Seijuro Akashi se presenta como un omega y necesita algo de ayuda.
Está encerrado en el baño, temblando en el asiento del inodoro, cagado de miedo e inexplicablemente cachondo al mismo tiempo.
Está sentado, encorvado en el asiento. Se siente como si estuviera en llamas, y duele. Duele mucho. Como si alguien hubiera derramado gasolina en cada poro de su piel y le hubiera arrojado un fósforo. Su ropa se pega a su piel húmeda por el sudor. Se siente pegajoso e incómodo, y realmente quiere quitársela, pero está en el baño a nada de que comience el partido, por lo que todavía necesita mantener cierto sentido del decoro.
Pero, oh, su clítoris palpita.
Aprieta los ojos y trata de recordar, hace todo lo posible por recordar lo que dijeron en educación sexual, sobre qué hacer cuando uno entraba en celo inesperadamente. ¿Era... encontrar a alguien de confianza para aliviar el dolor? ¿O encerrarte en algún lugar apenas comience?
No puede recordar. Solía hacerlo, pero la información es un susurro en su mente en este momento, polvo en los recovecos de su cabeza. Después de todo, nunca esperó que se presentara como algo más que un alfa. Había una posibilidad minúscula de que se presentara como un beta, pero ¿un omega? De ninguna forma.
Los omegas son extraños. Poco comunes. Codiciados. Buscados. Diamantes en bruto. La probabilidad de presentarse como un omega era de una entre cien mil.
Y ya había pasado la edad típica para presentarse. Demonios, la presentación de Kuroko a los quince se consideraba tardía. Seijuro no pensó, nunca esperó que esto sucediera.
Pero está sucediendo.
Y Seijuro está tan cerca de arrancarse los shorts y meter tres dedos en su necesitado coño de una sola vez. Puede sentir que gotea, puede sentir el rezumar de la lubricación entre sus pliegues mojando sus bragas. Se arriesga a mirar hacia abajo y… sí, está empapando la tela de sus shorts.
Él quiere hacerlo. Lo necesita. Puede escuchar una nueva voz que ha surgido en la tormenta y la niebla de su mente, una que está gritando por un nudo, por una polla, por sus dedos, por cualquier cosa, y se vuelve más fuerte e insistente a cada segundo.
Solo va a empeorar. Solo va a ponerse más caliente Él sabe esto. Todo el mundo sabe esto. Así es como son los celos. Solo va a empeorar. Esto es solo el comienzo.
Podría tratar de salir del baño, y buscar a alguno de sus compañeros, pero descarta esa idea rápidamente. No puede arruinar el partido ahora. No hay forma de que lo vean así. Además, todos ya están emparejados. Y honestamente, Seijuro no puede ver al resto de la Generación Milagrosa como más que sus mejores amigos, eran como una familia para él.
Su padre estaría decepcionado.
Ahora, apretando sus rodillas contra su pecho mientras su corazón late con fuerza y su coño se aprieta alrededor de la nada, reconsidera sus opciones. Al diablo los sentimientos en este momento. Necesita un nudo.
La voz en su interior grita que abra la puerta, que busque un alfa, cualquier alfa. Pero él resiste, tan fuerte como puede, luchando contra sus instintos y sus impulsos y el lobo que reside dentro de él.
Seijuro se balancea hacia adelante y hacia atrás en el asiento, cierra los ojos y trata de no ceder a sus instintos. Su frente está perlada de sudor y sus muslos tiemblan. Se pregunta cuanto tiempo tiene antes de que inicie el partido. Estará bien, repite en su mente, estará bien.
La primera ola llega realmente diez minutos después.
No lo sabe con exactitud, parece que ya no comprende el concepto de tiempo. No cuando espasmos sacuden su cuerpo periódicamente. El aire se siente espeso y Seijuro se vuelve cada vez más delirante con cada inhalación. El aroma de omega en celo siempre era descrito como un afrodisíaco para alfas, pero no recuerda que nadie haya mencionado que sea tan efectivo en el omega mismo.
