Lucha por encogerse, hacerse un ovillo en la cama, pero Nash no se lo permite. ¿Por qué lo haría? ¿Por qué Nash dejaría que Seijuro le ocultara su hermoso cuerpo?

—Qué… ¡Nash, no!

Nash chasquea la lengua, no le gusta el tono de su novio.

—No estaba preguntando, princesa —extiende su mano para pasar sus dedos por la piel de Seijuro, y sonríe cuando escucha que Seijuro respira con dificultad. Nash presiona su mano hacia abajo una vez que se asienta en la parte inferior del estómago de Seijuro.

—Voy a darte un bebé… a toda costa. ¿Quieres saber por qué?

Una vez más, Seijuro no pregunta. Al menos abiertamente. Pero como Nash se siente tan generoso hoy, deja pasar el comportamiento inadecuado de Seijuro.

—Porque las parejas que esperan un bebé son obligadas a casarse. Incluso preparé píldoras de fertilidad para ti —si las miradas pudieran matar, Nash cree que estaría muerto en un instante.

La mirada en el rostro de Seijuro lo hace reír. Es la única otra emoción que ha visto en el rostro de su novio esta noche desde que Nash decidió reclamarlo.

—Está bien. Vamos a ser buenos padres. Puedo sentirlo —con eso, agarra su polla y se empuja entre las piernas de Seijuro, quien inmediatamente grita y hace todo lo posible para empujar a Nash. Pero Nash es una fuerza a tener en cuenta.

El cuerpo exhausto de Seijuro no es rival para él, Nash usa la lubricación en el coño destrozado de Seijuro para mojar su polla y empuja dentro de su agujero antes de que el otro pueda intentar patearlo de nuevo. 

Nash sujeta a Seijuro con un fuerte agarre en sus muslos, manteniéndolos separados mientras comienza a follarlo. No importa cuántas veces hayan follado, Seijuro aún logra sorprenderlo por lo apretado que se siente. Es como si el pequeño agujero de Seijuro estuviera succionando su polla por dentro.

—Vamos. Gime para mí —Seijuro intenta empujarlo, pero después de todo lo que ha pasado esta noche, sus brazos simplemente tiemblan a los costados y se ve obligado a permanecer allí y dejar que su novio lo viole.

Él grita, pero sale como un gemido que Nash confunde con un grito de más. Nash empala a Seijuro en su pene, embiste más fuerte y más profundo, empujando su pene tan lejos como puede llegar.

—Te encanta que te folle, ¿verdad? —en este punto, Seijuro se siente como un disco rayado; llorando y rogándole a Nash que se detenga, pero sin resultado.

Siente que la vergüenza se apodera de su cuerpo cuando los gritos de que deje de hacerlo se convierten en gritos de más. Le duele el coño y su cuerpo reacciona instintivamente, amando lo duro que Nash lo folla y lo abre.

—Voy a llenarte con mi niños, Sei —balbucea Nash sin pensar, ansioso por perseguir su objetivo, cumplir su deseo a largo plazo de que Seijuro lleve a sus bebés. Gime cuando se imagina a Seijuro así, con el estómago reventando.

Nash levanta las piernas de Seijuro hasta sus hombros, penetrándolo más fuerte desde el nuevo ángulo. Sus manos migran a su trasero, amasando la carne y jalando a Seijuro de regreso a su pene con cada embestida. Es fascinante ver a su amante perder la cabeza lentamente y ceder a sus deseos más primarios.

—Eso es todo. Acepta el hecho de que así es como va a ser a partir de ahora. Pronto olvidarás todos sus míseros objetivos de vida. Estás hecho para llevar a mis bebés.

Su ritmo es implacable, canalizando toda su ira anterior hacia Seijuro. ¿Cómo se atrevía a insinuar que podía alejarse de él? Nash nunca dejaría que eso sucediera. Nash siente que la sensación familiar crece y acelera, brutalizando el coño de Seijuro. Quiere hacer un espacio dentro de su coño solo para su polla.

—Voy a llenarte ahora.

—N-Nash, ¡ah! No adentro, por favor-... —Seijuro gime, sin más lágrimas en su cuerpo para llorar. Él no quiere esto; él no quiere nada de esto. Pero esto no se trata de lo que quiere Seijuro.

Seijuro se corre con un grito estridente, su coño chorrea explosivamente, empapando la polla y el vientre de Nash, y su novio le sigue poco después, pintando sus entrañas con su semilla espesa y viscosa, impregnándolo.

Cuando Nash finalmente se retira, lo hace con una sonrisa diabólica en su rostro. Palmea el estómago hinchado de Seijuro y se inclina para plantar un suave beso en la comisura de sus labios.

—Te volveré a criar después de que nazca este niño —le da otro beso en la mejilla y después en su mandíbula—. Luego otra y otra y otra vez —Nash termina su amenaza moviéndose una vez más entre las piernas de su novio, su cálido aliento hormiguea mientras besa la flor arruinada y maltratada de Seijuro—. Hasta que aceptes el hecho de que perteneces y no puedes dejarme jamás.

Y Seijuro sabe que no está mintiendo por la expresión de su rostro. 

fin.