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Convexo

—Cálmate un poco, Sei. Tu padre está durmiendo. No queremos despertarlo, ¿verdad?

Seijuro asiente. No podía hablar del todo, no con los dedos de Nash actualmente deslizándose en su boca y las yemas de sus dedos presionando contra el interior de sus mejillas y sobre su lengua.

—Buen chico.

Seijuro siente una de las rodillas de Nash moverse entre sus piernas antes de presionar contra su ingle, provocando un leve gemido. Su mano libre presiona contra la parte baja de su espalda, sintiendo sus dedos deslizarse debajo de la cintura de sus pantalones, lo suficiente como para levantar el elástico ligeramente.

Nash está sentado en su cama y Seijuro a horcadas sobre uno de sus muslos, con sus manos sobre los hombros desnudos de Nash. Hace calor esta noche, demasiado calor según el pronóstico del tiempo de esta mañana, y Seijuro casi desearía haber encendido el aire acondicionado, pero no está particularmente inclinado a la idea de alejarse para encenderlo o pedirle a Nash que lo haga.

Otro movimiento de la extremidad entre sus piernas trae otro gemido, y siente los dedos de Nash, los que están en su boca, moviéndose. Las uñas rozando sus dientes y la piel callosa empujando suavemente contra su lengua. No están lo suficientemente profundos dentro de su boca como para provocar arcadas, pero tampoco no son una presencia.

En cambio, a Seijuro le resulta difícil concentrarse, le es difícil pensar, con ellos en su boca y con la forma en que su estómago se contrae, cálido y hormigueante. No es un sentimiento con el que Seijuro esté familiarizado en ningún sentido, pero asume que es simplemente otra parte del entrenamiento que Nash se ofreció a enseñarle.

Pero Seijuro no es estúpido o ingenuo. Sabe qué es el sexo. Simplemente no está muy seguro de lo que eso implica. Sabe lo suficiente por los videos educativos en su clase de salud, algo sobre el embarazo y los condones. Sabe que suele ser algo que se hace entre hombres y mujeres, pero no mucho más.

También recuerda que su madre le había advertido sobre los extraños y los tocamientos, meses antes de que falleciera. “No dejes que nadie te vea o te toque aquí”, ella había dicho, mientras apuntaba con su dedo hacia abajo. “Recuerda, si tu ropa lo cubre, nadie más tiene derecho a verlo ni tocarlo. Tienes que decir no si alguien quiere hacerlo”.

Él recuerda sus advertencias, por supuesto, pero aun así, ella podría estar equivocada.

Ahora tiene once años.

Es lo suficientemente mayor para tomar decisiones por sí mismo. Además, Nash no es un extraño. Es alguien que conoce.

Es su tutor de baloncesto, al menos mientras Seijuro y su padre se encuentren en Estados Unidos debido a un viaje de negocios de éste último. Es bastante directo pero muy paciente con él, aunque a veces parece estar de mal humor. Seijuro conoce a Nash. Además, todo el mundo le teme a su padre.

Nash no haría nada para lastimarlo intencionalmente.

Seijuro precibe un dedo presionando contra sus dientes, antes de que Nash hable de nuevo. Siente los dedos de la mano que está presionando contra la piel debajo de su cintura, frotando pequeños círculos en su carne. Lo hace temblar, lo agita de una manera que realmente no comprende.

Se siente bien. Su madre no había dicho que se sentiría bien.

—Intenta frotarte contra mí —dice Nash. Es más un susurro que una orden, pero Seijuro obedece de todos modos. Nash no le ha dado motivos para dudar después de todo.

Ahoga un gemido, como si no esperara este tipo de sentimiento. Se siente bien, realmente bien, genial incluso. Sus movimientos son un poco bruscos, no podía moverse tanto como quisiera, no con la forma en que el brazo de Nash descansa sobre su espalda y la mano en su boca, pero a Nash no parece importarle. Seijuro escucha la forma en que Nash respira, rápido y entrecortado al mismo tiempo.