La temperatura en la habitación cerrada es sofocante. No puede abrir la ventana, por temor a que alguien afuera capte su olor y haga lo que sea necesario para entrar. Ha sucedido antes. Salió en el periódico. Seijuro no quiere terminar en el periódico.
A medida que pasa el tiempo, Seijuro comienza a perder el control, poco a poco, como agua que gotea, gota a gota, en un balde.
Se encuentra incapaz de ahogar los sonidos, los suaves gemidos que logran escapar de su boca cerrada, que suplican que venga un alfa. Los ruidos escapan de lo profundo de su garganta y Seijuro no se escucha a sí mismo en ellos. Suena como una persona completamente diferente.
Parece que Seijuro no puede dejar de moverse, cambiando de una posición sentada a otra mientras intenta ponerse cómodo, algo que le ayude a aliviar el dolor. El charco de humedad sobre el que está sentado es pegajoso y el sudor hace que su ropa se pegue a su piel. Da vueltas y vueltas, incapaz de quedarse quieto. Ni siquiera puede ponerse de pie porque sus piernas están demasiado débiles para sostenerlo en este momento, y su glándula odorífera late.
Ya está empapado. Está goteando sobre el plástico de la tapa del asiento del inodoro, el líquido transparente cae por el costado. Su coño late. El dolor solo empeora. Él sigue apretando y aflojando, como si estuviera tratando de hacer que una polla se materialice de la nada dentro de él.
Hace demasiado calor. A la mierda el decoro.
Seijuro se quita la camiseta frenéticamente, exhalando cuando siente que el aire golpea el sudor de su piel caliente. Casi inconscientemente, arrastra una mano hacia su pecho, dejando que las yemas de sus dedos rocen su carne, ahogando un gemido por la sensación.
Dos dedos se envuelven alrededor de su duro pezón, jugueteando con él, tirando de él, frotándolo. Seijuro gime, con los ojos cerrados, simplemente disfrutando de la sensación de estimulación, todo lo demás se olvida momentáneamente. Se retuerce en el asiento.
Su pierna se mueve de forma involuntaria, golpeando contra una canasta que está junto al espacio libre debajo del pequeño cubículo. Sus ojos se abren de golpe. Es un cesto de ropa. Se cae y lo que se derrama hace que el corazón de Seijuro lata con fuerza y sus fosas nasales se ensanchen mientras intenta inhalar más profundo.
Es uno de los jerseys de Jabberwock. Negro, con manchas más oscuras, que probablemente sean sudor. Un olor sube a su nariz, es fuerte. Embriagador. Delicioso.
Mío.
Se levanta del asiento, casi se cae en su prisa por levantar la camisa, y lentamente, se la lleva a la nariz. Inhala. Y se rompe.
El almizcle instantáneamente reconocible de un alfa llena su nariz, un aroma masculino y parecido a un denso bosque, mientras siente más líquido brotar de su coño. Antes de que se dé cuenta, sus shorts están fuera, la camisa sucia está arrugada en su puño, mientras que su otra mano se dirige rápidamente a bajar sus bragas con desespero.
Su pecho sube y baja, y está respirando entrecortadamente cuando finalmente desliza un dedo en su coño, luego otro, otro, y otro, hasta que tiene cuatro dedos dentro de él, los movimientos son suaves por lo obscenamente mojado que está.
Lo único que hay en su mente es un mantra de “alfa alfa alfa” mientras absorbe todo lo que puede del olor, saboreándolo en su lengua. Es como si se estuviera ahogando en él, como si se estuviera hundiendo en un mar de deseo y abandono.
Se siente moderadamente estirado, pero al mismo tiempo no es suficiente. Sus dedos son demasiado cortos. No es suficiente. Gimiendo, su ritmo aumenta, los dedos entran y salen de su coño en un intento por alcanzar ese punto que sabe que está ahí pero que simplemente no puede encontrar.
Es como si se estuviera quemando de dentro hacia afuera, como si fuera a estallar en llamas si no se corre pronto. Su mente es un desastre confuso y apenas puede ver con claridad, tan preocupado por los dedos en su coño y el olor que impregna sus sentidos.
Ni siquiera se siente como si fuera él quien se está haciendo esto a sí mismo. Los sonidos de humedad y sus gemidos resuenan en el baño. Con cada respiración, la imagen del alfa se vuelve más y más clara en su cerebro: él flotando sobre Seijuro, con los ojos fijos en él, la polla gruesa e hinchada empujando sus pliegues.
Seijuro traga saliva ante la idea. Se pregunta qué tan grande sería. Qué tanto lo llenaría. Qué bien podía tomarla. Sería un omega perfecto para él. Para su alfa.
Suelta la camisa, la deja caer al suelo, el olor ajeno está tan arraigado en sus sentidos que ya ni siquiera necesita la camisa, y sin pensar se agacha para tocar su clítoris con el pulgar. Sus caderas se doblan sobre sus dedos. Él está cerca. Apenas han pasado cinco minutos. Y está cerca.
Se imagina unas grandes manos por todo su cuerpo, imagina una hilera de dientes arrastrándose por su piel, dejando marcas rosadas y oscuros moretones, imagina el cuerpo de ese alfa eclipsando por completo el suyo.
Separando sus dedos, intenta fingir que es una polla dentro de él, mientras cierra los ojos con fuerza. No es lo mismo y él lo sabe, pero lo necesita, necesita fingir que alguien lo está follando en este momento. Seijuro gime, el olor se espesa a medida que pasan los minutos, rodeándolo por completo. El interior de sus muslos está manchado con sus propios fluidos, su coño se aprieta y afloja con entusiasmo alrededor de sus dedos, marcando un ritmo rápido que lo tiene jadeando, desesperado por correrse.
Diferentes sonidos luchan por ser escuchados. Los latidos de su corazón retumban en sus oídos, los sonidos húmedos de sus dedos empujando dentro de su coño, su respiración es solo un ruido blanco mientras se enfoca en su orgasmo, estirándose y tratando de alcanzarlo.
El olor del alfa es tanto una constante como un catalizador, y por alguna razón que no puede determinar, se vuelve más fuerte. Se vuelve más fresco.
Lo alienta, lo pone más caliente a medida que la fantasía parece volverse más y más real, como si un alfa estuviera realmente encima de él, penetrándolo como si fuera a morir sin su coño.
Seijuro arrastra una mano hasta su pecho sonrojado, frotando y tirando de sus pezones, arquea la espalda, gime en voz alta por su alfa, el olor es abrumador ahora, y Seijuro solo se moja más y más, está casi allí.
A lo lejos, escucha un ruido de golpes, como si alguien estuviera golpeando una puerta, pero no le presta atención, mantiene los ojos cerrados con fuerza y la boca abierta en un gemido.
Hay un fuerte estruendo. La nariz de Seijuro se inunda con el olor de ese alfa imaginario, caliente y pesado a su alrededor. Sus ojos se abren. Aprieta los dedos, una reacción visceral al olor a alfa.
Y ahí está Nash Gold Jr. frente a él, con el pecho agitado y los ojos desorbitados.
—Tú...
Seijuro no se pone a la defensiva como haría en cualquier situcación al encontrarse a solas con el rubio. Por el contrario, se siente más caliente; le gusta la idea.
La mirada de Nash se desliza hacia el coño empapado de Seijuro, observa por completo a un Seijuro enrojecido y sudoroso sentado allí, con las piernas abiertas, los dedos enterrados entre sus pliegues, los ojos entreabiertos, y deja escapar un gruñido.
Y Seijuro se corre.
La dulce liberación inunda su cuerpo durante unos segundos alucinantes, enfriando su interior y sofocando la tormenta dentro de él, solo por un momento.