Tiene cuidado de no morder los dedos de Nash incluso cuando comienza a chuparlos, su pequeña lengua rosada gira alrededor de sus dedos y saliva gotea de la comisura de sus labios. Nash no se lo había pedido, pero Seijuro lo hace de todos modos.

Le gusta la forma en que sus acciones aceleran la respiración de Nash y la forma en que lo mira, orgulloso. Nadie además de su madre lo había mirado así. Quiere mantener esa mirada en él y solo en él. Seijuro solo se queda quieto cuando siente una ligera presión en su espalda y un ligero tirón en sus pantalones, lo suficiente como para recordarle su posición actual.

—Voy a quitarlos. ¿Está bien, Sei?

Suave, tranquilo y seductor.

Seijuro recuerda las palabras de su madre en ese momento, y una pizca de vacilación entra en su mente, pero rápidamente la disipa. Nash le había preguntado, y hasta ahora no ha hecho nada para lastimarlo. No hay necesidad de preocuparse o pensar demasiado.

Eso es lo que él cree.

Eliminando sus preocupaciones una vez más, Seijuro asiente, con la boca todavía llena. Es un movimiento rápido cuando Nash le baja los pantalones y la ropa interior, y el aire se encuentra con su piel ahora desnuda. Es una sensación extraña, una mezcla de frío y calor, y hace que Seijuro se estremezca.

Está avergonzado. Su pene, ese es el término técnico que aprendió en clase, está erguido y firme, goteando una sustancia blanca similar a una leche espesa. Sabe que la rigidez es algo normal. Su madre le había explicado eso años antes, cuando aun lo ayudaba a bañarse y había sucedido lo mismo.

Pero a Nash no parece importarle, incluso cuando gotea sobre su ropa y las sábanas, ensuciándolas.

En cambio, siente que la mano en su espalda se retira y los dedos de Nash salen de su boca, una cadena de saliva se arrastra desde su boca hasta la punta de sus dedos. Cuando Nash habla, es otra pregunta, casi un murmullo.

—Voy a tocarte. Está bien, ¿verdad Sei? Lo estás haciendo muy bien.

Es un tipo de pregunta y afirmación, pero aun así, hace que Seijuro se estremezca y su pene gotee aun más. Está realmente avergonzado, pero aun así, tiene que decir algo. No quiere decepcionar a Nash.

—S-sí —su voz sale débil, más temblorosa de lo que él quisiera, pero Nash asiente de todos modos. Y de repente, Seijuro siente que una mano mojada se mueve, deslizándose por su muslo antes de posarse sobre su entrepierna.

Cuando los dedos de Nash se envuelven alrededor de su pene, no puede detener el ruido que sale de su garganta. Es un poco extraño sentir su propia saliva en sus genitales, pero todo lo demás se siente bien, mejor que bien.

Está jadeando, hace demasiado calor ahora, cuando la mano de Nash comienza a moverse, lánguida y sin apretar. Seijuro siente que sus uñas se clavan en los hombros de Nash (probablemente habrán marcas por la mañana), pero Nash no dice nada.

Otro ruido se le escapa, pero afortunadamente, Nash tampoco lo reprende por eso. En cambio, lleva un dedo frente a sus labios, silenciándolo.

—Voy a levantarte la camisa, ¿de acuerdo?

Seijuro asiente de nuevo, con la cara roja. No confía en sí mismo para hablar con coherencia.

La mano libre de Nash se mueve hacia el dobladillo de su camisa, jugueteando con los bordes, antes de levantarla hasta su clavícula. Espera que la mano de Nash suelte la tela en ese momento, pero en cambio, Seijuro encuentra una boca sobre su pezón, succionando suavemente y una lengua cálida arremolinándose.

Seijuro se muerde los labios y se le escapa un medio gemido. Quiere ser ruidoso, pero no quiere despertar a su padre. Nash había cerrado la puerta con llave antes de esto, pero probablemente no podría explicar el ruido. Es demasiado agudo y juvenil para ser de Nash.