Sus dedos se contraen dentro de él inconscientemente, y grita por la sobreestimulación, retira la mano y deja que su coño se apriete alrededor del vacío mientras un chorro de líquido sale de su coño. El orgasmo lo deja absolutamente sin aliento, pero necesita más.
El calor regresa, como si su cuerpo lo supiera, supiera que no le han dado un nudo, que no ha cumplido su propósito. Seijuro extiende ambos brazos hacia Nash, quien todavía está parado allí, inmóvil, con los ojos verdes muy abiertos, y trata de no lloriquear cuando habla, con voz temblorosa.
—¿Alfa? —sale como un gemido, a pesar de su mejor esfuerzo.
Es como si Nash fuese reanimado de repente, como si hubiera salido del trance en el que se encuentra, con la forma en que vuelve a la acción, con los ojos fijos en Seijuro. Se acerca. Un gruñido retumba de su garganta.
—Omega.
Seijuro casi llora de alivio al escuchar que Nash reconoce su estado y se dirige a él como un omega. Es estúpido, tal vez, y reflexionará más tarde, pero en este momento, en su cerebro confundido por el calor, Nash llamándolo omega satisface al ser primario dentro de él.
—Alfa —repite.
Nash se acerca para encontrarse con él, sus brazos se deslizan alrededor de él tan firme, tan perfectamente que Seijuro se olvida de sí mismo por un momento, el calor se disipa momentáneamente por la sola presencia de Nash. Seijuro acaricia instintivamente su pecho, las líneas anchas y músculos firmes, mientras Nash frota su cuello firmemente contra el de Seijuro, mezclando su olor de manera efectiva.
Su aroma lo envuelve como un fuerte abrazo, enfriando el fuego que baila sobre su piel, y es solo entonces que Seijuro se da cuenta de que Nash huele a punto de entrar en celo. El deseo se extiende cálido debajo de su piel. Todo lo que sabe es que aun está goteando de excitación.
—Mi omega —tararea Nash en voz baja, frotando suavemente la parte interna de sus muslos, tan cerca de donde Seijuro lo necesita, pero tan lejos aun—. Desde que te vi, supe que serías mío.
Seijuro asiente frenéticamente.
—Sí, alfa, necesito tu nudo. Por favor, alfa.
—¿Te lo mereces?
Nash se ríe, y Seijuro tiene la mitad de la intención de abofetear esa estúpida sonrisa en su rostro.
—Sí —gime Seijuro—. He sido un buen chico.
—Entonces preséntate, omega.
La lujuria pura y concentrada zumba en sus venas mientras gira lo más rápido que puede y se pone en la típica posición de apareamiento sobre el piso: culo arriba, boca abajo y listo para ser montado. Seijuro se asegura de mover el trasero y molestar un poco a Nash. Después del primer orgasmo, la quemazón del calor ha disminuido considerablemente y Seijuro solo quiere disfrutar. También podría, ¿verdad?
A juzgar por el gruñido detrás de él, está funcionando y Seijuro siente una mano áspera en la curva de su trasero, acariciando su piel suavemente.
—Mírate —escucha a Nash murmurar—. Linda zorra omega.
Seijuro se estremece. Lo llamó lindo.
—Soy tu zorra —afirma, y arquea más la espalda, levanta el culo más alto.
—Lo eres, ¿no? —Nash deja escapar un gruñido gutural. Una fuerte bofetada es entregada al trasero de Seijuro.
Seijuro grita, tambaleándose hacia adelante, mientras el dolor fugaz se derrite en placer que se asienta sobre su piel.
—Otra vez —gime. Nash sonríe.
—Qué omega tan puta —dice, pero obedece, azotándolo de nuevo. Seijuro gime al sentir el segundo azote.
—Alfa, necesito tu nudo.
Nash está en silencio detrás de él, y Seijuro está a punto de darse la vuelta para ver si está bien cuando lo escucha soltar una carcajada y agarra una de sus nalgas acariciándola con su mano.
—Tan suave —dice, y esa es toda la advertencia que recibe Seijuro cuando Nash lo penetra con un suave empuje de sus caderas.
Los alfas generalmente están bien dotados. Seijuro lo sabe. Pero parece que Nash es aún más grande de lo que esperaba. Lo está separando. Seijuro se siente débil, pero en el buen sentido. Puede sentir su omega interior ronronear de satisfacción por la sensación de finalmente poder conseguir lo que ha estado esperando durante tanto tiempo.
La gran cantidad de lubricación que Seijuro ha estado produciendo constantemente es de gran ayuda. Pero Nash aun se queda quieto, permitiendo que Seijuro se ajuste a su tamaño. Seijuro lo aprecia, se toma un tiempo para aclimatarse a la enorme polla en su coño y comienza a moverse cuando está listo.
Seijuro mueve sus caderas hacia atrás y siente que ya está a nada de correrse, calor quema en su sangre.
—Alfa es grande —murmura, aturdido.
—¿Te gusta eso, omega? Esta polla es bastante grande —acentúa sus palabras con un fuerte azote que hace que Seijuro salte, temblando después.
Seijuro cierra los ojos, tratando de saborear, de disfrutar este sentimiento.
—Me encanta, alfa —gimotea—. Me llena tan bien.
—Me voy a mover, princesa.
Seijuro asiente, pero no está preparado para lo que sucederá a continuación.
Cuando Nash dice mover, realmente quiere decir mover.
Golpea el coño resbaladizo de Seijuro con toda la ferocidad de un alfa en celo, a un ritmo implacable y despiadado, dejando a Seijuro absolutamente sin aliento. Cada embestida de las caderas de Nash hace que puntos blancos bailen en la visión de Seijuro. Es tan grande.
Seijuro no puede evitar gemir, no puede evitar chillar cada vez que Nash golpea ese punto dulce dentro de él, no puede evitar ordeñar su polla. Su clítoris está palpitando, pidiendo atención, pero Seijuro cree que ni siquiera necesita estimulación, no, no cuando tiene la polla de Nash.
Nash disminuye la velocidad, hundiendo su nariz en la glándula de Seijuro, de modo que su frente está directamente sobre la espalda de Seijuro, y Seijuro puede sentir los fuertes latidos contra su pecho. Los brazos de Nash están a cada lado de él y su cuerpo parece cubrir a Seijuro por completo. Se siente pequeño y atrapado de la mejor manera posible.
—No creí poder tenerte así, Seijuro —sisea Nash en su oído.
Es la primera vez que lo escucha llamarlo por su nombre, y es casi una burla. A Seijuro le gusta demasiado, más de lo que podría admitir cómodamente, por lo que deja escapar un suave gemido en respuesta.
—Tener a Seijuro Akashi como mi pequeña puta omega —continúa Nash, dejando mordiscos y mordiscos en la elegante curva de su cuello entre sus palabras—. Tan bonito y en celo y todo para mí, para llenarlo con mis cachorros.
Algo se mueve dentro de él. Es diferente al deseo físico que lo atraviesa. Es más cálido, más acogedor, y Seijuro guarda esas palabras cómodamente en un rincón de su mente. Tendrá tiempo para reflexionar sobre su significado más tarde.
Seijuro gime, se imagina a sí mismo hinchado con el semen de Nash y aprieta con fuerza la polla de Nash entre sus paredes internas.
—P-por favor —tartamudea—. Por favor, dame tus cachorros, alfa.
Nash maldice en inglés, alejándose solo para empujar de nuevo dentro de su coño con tanta fuerza que Seijuro se sacude hacia adelante, con la lengua colgando de su boca mientras lo follan tan fuerte, tan profundo, que parece que no puede formar palabras coherentes.
No quiere sentir nada más que esta sensación, estar completamente lleno de la polla de un alfa.
—Voy a criarte, omega —gruñe Nash en el oído de Seijuro, y Seijuro se siente más húmedo al escuchar su voz, más ronca, diciendo cosas tan sucias—. Quiero verte lleno y redondo por mis cachorros.