Siente la lengua de Nash arremolinarse una vez más y el mordisco de sus dientes contra la protuberancia sensible antes de que su boca se retire y se mueva hacia su otro pezón. Con la misma rapidez, la mano de Nash, la que había estado sosteniendo su camisa, se arrastra a donde había estado su boca.

Involuntariamente, otro jadeo sale de su boca cuando Nash pellizca el pezón entre el pulgar y el índice. No es un movimiento lo suficientemente fuerte como para extraer sangre o romper la piel, pero su pezón está hinchado, rosado, protuberante y demasiado sensible. No es una acción que a Seijuro le disguste, es más bien todo lo contrario, pero aun así, siente una presión que se acumula dentro de su estómago, similar a la sensación de necesidad de orinar.

No quiere ir al baño, será incómodo y vergonzoso, pero tampoco quiere orinarse sobre Nash. La presión en su estómago está empeorando, se hincha, se contrae y está demasiado caliente. No quiere decepcionar a Nash, pero sería peor avergonzarse a sí mismo.

—¿Nash? Q-quiero... —otro jadeo sale de su boca cuando Nash tira de su piel más fuerte—. Quiero ir al baño.

Otro tirón en su pene, Seijuro siente la lengua de Nash presionar contra su pezón y un pellizco en el otro, tirando muy levemente de la piel hinchada.

—¿N-Nash? —Seijuro comienza de nuevo—. L-lo siento, realmente lo siento, yo-...

Se le escapa otro ruido cuando Nash vuelve a empujar su rodilla hacia arriba, frotando suavemente contra la piel expuesta de sus muslos y su entrepierna. Hace calor, todo está demasiado caliente, y Seijuro no puede contenerse más, no con la forma en que Nash se mueve contra él.

Él orina.

Sin embargo, para su sorpresa, un chorro de color blanco es lo que sale de su pene.

Siente las manos de Nash dejar su cuerpo, y el calor de su boca se va, exponiendo su pezón hinchado al frío.

—¿Ves? —dice Nash—. Está bien.

Muestra su mano, mojada con una mezcla de saliva, sudor y semen.

Seijuro asiente, tanto avergonzado como cansado. Casi espera quedarse dormido. Ahora tiene bastante sueño, pero Nash vuelve a hablar antes de que pueda quedarse dormido.

—¿Quieres continuar?

Está cansado y casi quiere decir que no por capricho, pero se da cuenta de la forma en que Nash lo mira, expectante y extraño. Siente otra agitación en su estómago gracias a la mirada de Nash.

No podría ser tan malo, piensa. Todo lo demás se había sentido realmente bien, su madre se había equivocado. Seijuro asiente.

—Dolerá un poco al principio. ¿Estás bien con eso, Sei? Lo estás haciendo muy bien, pero no quiero presionarte.

Otro movimiento en su estómago, embriagador y placentero, y Seijuro asiente de nuevo. No está particularmente entusiasmado con la idea del dolor, pero no podía negarse, no con la forma en que Nash lo mira y la forma en que lo hace sentir, cálido y amado.

—Bien —Nash se acerca con su mano limpia y alborota el cabello de Seijuro—. Has sido un buen chico hasta ahora. No lo olvides, ¿de acuerdo?

Seijuro no tiene la intención de hacerlo, pero un pequeño ruido agudo, casi sin aliento, sale de su boca. Las palabras de Nash junto con los dedos en su cabello, lo hacen sentir extraño, sin aliento y con ganas, ¿de qué? Seijuro no está muy seguro.

—¿P-puedes llamarme así otra vez, por favor?

Al igual que el ruido, la pregunta sale de su boca sin pensar, y Seijuro se sonroja. Es una pregunta extraña, incluso él lo sabe, pero aun así, Nash no se burla de él por eso. En cambio, simplemente responde en voz baja, teñida de algo que Seijuro no puede reconocer.

—Tranquilo —los dedos dejan su cabello antes de posarse suavemente sobre su hombro—. ¿Puedes subirte a la cama y darte la vuelta, Sei? Necesito hacer algo para que no duela tanto.