Se detiene, maldiciendo y disminuyendo la velocidad, en lugar de follarlo bruscamente y con abandono, mueve sus caderas a un ritmo tortuosamente lánguido hacia Seijuro, para que Seijuro realmente pueda experimentar la maravilla que es la polla de Nash Gold jr. en todo su esplendor.
Seijuro lo ama y lo odia al mismo tiempo, porque el ritmo lento es demasiado lento para su gusto, pero así Nash alcanza todos los puntos dentro de él que hacen que su espalda se arquee y sus piernas tiemblen sin control. El calor es un dolor sordo ahora, solo zumba en el fondo de su mente mientras lo follan tan bien.
—Quiero ver tu coño gotear con mi semen —sisea Nash—. ¿Vas a ser bueno para mí, omega?
Seijuro gime ante su tono mordaz, mientras su omega interior se regocija.
—Sí, alfa, voy a-... —un gemido lo interrumpe—. Me voy a correr, alfa, ¡ah-...!
—Entonces córrete, omega —dice Nash con voz áspera.
¿Y quién es él para desobedecer a su alfa?
Su orgasmo se estrella contra él con fuerza, sus párpados revolotean y su cuerpo se paraliza, sus muslos se tensan y sus piernas se desploman debajo de él. El fresco alivio se mezcla con la abrumadora euforia que recorre su cuerpo.
Nash reduce la velocidad hasta casi detenerse, simplemente viendo a Seijuro contraerse con las réplicas debajo suyo. Pero incluso cuando Seijuro baja de su altura, algo todavía hierve a fuego lento en las profundidades de su vientre. Esta ola de calor aún no termina. Aún no ha sido anudado.
Besos, más suaves de lo que Seijuro esperaría, son esparcidos por su cuello y espalda, haciéndolo temblar.
—Necesito... necesito tu nudo, alfa —Seijuro dice, con la cara roja.
Algo en el aire ha cambiado, puede sentirlo. Es como si la dinámica se hubiera aligerado. Puede escuchar la sonrisa en la voz de Nash cuando responde.
—¿Crees poder manejar mi nudo, princesa?
Seijuro se debate entre gruñirle que se dé prisa o lloriquear y rogar. No se decide por ninguno.
Recuperando lo que puede de su compostura, se levanta sobre sus brazos, respira hondo y comienza a follarse de nuevo en la polla de Nash, tan rápido, duro y profundo como le es posible.
Nash hace un ruido de sorpresa, como un perro aullando, antes de dejar escapar un gemido bajo.
—Joder.
Seijuro resopla.
—Parece que... —su voz se entrecorta cuando la polla de Nash, gruesa y grande, roza sus sensibles paredes—. Tendré que hacerlo yo mismo —sus muslos tiemblan, pero se niega a reducir el ritmo. Esto, esto es lo que quiere, lo que necesita.
Cada vez que toca fondo, puede sentir que la base de la polla de Nash comienza a expandirse de manera lenta pero segura, y piensa, finalmente. Este celo no se va a aliviar solo.
—Sí, así —ahoga un grito, su mandíbula cae y un gemido se atasca en su garganta.
Mientras Seijuro se mueve frenéticamente, Nash desliza un brazo alrededor de su cintura para frotar sin piedad su clítoris hinchado, haciendo que todo el cuerpo de Seijuro se afloje y su coño se apriete. Un dulce placer sube por su columna vertebral, convirtiéndolo en gelatina cuando deja de moverse.
—Hah- Nash... ah-...
—Alfa, para ti —dice Nash, quien suena vagamente divertido, y Seijuro se gira para mirarlo a los ojos. Sus ojos verdes y salvajes oscurecidos por la lujuria.
Nash le sonríe. Sus caninos asoman de su boca, de color blanco nacarado y afilados. Luego mueve sus caderas hacia adelante y Seijuro chilla, se tambalea hacia adelante y lucha por sostenerse con sus brazos.