Seijuro asiente de nuevo antes de obedecer. No confía en sí mismo para hablar. No cree ser capaz de hacerlo, no sin tartamudear demasiado de todos modos.

Es una posición un poco incómoda, no por la calidad del colchón o las sábanas, sino por cómo su pene, ahora medio duro otra vez, empuja contra la cama y cómo su cara se presiona contra una de las almohadas. Ciertamente no ayuda que sus pezones todavía estén sensibles.

Escucha el sonido de un cajón al abrirse, cosas chocando, y luego una tapa siendo abierta, antes de sentir una mano en su trasero, extendiendo suavemente sus nalgas y dedos húmedos sondeando en su entrada. Hay una sensación de nerviosismo que lo invade, su clase de salud realmente no había profundizado en estos asuntos en particular, pero aun así, confía en Nash.

No haría nada para lastimarlo.

Seijuro escucha una pequeña advertencia de Nash antes de sentir que sus dedos presionan hacia adelante y dentro de su cuerpo. Es una sensación extraña, demasiado fría por el líquido que cubre sus dedos, pero Seijuro se abstiene de comentarlo. No quiere ser infantil.

Sin embargo, no logra controlar del todo el gemido que emana de su garganta, el cual es solo medio amortiguado por la almohada.

La idea de que Nash lo toque allí es extraña, pero aún así, no es una experiencia del todo desagradable. Incluso se siente bien hasta cierto punto, una vez que se acostumbra a la frialdad del lubricante y a la forma en que los dedos de Nash lo estiran.

No es demasiado áspero, y sus uñas no rozan sus cálidas paredes. Pero aun así, no detiene el ruido alto, quejumbroso y agudo, que sale de su garganta cuando siente los dedos de Nash presionando contra un punto en particular. Su cuerpo tiembla. Incluso con la almohada, su voz es un poco fuerte.

Seijuro siente una mano pasar por su cabello, suave y amable.

—Quédate en silencio —es un murmullo bajo, casi vibrante, pero aún así, envía un escalofrío a través de su columna vertebral. Siente la mano de Nash acariciando su cabello nuevamente y sus dedos moviéndose dentro de él.

Es extraño cómo lo hace sentir Nash, pero aún así, Seijuro no puede evitar gemir cuando sus dedos salen.

—Lo estás haciendo muy bien. Buen chico —otra caricia en su cabello, y Seijuro se estremece una vez más. Está caliente de nuevo, más caliente que antes de todos modos, y su pene está completamente duro otra vez, presionando incómodamente contra la cama.

Seijuro siente algo duro presionando contra la entrada de su trasero, y escucha a Nash hablar de nuevo, con una voz aun tranquilizadora.

—Dolerá un poco al principio, pero puedes soportarlo, ¿verdad? —Seijuro siente la mano de Nash pasar por su cabello, desenredando suavemente las hebras sudorosas.

—S-sí —su respuesta es tranquila, pero aun así, siente que Nash se mueve antes de que comience a adentrarse.

Seijuro no pudo evitarlo, incluso con la advertencia previa de Nash, grita. Un sonido que es medio ahogado por la almohada. Es una sensación dolorosamente extraña que lo invade, sus brazos se envuelven con fuerza alrededor de la almohada, sus uñas se hunden en la suave tela.

Siente a Nash quedarse inmóvil, y sus dedos una vez más peinando su cabello.

—Relájate, Sei. Dolerá un poco menos si lo haces.

Otro ruido escapa de su boca, siente que las lágrimas comienzan a formarse en sus ojos, pero asiente de nuevo de todos modos. No quiere decepcionarlo, y se encuentra mordiendo la almohada, jadeando, cuando Nash comienza a moverse de verdad.

No duele tanto esta vez, pero aún así, arde un poco. Es extraño cómo Nash lo presiona y cómo se siente estirarse a su alrededor. Es diferente a sus dedos, los cuales habían sido delgados, resbaladizos e inquisitivos y quizás un poco extraños, pero no habían dolido. Nash se detiene y Seijuro siente la presión de la carne contra su trasero tembloroso.

—Estás bien, ¿verdad, Sei?

Otro asentimiento de Seijuro, y Nash comienza a moverse de nuevo.

Los movimientos de Nash son incómodos, demasiado lentos, y Seijuro siente que tiembla, que su cuerpo se contrae y su saliva se acumula en la almohada. Es vergonzoso lo mucho que tiembla, pero Seijuro no puede hacer nada al respecto. Es involuntario, incontrolable. 

Tampoco ayuda el cómo sus pezones se deslizan contra las sábanas blancas con cada uno de los embates de Nash.

Aún así, la incomodidad disminuye gradualmente antes de ser reemplazada por un calor placentero, enroscándose en su estómago como antes, cuando Nash lo había tocado. Vuelve a hacer ruido cuando Nash se empuja contra él, golpeando ese lugar extraño una vez más.

A pesar de la incomodidad inicial, se siente bien, muy bien. Se alegra de no haber dicho que no.

Seijuro siente que Nash retira la mano de su cabello y se inclina hacia adelante, presionando su cuerpo, su pecho contra la espalda de Seijuro. Nash es alto, más grande que Seijuro y más pesado, pero tiene cuidado de no poner todo su peso sobre él.

Seijuro solo siente cómo el aliento de Nash se demora en su piel y cómo su lengua lame la parte posterior de su oreja. Siente su mano, mucho más grande que la suya, presionada contra su costado y los dedos rozando su piel.

Su aliento es cálido mientras habla, suave pero penetrante y demasiado caliente.

—Eres un buen chico por dejarme hacer esto contigo.

Las palabras de Nash provocan otro escalofrío en Seijuro, calor se acumula en su estómago, apretando y quemando. Otro ruido sale de su boca cuando Nash empuja de nuevo, golpeando ese lugar una vez más.

—Eres tan lindo, Sei —su voz sale entrecortada, acelerada, y lo hace querer complacer a Nash aún más. Después de todo, el estado actual de Nash es obra suya. Hay cierto orgullo infantil que siente por eso.

Otro empuje, y Seijuro gime. No cree que pueda aguantar mucho más. Simplemente no tiene la misma resistencia que Nash. Siente que Nash acelera sus embates, y una mano vagando por su costado antes de deslizarse por debajo y hacia su pecho, rozando uno de sus pezones antes de torcerlo ligeramente.

Realmente es demasiado, especialmente después de sus actividades anteriores, y Seijuro, muy a su propio desdén, siente el ahora familiar calor en su estómago, y se corre, con el rostro aún presionado contra la almohada.

Seijuro siente que Nash continúa moviéndose, en realidad, no le importa demasiado; aun se siente muy bien, antes de finalmente derramarse dentro de él. Cuando Nash se retira, Seijuro coloca las manos en sus hombros cuando lo hace girar, Nash lo atre hacia él y lo vuelve a poner en su regazo.

Están sucios, sudorosos y pegajosos, pero a Seijuro no le importa demasiado.

—¿Puedo besarte?

Es otra pregunta extraña de parte de Nash, especialmente después de todo lo que hicieron, pero Seijuro asiente de nuevo, demasiado ansioso. No le importa de todos modos. Le gusta.

El beso es muy parecido a los que Seijuro ve en la televisión, enérgico pero cálido, y siente que Nash vuelve a pasar una mano por su cabello. Es un gesto dulce, agradable, incluso, cuando se separan una vez más.

Seijuro es el primero en hablar de nuevo. A pesar de lo incómoda que es su pregunta, no quiere perder el valor antes de decirlo.

—¿P-podemos entrenar de nuevo alguna vez? Si quieres por supuesto.

Se da cuenta del destello de sorpresa en los ojos de Nash, pero desaparece rápidamente.

—Simplemente no se lo digas a nadie, ¿de acuerdo?

Seijuro niega. Entiende las implicaciones de las palabras de Nash.

—No lo haré.

fin.