Nash es hábil con sus dedos, trabajándolos constantemente en el clítoris de Seijuro, y la textura de las yemas de sus dedos callosos hace que Seijuro lloriquee incontrolablemente.
De su coño brota aún más ese almizcle pegajoso, dulce y espeso. Está acercándose rápidamente hacia su clímax y, a juzgar por el nudo sólido y definitivo que se forma con la misma rapidez en la base de la polla dentro de él, también Nash.
Seijuro se queja, alto y prolongado. Nash se niega a dejar de molestar al manojo de nervios, frotando intensamente su clítoris.
—Es- demasiado...
—Te tengo, omega —murmura Nash, y empuja con fuerza contra el tierno coño de Seijuro una última vez. Un gruñido escapa de su garganta. Los ojos de Seijuro se cierran, su boca se abre en un gemido silencioso y su coño se aprieta con fuerza cuando ambos llegan al clímax, el nudo los bloquea a ambos en su lugar. Se siente tan bien.
Estallidos calientes de semen inundan su coño, el calor lo envuelve desde adentro hacia afuera. Es una calidez diferente en comparación con el calor abrasador: es más acogedor, más reconfortante por naturaleza. Seijuro siente que podría quedarse dormido en este momento, el esfuerzo físico finalmente sale a la superficie.
Encuentra su omega interior saciado. Este celo, o al menos, esta ola en particular, ha terminado.
—Creo que vamos a estar juntos por un tiempo —dice Nash, un poco incómodo. Es como si su lado alfa que había mostrado desapareciera sin dejar rastro.
—No me importa —confiesa Seijuro, girándose para mirar a Nash, que está sonrojado y sudoroso. Sus párpados de repente se sienten pesados.
Lentamente, se las arreglan para maniobrar en una posición sentada. La constitución de Nash, sus músculos y su amplio pecho contra la espalda de Seijuro, hacen que Seijuro sienta cosas. Cosas que idealmente no debería sentir por Nash.
Pero literalmente acaban de follar, entonces, ¿qué demonios, verdad? El silencio es algo incómodo pero somnoliento, Seijuro lo rompe de todos modos y se gira para mirarlo.
—Aún no me agradas. Y no quise seducirte ni nada…
Nash finalmente resopla, divertido.
—Sí, claro que no.
—¡Entré en celo! Estabamos afectados por las feromonas, no dimos nuestro consentimiento, podríamos habernos apareado por accidente y por impulso —Nash pone una mano en la boca de Seijuro, y éste balbucea con indignación ahogada, enrojeciéndose. Su mano huele a su lubricación y a Seijuro.
—Akashi —Nash se ríe—. Ni siquiera me conoces, ¿de verdad crees que tengo tan poco control?
Seijuro rueda los ojos y aparta la mano de su boca.
—Nash, ayer golpeaste a mi compañero de equipo.
—Me cabreó, ¿y qué?
—Eres un imbécil.
—Está bien, ¿si me disculpo puedo invitarte a salir?
Silencio.
—Quiero decir, me gustó esto. Fue agradable. Pero aun así…
—¿Sería realmente tan malo salir conmigo? —Nash pregunta.
Seijuro balbucea.
—Nash, apenas te conozco. Y no pareces ser de los que se tomen en serio las relaciones.
—¿Y si quisiera pasar el resto de mi vida contigo, Seijuro?
¿Qué?
—¿Qué?
—Dije —repite Nash, sonriendo—. ¿Y si quisiera pasar el resto de mi vida contigo a mi lado?
—Claramente el celo o los nudos te han vuelto loco —murmura Seijuro—. Tal vez ambos. No me importa —lo mira intensamente, haciendo todo lo posible por ser serio y no doblegarse—. Hablaremos de esto después de mi celo.
—Bien. Lo que tú digas, princesa —Nash le da palmaditas en la cabeza y acaricia su cuello, sin darse cuenta de cómo Seijuro se estremece con el apodo.
fin.